domingo, 10 de octubre de 2010

GLAMOUR Y LABURO

Escribe Adrian Freijo
www.noticiasyprotagonistas.com

Juan Alberto Núñez era colectivero. Cada mañana se levantaba para ir a un trabajo que sabía peligroso. Como tantos colegas del volante, deseaba fervientemente que no le tocara el turno noche porque generalmente era el que se llevaba la vida de los trabajadores del volante. Pero lo suyo era el laburo, el laburo y el laburo.
Diego Rodríguez era modelo. Sabía que su belleza física era el instrumento especial con el que la naturaleza lo había dotado para conseguir un destino mejor. De su capacidad para imponerla, resaltarla y conservarla dependía la posibilidad de lograr sus objetivos. Uno era el glamour; el otro, el laburo. Ambos eran, sin conocerse, el trabajo como instrumento de la felicidad. Ambos murieron, también sin conocerse, con pocas horas de diferencia. Nunca sabrán que los unía un destino trágico: ser argentinos. Compartir un país autista que desde hace mucho más de un siglo considera la vida como variable de ajuste de los intereses políticos. Una sociedad perversa que pretende ser indiferente cuando en realidad es cómplice; una sociedad que siempre espera que todo pase porque en la Argentina, todo pasa.Dos seres humanos que no merecerían que sus muertes sean discutidas dentro de 30 ó 50 años, cuando la vergüenza contenida durante décadas no aguante más la indignidad del silencio. Dos argentinos que, como los negros que mandamos al holocausto en la guerra contra el Paraguay, o como las víctimas de la mazorca o los desterrados de Caseros o como los cadáveres de la Revolución del ‘90 o los despojos insepultos de la Patagonia rebelde o los igualmente olvidados de la Semana Trágica y sus parientes de junio del ‘55, José León Suárez o las víctimas del terrorismo civil o estatal, están a la espera de una justicia sólida, despolitizada y definitiva.Dos argentinos que, sin haberlo imaginado nunca, se convirtieron en tan sólo una mañana en todos los argentinos.Porque nosotros, mi amigo, somos por derecho propio ambas cosas: el glamour y el laburo. Somos el glamour porque siempre pretendimos ser lo que en realidad nunca fuimos: europeos, cultos, blancos, chispeantes, envidiados, poderosos, triunfadores. Y porque tanta estupidez la sustentamos con nuestro trabajo, nuestro esfuerzo y nuestro deseo de ser grandes, sin saber cómo lograrlo.Porque es cierto que tanta frivolidad nos hizo mal; pero no es menos cierto que en ella invertimos nuestra riqueza y nuestro trabajo. Aunque hoy nos dé pena y pudor reconocerlo.Por eso, aunque la muerte del colectivero y el modelo puedan parecer dos noticias más de las muchas que hoy nos aterran, no podemos dejar pasar la oportunidad de sentir que ambas son un símbolo de la Argentina que cada mañana se levanta para morir un poco.Porque como nosotros, ambos mueren en medio de la grandilocuencia fatua de protestas, programas de televisión, declaraciones de políticos y medidas gremiales que solamente buscan llenar con algo la indignación del momento.Y en el fondo ambas muertes, que hasta despiertan el interés de una nota como ésta, son sólo la sala de espera de otras que seguramente están ocurriendo mientras esto escribo, seguirán sucediendo mientras esta nota está en impresión y la volverán vieja mientras usted la está leyendo.Porque estamos en un país en el que usted tira una moneda, le crece una planta de dinero…y un muerto. Que al fin y al cabo, coronados de gloria vivamos, o juremos sin gloria morir.Con laburo, glamour, o lo que sea.

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