Por Carlos Tórtora
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Cuatro malas noticias le confirmaron en las últimas horas a los Kirchner que el gobierno está en el centro de un cerco político que se va estrechando. La primera es que las máximas espadas K en el senado habrían informado que hasta ahora fracasaron en el intento de recuperar la mayoría, ahora en manos de la oposición, que tiene 37 votos. Es que ninguno de los senadores en duda, entre ellos Carlos Verna, estaría dispuesto el alto costo político de plegarse a un gobierno que hace agua. En síntesis, la aprobación del DNU 2010/2009 por el Senado se hace cada día más difícil y la alternativa de una ley tiene un final imprevisible para el gobierno.
La segunda mala nueva es que Ricardo Lorenzetti aprovechó la apertura del año judicial para dar definiciones políticas sobre el rol de la justicia. Y la más subrayada fue la función de ponerle límites a las decisiones de las mayorías cuando contradicen a la Constitución. Y agregó que los demás poderes del Estado no deben judicializar sus decisiones innecesariamente. El mensaje no sólo estuvo dirigido al Ejecutivo y al Congreso, sino a los camaristas en lo contencioso administrativo, Carlos Manuel Grecco, Sergio Fernández y Luis Márquez, quienes responderían al lobby del operador judicial de Kirchner, Javier Fernández, Auditor de la Nación. La maniobra consistiría en fallar arbitrariamente que la suspensión del DNU 2010 quede sin efecto hasta tanto la Corte se pronuncie sobre el tema. Nada de esto encaja jurídicamente, porque la Corte no se pronuncia sobre medidas cautelares. La pretensión del Procurador del Tesoro, Joaquín Da Rocha, de que se haga una excepción por la gravedad institucional del tema fue contestada ayer por Lorenzetti: el problema lo debe resolver el Congreso.
Otra mala nueva para Olivos fue que Luis D’Elía se excedió esta vez en sus extorsiones para conseguir que el gobierno le ceda el control del Plan Argentina Trabaja. Las amenazas de aquél de hacer causa común con los grupos piqueteros anti-K son prueba de la creciente debilidad oficial.
Y, por último, Alberto Fernández consiguió incorporar a Argentina Futura al dirigente bonaerense más denostado por Kirchner, el intendente platense Pablo Bruera. ¿Está Sergio Massa cerca del abrazo entre Fernández y Bruera? ¿Daniel Scioli es totalmente ajeno a estos movimientos?
Por lo pronto, el poskirchnerismo bonaerense podría ampliarse a varios diputados que estuvieron en el comentado asado en la casa de Horacio González en Pinamar. Las fisuras en el PJ bonaerense podrían ser entonces irreversibles para Kirchner. Y si pierde en el Senado, la rebelión podría incluir a Scioli.
Una receta clásica
A esta altura está claro que sólo un triunfo contundente del kirchnerismo consiguiendo la aprobación del Fondo del Bicentenario y reteniendo el control del Senado podría evitar la diáspora que se prepara. Con este cuadro político y con la inflación disparada, CFK optó por un recurso clásico de los gobiernos en su etapa terminal: potenciar los conflictos externos para distraer a la opinión pública y recuperar consenso. La receta que en 1982 aplicó, con tono bélico, Leopoldo Fortunato Galtieri. La súbita malvinización del gobierno imponiendo controles para la navegación hacia Las Malvinas no concuerda con la reciente decisión del Ministro de Economía Amado Boudou. Éste designó como coordinador global del canje de la deuda al Barclays Bank, principal accionista institucional de Desire Petroleum, que en las próximas semanas comenzará las exploraciones en Malvinas. Más modesto que Hugo Chávez, que está a punto de entrar en guerra con Colombia para disimular el desastre interno, Kirchner se conforma con una malvinización diplomática que está destinada a no llegar demasiado lejos. El gobierno cuenta ahora los días que faltan para llegar al Mundial, otro escenario ideal para la distracción masiva. Pero como están las cosas, para junio falta un siglo.
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