domingo, 2 de enero de 2011

GACETILLAS

Escribe José Luis Jacobo
www.noticiasyprotagonistas.com

En 1976, entre las disposiciones emanadas del ordenamiento de la junta militar presidida por Jorge Rafael Videla, se instituyó un órgano de control de medios a cargo de un capitán de navío, Carlos Carpintero. Nadie desobedeció, salvo el Buenos Aires Herald, el poder de la junta representado en este marino entronizado como “el editor mayor” de esa etapa de la vida de la nación.
En aquel momento, ante esta realidad impuesta y consentida, nacieron experiencias clandestinas de comunicación como las que llevaron adelante periodistas alineados con Montoneros, tal el caso de Rodolfo Walsh desde ANCLA.
La censura de facto creó un modo de alinearse del periodismo con el poder que aún se advierte con fuerza. Los efectos de esa sumisión mansa dieron lugar al modelo de periodismo radial que por años marcó la agenda pública: Magdalena Ruiz Guiñazú, Julio Lagos, Bernardo Neustadt, entre otros, instalaron la lectura de los diarios, los títulos y la entrevista radial basada en lo publicado por los medios gráficos. Lo publicado equivale a lo ya aceptado por la censura oficial, ergo aquello de lo que se puede hablar sin temor a sufrir represalias. Por aquellos días, hay que decir claramente que el disenso podía pagarse con la muerte.
No obstante la situación ha variado ostensiblemente, el modelo ha persistido, quizá hoy de la mano de la conveniencia económica, o de la mediocridad. En un ejercicio que vale la pena hacer, es harto evidente que un 70% de lo publicado en medios locales es un mero cortar y pegar de gacetillas enviadas por entes públicos o vía mail por organizaciones políticas. Destaca en Mar del Plata, obviamente, el dominio comunal en la materia: no hay jornada en la que no se titule empleando la gacetilla del Ejecutivo sin siquiera cuestionar una coma; ni qué decir de los horrores de ortografía, que tampoco se corrigen.
Así vemos a diario títulos que, se estima, impactarán en la población. “Pulti promete un verano para todos”, por ejemplo. ¿Qué quiere decir? ¿Qué verano; quién es el universo abarcativo, ilusorio y desdibujado de ese “todos”? ¿Cómo es posible que semejante perogrullada se cite con pretensiones de verdad esclarecida? Sólo el sometimiento del periodismo a la política puede explicar esta auténtica estafa a la fe pública.
El 28 de diciembre, Día de los Inocentes, los medios titulaban en su portada: “Nación y Municipio firman convenio para apuntalar la producción marplatense” (gacetilla del Ejecutivo); en el interior: “Abierta la inscripción para la Reina de los Pescadores” (gacetilla de la organización); “Balance positivo del municipio por los controles del fin de semana” (gacetilla municipal); “Agentes provinciales llegan a Mar del Plata para reforzar inspecciones nocturnas” (gacetilla de la Gobernación bonaerense). Y se podrían llenar decenas de páginas con ejemplos por el estilo.
Mientras, los marplatenses somos saqueados y asesinados a diario, pero como sucede demasiado a menudo, ha dejado de interesar también a cierto periodismo. Los asesinos de Emiliano Disalve y Dardo Molina huyeron del centro de contención de menores donde los tenían alojados; los vecinos del Barrio Regional aseguran que los dejan abandonados a su suerte sin seguridad ni protección alguna por parte de las autoridades, y escasamente se publica algo al respecto. Menos que menos se cuestiona o critica a quienes tienen responsabilidades funcionales en el tema.
En el año del fenómeno WikiLeaks, los medios locales que buscaron posicionarse en la red sólo reflejan espacios parciales, vecinalismo, Concejo Deliberante, universos sociales y públicos sin espacio para la crítica que hace a la razón misma de ser del periodismo.
Ha sido este un año de demérito político y ciudadano. Ya no se trata de Florencio Aldrey Iglesias y su desactualizado modo de entender esta profesión y sus inmediaciones. Se trata de algo peor: quienes deberían forjar la ruptura del cerco informativo, han quedado atrapados en él.

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