lunes, 22 de marzo de 2010

TAMBIEN SOMOS CULPABLES

* Monica Lence
www.elretratodehoy.com.ar


Un chico que muere. O dos. Quién sabe. Quién puede saber. Son tantas las muertes absurdas. Cualquier edad, circunstancia, motivo: Delincuencia. Drogas. Accidentes de tránsito por imprudencia. Personas que desaparecen. Chicos en las esquinas con botellas de alcohol. Amas de casa que caminan entre balas cruzadas. Adolescentes que salen y tropiezan con la falta de límites y de futuro.
La Argentina de hoy es un campo de batalla donde no está claro quién está de qué lado.La Argentina de hoy es un cúmulo de imperfecciones con tintes de racionalidad mal entendida. La culpa siempre es de otro. De cualquiera. De cualquiera menos nuestra.Nuestra no.Porque nosotros trabajamos y pagamos nuestros impuestos. Somos seres razonables que queremos prosperar. Que cuidamos nuestras familias. Que atendemos a las necesidades de nuestros hijos. Que vamos de casa al trabajo y del trabajo a casa. Que nos manejamos con cuidadosos discursos acerca de los Derechos Humanos mientras tomamos café en cualquier vidriera de moda. Que no nos metemos con nadie.Los Argentinos somos intrínsecamente Hipócritas. Falsos. Mediocres.Señalamos con un dedo la torpe labor de aquellos que elegimos para gobernar, sin atender que cuando señalamos algo, otros tres dedos nos apuntan a nosotros mismos. Como si bastara con el reclamo. Con los pedidos multitudinarios. Con las lágrimas frente a los medios o los susurros entre vecinos en la cola de los almacenes de barrio.Asistimos a torpes marchas en reclamo de justicia como si en ese acto - carente de un compromiso real- lográramos algo. Mentira.Mentira que con una “Marcha de Justicia” y un par de cámaras de televisión nuestros dirigentes van a hacer algo que los levante de sus cómodos asientos de cuero.Mentira que somos buenos ciudadanos por el hecho de estar al día con los impuestos y no meternos con nadie.Mentira que acompañamos a los familiares de las víctimas y sentimos el dolor de los padres que han perdido a sus hijos en forma trágica.Todo mentira. Mentimos de la misma manera en la que acusamos a los dirigentes de turno. Mentimos como mienten ellos cuando dicen una cosa y hacen otra. Mentimos cuando caminamos con lágrimas en los ojos, en medio de miles de ciudadanos, escondidos detrás de carteles con los nombres de las víctimas de nuestra falta de acción.Pero somos buenos. Eso sí.Porque acompañamos a los familiares de las víctimas. Nos solidarizamos con ellos. Los miramos un rato y les tomamos las manos mientras les deseamos fuerzas y rogamos que los próximos no seamos nosotros.Somos buenos porque estamos ahí, cerca de los que sufren. Y levantamos bien alto las fotos de nuestros muertos para que Alguien solucione el infierno que “otros” crearon. Y nos decimos entre todos “¡Qué barbaridad, ya no se puede vivir así!” Y volvemos a apuntar afuera, bien lejos nuestro, como si la vida se dirimiera en los juzgados, en la Cámara de Diputados o Senadores o en un set de televisión.Y somos tan asesinos como los que acusamos. Porque nuestra comodidad también sale a la calle disfrazada de inercia. De inactividad. Porque ir a una marcha es lo mismo que hacer nada. Pero suena interesante. Nos parece que es mucho. Hasta parece que estuviéramos comprometiéndonos con algo.Somos Hipócritas.Nuestra desidia también es la que aprieta el gatillo cuando muere un inocente. Quizás nosotros hayamos matado antes muchos fragmentos de los tantos autores materiales de tantos hechos delictivos. Quizá nosotros mismos los convertimos en potenciales delincuentes al acecho.Y tenemos razón cuando decimos que la Prevención es tarea del Estado. Porque lo es. Sin embargo, cuando vemos que desde el Estado o desde los Municipios no se hace nada para establecer soluciones verdaderas, nos detenemos en la dialéctica barata y cansadora de todo lo que habría que hacer. Y hablamos de aumentar las penas como si fuéramos abogados. Y decimos cómo, de qué forma y en qué tiempo debemos articular determinadas Políticas de Estado. Y anunciamos las diferentes formas en que hay que criar a los jóvenes, mientras nuestros hijos pasean solos por la calle a las tres de la mañana. Cuánto sabemos los argentinos. Qué sabios somos.Sabemos de leyes y de Derechos Humanos. Pero no somos capaces de sacar a un solo chico de la calle, de contenerlo, de proveerle abrigo, comida. Sabemos de mecanismos de contención. De exclusión social. De pobreza. De márgenes de edades. De penas y castigos. Sabemos de inseguridad y de delito. Pero no damos ni siquiera cinco minutos de nuestras vidas para intentar hacer algo en serio.Sabemos de política y de economía. Debatimos en los foros de opinión y en las calles acerca del momento que estamos atravesando como sociedad. Culpamos a los mismos dirigentes a quienes les otorgamos el poder en exceso y sin límites. Y olvidamos los tres dedos que nos señalan a nosotros. Mientras estamos cómodamente sentados en nuestros sillones de cuero. Nosotros somos iguales a quienes nos gobiernan: Avanzamos por izquierda y pegamos por derecha.En Mar del Plata fue Stéfano Bergamaschi. Fue Franco Castro López. Fueron cientos de jóvenes, de chicos, de ancianos, de mujeres anónimos. Miles las víctimas sin cara y miles los crímenes impunes. Claro que hay responsables directos. Claro que nuestro intendente, nuestros concejales y legisladores son los que tienen más responsabilidades. Claro que hay que seguir de cerca sus decisiones, normas, leyes y accionares. Pero no lo hacemos. Nos dejamos engañar por cualquier palabra que suene bien.Mar del Plata asistió a una marcha por uno de nuestros jóvenes. Colaboradores del intendente y asistentes, nuestros concejales y legisladores provinciales estuvieron presentes en ella. Mintiendo. Como nosotros.¿Cómo es que no saben que también ellos estuvieron ahí, sosteniendo la mano del asesino que disparó en el cuello de Franco? ¿Cómo es que nos dejamos convencer por las falsas promesas, los falsos planes y el desinterés más corrosivo?¿Nadie pensó que organizar una fiesta en un espacio público y asociarla al alcohol, es poner al menos una bala en el revolver del que disparó la muerte?¿Dónde estaba la mano del Estado cuando el asesino vendía droga en las calles, antes del previsible resultado de una vida rodeada de delito y enfermedad? ¿Dónde los mecanismos de control y la contención social? Personas directas a nuestro Municipio afirmaron, días después de éste crimen, que no se trató de una víctima de la inseguridad sino del resultado del accionar de un loco.No seamos hipócritas: Seguimos matando a Franco. Seguimos matando a Stéfano. Seguimos matando a miles de personas anónimas con nuestra falta de acción. Con nuestra falta de compromiso.Ir a una marcha no es un acto loable. Es una forma cómoda de eximir nuestras culpas.Porque somos culpables de todo aquello que no miramos. De lo que pasamos por alto.Hay miles de maneras de involucrarnos. Pero primero hay que dejar de mentirnos: Nosotros somos la sociedad que estamos viviendo. Artífices y partícipes, voluntarios o involuntarios de todos los crímenes e injusticias.Porque señalando a los otros, no solo estamos usando nuestras manos para echar culpas afuera sin ver lo que hacemos. Es mucho más que eso…Estamos negándoles nuestros brazos a todos los excluidos. A todos los que necesitan más que un simulacro de gobierno. A los que necesitan cosas reales: Comida, techo, abrigo, posibilidades.Estamos cortando, con nuestra indiferencia, el futuro de los tantos jóvenes que no van a acceder ni a estas páginas ni a nuestros cómodos livings de colores pasteles. ¿Dónde estaban nuestras sociedades de fomento, nuestros grupos vecinales, nuestras escuelas, nuestros comedores mientras crecía el asesino de Stéfano? ¿Dónde nos ubicamos nosotros cuando vemos un chico drogado en una esquina, probablemente parecido al asesino de Franco? ¿Qué hacemos por él, por ellos?¿Los miramos? ¿Seguimos de largo diciendo “Qué barbaridad, ya no se puede vivir así”? ¿Los denunciamos? ¿Los acercamos a alguna parroquia, a algún espacio dónde puedan recordar que también son seres humanos? ¿Creamos algún espacio de contención para todos ellos o estamos esperando que las soluciones vengan de arriba, mientras sabemos que los de arriba están más ocupados en repartirse terminales, boliches nocturnos o sucursales de delitos?¿Dónde estamos nosotros y qué es lo que estamos haciendo?La respuesta es simple: Estamos mirando para otro lado. Porque nos conviene. Y en el fondo lo sabemos, lo sentimos. Nosotros también matamos a Franco. También cargamos el arma que lo mató. Con nuestra tremenda indiferencia cerramos el cargador y preparamos la escena del crimen. De tantos y tantos crímenes.Bernardo Verbitsky tiene un libro que es un clásico de la literatura hispanoamericana: Villa miseria también es América . Ahí decía: "Llegará el día de un gran desfile. Bajarán de todas las villas a las ciudades. Desfilarán espectros y fantasmas. Y será un día de inevitable justicia". La primer condición para madurar consiste en dejar de tirar hacia fuera los actos que nos competen también. Mirarnos dentro y preguntarnos ¿Alcanza con esto?¿Qué puedo hacer? ¿Desde dónde puedo participar? La respuesta se presenta sola y sencilla.Desde nuestra humanidad. Desde las tareas barriales. Desde los grupos de ayuda. Desde las parroquias. Desde los diferentes cultos religiosos y partidos políticos. Desde la escritura. Desde los medios. Desde las Universidades y los colegios. Desde los comedores escolares. Desde nuestras familias. Desde nuestra mano libre para TENDER en lugar de ocupada para SEÑALAR.Y en esa búsqueda de soluciones, con actos reales, quizá logremos dar el primer paso a que tantas y tantas muertes no hayan sido en vano. Quizá logremos dignificar y resignificar la memoria de los tantos muertos caídos a los costados de nuestra indiferencia. Y quizá logremos empezar a armar la palabra Futuro, para una Argentina que sigue goteando pasado mientras escupe un presente repleto de hipocresía.

1 comentario:

FernanDoylet dijo...

Pero con cuanto colaborar hemos de quedar satisfechos? si cada día mueren miles de personas por todo el mundo? ...nos podremos sentir agotados e impotentes, tomar un descanso, pero debemos continuar para salvar nuestro futuro como humanidad.