viernes, 20 de noviembre de 2009

DE GORDOS, BUROCRATAS Y LA ZURDA LOCA

* Jorge Devincenzi


Algunos salieron a defender el “modelo sindical peronista”, como si el actual lo fuera. Para que haya una sola central obrera debe existir una genuina representatividad, y los dirigentes sindicales no pueden estar en ambos lados del mostrador.
El contexto es el que sigue: un fallo de la Corte Suprema habilita el reclamo de ATE sobre afiliaciones y elección de delegados en el ministerio de Defensa, que se circunscribe al hecho puntual pero crea jurisprudencia, un paso hacia esa dirección. Los conflictos en Kraft Foods y Subterráneos coinciden en cuestionar a la “burocracia”, pero uno se resuelve dentro del sindicato y el otro no. El moyanismo puro se reúne en Mar del Plata con el fin aparente de superar a las desfallecientes 62 en manos de los sindicalistas sojeros y reconfigurar el poder dentro del PJ, cuyo Consejo Nacional define en estos días si Néstor Kirchner reasume. Moyano y D’Elía coinciden, y dicen que a cierto kirchnerismo no le gusta. La Presidente tira las orejas a la CGT, a Moyano, o a ambos, y se suspende el acto previsto para el 20 de noviembre. Aspiremos aire, soltándolo con suavidad mientras pronunciamos ommm...
Épocas interesantes
Si el trabajo como dador universal de sentido ha perdido puntos frente al reino de la especulación financiera, no son estas épocas amigables para los trabajadores; ni para los sindicatos que los aglutinan o parecen aglutinarlos. Allá en el Norte, con 15 millones de desocupados, la AFL-CIO practica un silencio de sospechoso origen, y no es que haya plazos para Obama. En Europa el sindicalismo es más visible, pero es porque se enfrenta al fantasma de los excluidos del Este y de África y Asia que le escupen el asado.
En Argentina, donde la crisis no se ha hecho sentir como en los países centrales (mérito que la oposición intenta ocultar) tampoco son éstas unas épocas cómodas para los sindicalistas. Nunca lo fueron, en realidad, porque la lucha por la distribución de la riqueza es el kundalani del capitalismo. En el pasado, las organizaciones del trabajo organizado y los gremialistas fueron blancos de la ira estatal o patronal desde que intentaron agremiarse para defender sus derechos, y también de quienes advirtieron (a veces con razón) que estaban traicionando sus mandatos y algo más que eso. Hoy en día, al menos en superficie, todo parece pacífico si olvidamos el incidente en San Vicente. Luego sale un energúmeno a sostener que el enemigo son los bolcheviques de la CTA.
La maraña
Atrasando los relojes, un meta del pelotón derrapó sin retorno, pero su opinión no es tan minoritaria como se intenta hacer creer. Ni yanquis ni marxistas: esta vez porque “es el PJ, estúpido”. Los dichos de Belén recibieron algunas previsibles críticas, pero hay que tener en cuenta también a los que callaron otorgando.
Con los sindicalistas, es preferible guiarse por los hechos que seguirles el discurso. Mientras los medios insisten con los tópicos de la inseguridad y de los movimientos sociales como obstáculo al libre tránsito, un justicialismo ceñido a la idea de que la CTA sería representante de la cuarta internacional roja-terrorista del Eje del Mal, es funcional a un giro que lo podría entregar con los calzones caídos a Duhalde el Malo, a De Narváez, a Macri o a los Rodríguez Sáa y sus allegados varios.
Con una CGT que siguiera representando a una parte estrecha de la masa laboral, con “dirigentes” dispuestos a cualquier arreglo con quien sea, con una CTA al margen de la ley o ninguneada, y los movimientos sociales convertidos en problema policial, el PJ podría caer nuevamente en el error de los ‘90, un ridículo del que es imposible volver.
Tipologías
En la Grecia de la antigüedad y la China actual, las desviaciones se pagan con el ostracismo y acaso con la muerte. Ni la viuda de Mao se salvó de la cárcel luego de la Revolución Cultural en 1976. Aquí el castigo es eventual, y todavía más eventual a nivel social. Todo ese lastre pretende marcar la agenda del kirchnerismo mediante el clásico Abrazo del Oso, una práctica que ya conoció Perón cuando Augusto Timoteo Vandor, otro metalúrgico, se lo quería llevar puesto.
Fue el mismo Vandor que, en connivencia con el gobierno radical de Arturo Illia y el PJ de entonces, frustró el primer retorno del Líder en 1964. Aunque Cooke atribuyera la detención del avión de Iberia en Brasil a la presión de Estados Unidos, e incluso por eso mismo, no se puede soslayar este hecho cuando se pretende ensayar una historia del peronismo.
El “peronismo sin Perón” de Vandor significó mucho más que una disputa por la conducción: fue una pelea por el sentido, pelea que parece eternizarse. Por eso, algunos salieron a defender el “modelo sindical peronista”, como si el actual lo fuera.
Es correcto que los trabajadores se sindicalicen por actividad, que los gremios afines se agrupen en organizaciones de segundo grado y que haya una sola central obrera, pero para eso debe existir una genuina representatividad, los sindicatos no pueden estar en ambos lados del mostrador y es preciso que la realidad se acerque al pleno empleo, o de otro modo nos quedamos (otra vez) con el folklore.
Cuesta entender que aunque estuviéramos hablando de una suerte de laborismo (que lo peronista no es, porque el laborismo es un emergente político del Centro), la naturaleza del sindicato no consiste en liberar al país, hacer una revolución socialista o fascista u originaria o sexual llegado el caso, o tomar el poder, sino arreglar mejores salarios y condiciones laborales con la patronal. Lo importante, como se afirma aquí, resulta que “es crucial preservar cierta unidad de acción CGT-CTA para cualquier proyecto transformador e inclusivo de los sectores populares. En el difícil equilibrio hay que tener en cuenta que las amenazas acechan tanto desde el barrionuevismo y los gordos, como desde el víctordegenarismo extremo”.
Es lo que hay
Es que este sindicalismo sui generis, de lejano parecido con el especular modelo sindical peronista, dividido de hecho en dos centrales obreras de representatividad al menos controvertida en algunas actividades, es una pata necesaria e imprescindible para consolidar los avances logrados en materia de distribución de la riqueza y un rol independizador para el Estado.
En este sentido, el gobierno postergó hasta más ver la firma de un acuerdo social que sólo puede darse con una cierta equitativa distribución. La crisis financiera mundial fue el argumento ideal que eligió la UIA, a la cual, por cierto, le interesa un sindicalismo dividido, extremo que por otro lado no es nada novedoso. Y no solo dividido: el señor Méndez se debe sentir más cómodo hablando con un Cavallieri o un Venegas o un Lezcano, porque son todos patrones. También Buzzi lo es. ¿O ahora vamos a argumentar que, ni yanquis ni marxistas, eso forma parte del modelo sindical peronista y que todo tiene que ver con todo?
Pero el vandorismo, una de cuyas facetas consiste en pegar el grito y negociar por debajo de la mesa, no es privativo del sindicalismo heredero del movimiento creado por Perón ni mucho menos. Pino Solanas parece de a ratos un vandorista avant la lettre. Los fascinerosos del PRO son destituyentes hasta que llega el momento de discutir sobre los holdouts, cuando se vuelven defensores de la institucionalidad, de los de la primera hora. Las voces cacareantes de Bullrich, Estenssoro y Carrió enmudecen de golpe ante el imperativo bonista. Biolcati hace vandorismo ganadero porque recibe subsidios bajo la mesa y quizás lo aprendió del ex-secretario de Defensa de la Tradición en la Sociedad Rural, el compañero Andrés Rodríguez.
La CTA practica con frecuencia un vandorismo posmoderno, como cuando respondiendo al metalúrgico heredero de Brito Lima o de Guillermo Patricio Kelly, denuncia un pacto CGT-UIA. Que los hay, los hay, pero no será para limar el camino de la CTA hacia su reconocimiento.
Entremeses
Los conflictos en Kraft Foods y Subterráneos coinciden en cuestionar a la “burocracia”, pero uno se resolvió dentro del sindicato y el otro no. Resulta difícil entender que los conductores de trenes eléctricos que circulan bajo la superficie tengan una especialización y condiciones laborales equiparables a las de los choferes de colectivos y no pertenezcan, por caso, a la Unión Ferroviaria.
La pura verdad es que la UTA los abandonó a la voracidad de los Roggio y el PO recogió las migajas, pero a la vez la UTA es necesaria para contrapesar a los gordos gordos, y Tomada –que tiene plazo legal hasta el 2 de diciembre– no quiere enemistarse con la CGT. Para no quedarse atrás en la visibilidad televisiva, el PO sostiene una lucha “reivindicativa” demencial en la que millones de pasajeros son tomados como rehenes, alimentando los fogones mediáticos de la inseguridad cuando es infantilismo e impericia sindical lo que en realidad muestran. Debe haber poderosas razones para que la UTA se mantenga en sus trece.
Un equívoco intencional que circula por ahí afirma que las obras sociales sindicales forman parte del “modelo”.
Nada más lejos de la verdad. El peronismo original centró su política de salud en el hospital público, siguiendo el ejemplo francés. Este sindicalismo de hoy en día fue modelado por la ley 14455 de Asociaciones Profesionales, sancionada en 1958, durante el gobierno de Frondizi, y luego el dictador Onganía arregló con los gremialistas amigos (Alonso, Vandor, March, Coria) el dinero estatal que se repartía para las obras sociales a través de la Comisión Decreto 17230/68 y luego con la ley 18610 de Obras Sociales, de febrero de 1970, a fin de conformar un modelo cercano a lo que sucedía en Alemania a la que los militares solían ser afectos.
En los ‘90 se incorporaron las prepagas de origen norteamericano, el negocio de la salud, y allí también estaban los sindicatos que hoy quieren pasar de ser “factor de presión para convertirse en factor de poder” (Moyano dixit).
Uno tiende a creer que hay demasiado espectáculo en la política, lo cual es mucho más grave que mucha política en el espectáculo. Eso sí, si se institucionalizara la existencia de dos centrales sindicales donde, en ambas, conviven gordos con otros menos gordos, se estaría mucho mas lejos aún del modelo sindical peronista que todos reivindican y pocos practican.
Muchachos, es hora de arreglar con los iguales para que no nos coman los albatros.

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