viernes, 26 de marzo de 2010

MACHOS

*Belen Cano
www.diarioelatlantico.com


Tal vez alguna vez hubo amor. Pero luego llegaron los celos desmedidos, el levantar la voz, los insultos, las ironías y la humillación, un zamarreo. A lo mejor la agarra del cuello, le escupe la cara y el alma. Tal vez hay golpes, patadas; bronca, enojo, ira.
Se rompe el amor a pesar de las negaciones. Entonces llega el miedo: a la violencia, a la soledad, a la falta de un sustento económico. La valorización personal se destruye, llega el llanto constante, el llanto silencioso, el dolor, la culpa y más miedo.
No es fácil romper el mundo donde sólo caben él, las amenazas y ella. Las humillaciones son tantas que casi las cree. Los golpes son visibles y le dan vergüenza. Se ilusiona con salvar un amor que se ahogó desde hace rato en violentos insultos.
Lo comenta. Encuentra protección; deja de ser prisionera para tomar la iniciativa y empezar a buscar ayuda.
En Buenos Aires las comisarías de la mujer, durante el año pasado, recibieron 50.549 denuncias por violencia. Es necesario romper el miedo. Las mujeres que lo logran demuestran una valentía que cualquier hombre envidiaría.
Pero aún son muchas las víctimas. Terminar con los abusos del hombre contra la mujer es una decisión política. Lo privado entonces se hace público. En marzo del 2009, luego de largas luchas de agrupaciones de mujeres, legisladores nacionales votaron la Ley 26.485 de “Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales”.
Pero aún no se ha reglamentado, no se destinaron los recursos económicos adecuados ni se brindaron las capacitaciones a instituciones que garanticen la implementación de la normativa. Es necesaria una decisión política: para que deje de ser letra muerta y salve vidas, para saldar una deuda inmoral, para lograr que la vida sin violencias y con igualdad sea un derecho y una realidad.

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