*Ramiro Rech
El nuevo aniversario de nuestra Independencia que acabamos de celebrar me pareció propicio para hacer algunas reflexiones al respecto, dentro del mundo y época en que vivimos.
En 1816 la cuestión estaba un poco más clara y era más o menos evidente que un país podía decirse independiente cuando no dependía políticamente de otro país, aunque es claro que hoy la cosa no es tan simple.
Un primer punto que creo muy importante en ésta cuestión es que la independencia formal o jurídica de un país debe dejar de ser un valor en sí mismo para pasar a ser una condición que debe ser acompañada con la independencia individual de los habitantes.
Así podemos ver por un lado muchos países formalmente independientes con ciudadanos nada independientes (China, Cuba, Zimbawe, Corea del Norte, Arabia Saudita y mil etcéteras más) y por otro lado ciudadanos que sí son independientes aunque vivan en países no del todo independientes (Puerto Rico, Antillas, Islas Vírgenes, Polinesia, etc.).
194 años después de nuestra emancipación nacional creo que es necesario enfocar al menos dos factores que pueden comprometer la independencia efectiva de un país.
En primer lugar, la imposibilidad de solventar los gastos del país con producción propia, o sea, la falta de independencia económica.
Cuando un estado gasta más de lo que recauda tiene sólo tres caminos: reducir el gasto, aumentar los impuestos o pedir plata prestada.
En nuestro país siempre se descarta la primer opción (reducción del gasto, a la que muchas veces se llama despectiva y erróneamente “ajuste”) por falta de comprensión o de voluntad de los dirigentes, que no quieren perder su popularidad ni tomar decisiones antipáticas en una sociedad muy acostumbrada al gasto público.
La segunda opción es el aumento de impuestos, que sólo funciona si es más o menos excepcional y si no se sigue aumentando el gasto.
Como en nuestro país el gasto público aumenta en forma constante y desmedida, el aumento de impuestos, que también es constante, nunca llega a solucionar el tema.
¿Qué queda entonces?
Pedir plata prestada (como la familia que no quiere reducir los gastos y no puede aumentar los ingresos).
Esta opción tiene dos variantes: una es pedir plata prestada “al futuro”, cuando se emiten bonos o títulos (algo así como “cheques” del estado) que se van a pagar dentro de diez o más años (la política del…“después vemos”, total “paga otro”) o emitir billetes para pagar los gastos de hoy con la inflación de mañana (como la familia que emite cheques contra una cuenta sin fondos).
La otra opción, obvia, es pedir plata fuera del país a organismos internacionales como el FMI o el Banco Mundial (como la familia que le pide plata a un banco o a un prestamista).
Lógicamente, mientras no se corrija la ecuación matemática (y en consecuencia, no ideológica) y se siga gastando más de lo que se recauda, los préstamos no se van a poder pagar y vamos a tener cada vez más problemas.
Esos problemas podemos minimizarlos, maquillarlos y postergarlos un tiempo, pero inevitablemente en algún momento estallan (como la familia que tiene que vender el auto o la casa, cerrar el negocio, ser desalojada, etc.), lo que explica las periódicas crisis económicas argentinas.
Mientras tanto, como cada vez hay que destinar más plata a pagar las deudas, cada vez queda menos plata para hacer otras cosas.
En otras palabras, cada vez hay menos libertad económica.
Todo esto constituye la principal causa de pérdida de independencia de un país.
Hasta aquí el primer factor de los dos que mencioné.
El segundo es la pérdida de libertad política como consecuencia de los condicionamientos impuestos por grupos económicos muy grandes.
Esta cuestión es generalmente aceptada y reconocida por la mayoría de los dirigentes, aunque muchos de los que quieren hacer algo al respecto suelen tener desviaciones ideológicas que los llevan a tomar decisiones que no solucionan la situación.
Me refiero a la creencia extendida de que la influencia de los grupos económicos dominantes se debe combatir con más intervención del Estado (regulando, controlando, etc.) y reduciendo el mercado (al que se ha criticado tremendamente al extremo que la palabra misma ya tiene un significado negativo).
La solución es exactamente la inversa.
La única forma de evitar la influencia de un grupo económico es eliminando las condiciones que permitan llevar esa influencia a niveles inmanejables.
Eso sólo se logra evitando los monopolios y oligopolios, facilitando el ingreso de nuevas empresas y permitiendo la libre competencia.
(vale aclarar aquí que se suele decir, increíblemente, que en la década de los noventa se promovió el libre mercado cuando en realidad fue exactamente al revés: se promovieron y protegieron monopolios y oligopolios como nunca, se eliminó la competitividad exterior fijando el dólar en un monto inmóvil –y por ley, algo absolutamente “heterodoxo” y “antimercado”, además de impresentable-, se crearon subsidios millonarios al sector privado –práctica que se mantuvo e incrementó-, se triplicó la burocracia estatal, se creó una Justicia adicta al poder asociado a los grupos, etc.).
Tratando de resumir un poco lo dicho, podemos decir que cuando un país o dirigente busca eliminar el “déficit fiscal” (expresión que significa que sale más plata de la que entra), y aunque sean dos palabras sin ninguna mística popular (siempre es más fácil hablar de “dignidad” o “progreso”, y ni hablar de “salariazo” o “revolución productiva”) acerca a su nación a una mayor independencia política y económica.
Al revés, cuando un país o dirigente crea más organismos públicos o más subsidios o de cualquier otra manera entrega más plata, hace a su nación menos independiente.
Quizás pueda parecer que como ciudadanos no es mucho lo que podemos hacer aunque se me ocurren dos grandes cosas: la primera y obvia, estar atentos para la hora de votar, y la segunda, ser conscientes que nuestras actitudes individuales contribuyen concretamente a un país más o menos independiente.
Me permito terminar el artículo festejando nuestra independencia y haciendo votos para un país con mayores libertades individuales y autosuficiencia económica.
Lo que se dice, política y económicamente independiente.
Hasta la próxima…
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