* Carlos Galván
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Si se teclea "anti porteño" en Google, el buscador arroja 82.300 resultados. Hay de todo, pero más que nada quejas y acusaciones: que son arrogantes, insoportables y fanfarrones, que "nos hacen quedar mal en todo el mundo", que "tienen la vida fácil", que se quedan con "toda la riqueza del país", que poseen Policía gratis "a expensas de los contribuyentes del resto de la Argentina". A estos argumentos -bastante trillados, es cierto- ahora se sumaron otros que hicieron que esa bronca haya crecido y fortalecido en los últimos años: que en Buenos Aires el kilovatio de electricidad y el boleto de colectivo son más baratos, que en Mendoza se paga más cara la nafta por más que allí están las refinerías, que en Neuquén el gas sale más caro aunque viven sobre las reservas. ¿Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires?El sentimiento es tan fuerte que se lo palpa incluso en ámbitos académicos. "La mirada que se tiene aquí en Mendoza es que al país lo hacemos entre todos pero lo aprovechan pocos. Los que no vivimos en Buenos Aires sufrimos una inferioridad congénita", dice Roberto Follari, epistemólogo y profesor de la Universidad de Cuyo.De acuerdo a Follari, los porteños tienen privilegios. "Las becas en el Conicet son un ejemplo: como los evaluadores están en Buenos Aires, la mayoría de las becas quedan allá. Corren con ventaja porque allá se cuecen las cosas. Y aquí estamos fuera de juego".Para Luis Juez, senador electo por Córdoba, "hay una Argentina dividida por la General Paz. Los que estamos en el interior nos sentimos muy marginados. Te sentís un kelper en tu propio país". Juez es uno de los que cree que el sentimiento anti porteño se acentuó en los últimos años. Lo atribuye a la reforma constitucional de 1994. Su hipótesis es que como ya no existe el Colegio Electoral los que "gobiernan saben que para ser Presidente alcanza con el área metropolitana y alguna provincia importante del interior. La reforma pulverizó el federalismo". Para el político una de las cuestiones que más duelen es que "los presidentes de los últimos años eran del interior, conocían perfectamente los problemas del interior".La bronca con las asimetrías en las tarifas parece servir para juntar votos. En su última campaña en Mendoza, el vicepresidente Julio Cobos y sus candidatos a legisladores nacionales prometieron que iban a insistir para que el Congreso quite el cargo por transporte a los combustibles que se venden allí. La razón es que una importante refinería de YPF está en Luján de Cuyo. Pero Daniel Montamat, ex secretario de Energía y ex presidente de YPF, cree que no debe cobrarse menos en Mendoza por la nafta o en Corrientes por la electricidad (donde está Yacyretá). "No es teoría de mercado vender a menos porque lo producís ahí. Y no sería justo: empezás con la electricidad y después habría que colocar aduanas entre provincias".Montamat, un cordobés que vive en Buenos Aires hace más de dos décadas, aclara: "No estoy consustanciado con los intereses de los porteños, pero entiendo que hay exageración. El gas es un ejemplo: la tarifa es uniforme en el país pero si varía entre el interior y Buenos Aires es por los impuestos provinciales y tasas municipales".Pero para encontrar rencor contra los porteños no hay que irse a la Argentina más profunda. En Tandil "las quejas son porque los porteños pagan el colectivo más barato cuando acá cuesta $ 1,80", cuenta Guillermo Velázquez, investigador del Conicet y profesor de la Universidad del Centro. Y agrega: "Perdura esa imagen histórica de que el puerto se queda con todo, de que el modelo agroexportador expolió al interior".Velázquez halla otra razón para explicar el resentimiento del interior: el proceso migratorio hacia Buenos Aires. "Algunas provincias entienden que la sangría demográfica de población joven y activa terminó hundiéndolas porque se las privó de esos recursos humanos. Le echan la culpa de haberlas dejado sin sus jóvenes". Porteño de nacimiento, Velázquez vive hace 24 años en Tandil. Y dispara: "No es cierto que Buenos Aires sea un parásito que absorbe la riqueza del país. Allá hay producción intelectual y manufacturera". De viaje por Tucumán hace unos años, Velázquez fue blanco de la furia anti porteña de un lugareño: "Ustedes no trabajan, nos quitan todo", le recriminó. "Primero le expliqué que era de Tandil y después, que la silla y la mesa en las que él estaba seguro habían sido fabricadas en Buenos Aires". En ese caso al menos la honra porteña parece haber quedado a salvo.
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