No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor: muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido,muéveme el ver tu cuerpo tan herido,muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme en fin tu amor, de tal manera que aunque no hubiera cielo yo te amaria y aun que no hubiera infierno te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,porque aunque lo que espero no esperara,lo mismo que te quiero te quisiera.
Se desconoce el autor de este magnífico soneto. Se le atribuye a los poetas místicos, tanto a santa Teresa de Avila o a san Juan de la Cruz como a fray Miguel de Guevara. Su texto está tallado en piedra a la entrada de la capilla de la Basílica de la Virgen de Las Angustias de la ciudad española de Granada.
Publicado por Agenda de Reflexión
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