Escribe Rodolfo Olivera para el
Semanario Noticias y Protagonistas
Los más dañados fueron los niños. Hubo tantos enfermos de las glándulas tiroides y contaminados por la radicación, que los hospitales no dieron abasto. Miles fueron enviados a Cuba para recibir tratamiento. "Como no nos habían dicho qué tan grave era el problema, cuando nos dimos cuenta ya era imposible atenderlos, porque no estábamos preparados. Aún hoy los niños -hijos de padres afectados- que se reúnen en grupo, no a jugar, porque no pueden, sino como ancianos".
Un día, a lo sumo dos al año, medio mundo vuelve a hablar de Chernobyl. Los otros trescientos sesenta y pico de días casi todos se olvidan. Y muy pocos tienen en cuenta el riesgo actual de que se vuelva a repetir el desastre de aquel 26 de abril en una planta cuya tecnología pretendió ser 100% segura, de acuerdo a las autoridades. Sin embargo, allí se produjo el accidente más peligroso de la historia. Fukushima despertó algunas conciencias, pero no todas.
De entrada se sabía que los reactores rusos tenían un defecto de diseño: si la energía disminuía menos del 20% de su poder normal sin que se enfriara el reactor, se produciría un enorme chorro de vapor. Nada se hizo, hasta que a la 1:22 de la madrugada una computadora dio la señal de recalentamiento. Los cartuchos para frío estaban cerrados, el sistema automático de protección del reactor estaba desconectado y el uranio a rojo vivo encontró vía libre para la explosión. Las partículas de plutonio alcanzaron los 2 km de altitud, lo que da una idea del nivel de liberación de energía.
Hubo una serie de fallos humanos, de diseño y políticos, que nunca debieron haber ocurrido. Lo malo es que no se han corregido. El accidente se originó en una serie de supuestas pruebas de seguridad en el reactor, intentando demostrar que la inercia de una turbina era suficiente ante un riesgo eléctrico para mantener el sistema de refrigeración, hasta que arrancasen los generadores emergencia.
Quisieron demostrar que podían ahorrar algunos dólares (rublos) en luz, en un tipo de prueba estrictamente prohibido por los altos índices de riesgo. En el Reactor 4 les salió bien, pero como no les pareció suficiente... lo repitieron en el 3. Tras el primer gran error de apreciación, realizaron un segundo operativo: en vez de bajar el reactor gradualmente hasta un 50% de su potencial, lo bajaron al 1% (que es lo mismo que anularlo); se produjo un inmediato fenómeno de reactividad negativa para sorpresa (?) de los operadores, ya que el reactor se apagaba inexorablemente. Entonces decidieron invertir de golpe el mecanismo, algo que no estaba permitido en los manuales de operación (tercer error).
Apenas si alcanzaron un 7 % de potencia, pero con alta inestabilidad por lo brutal y errático del camino adoptado. Quizás, con todo, si hubieran dejado en ese momento trabajar el sistema automático de control del reactor, habrían tenido más esperanzas. Pero no. Abatatados, cometieron el cuarto error: lo desconectaron del todo y quisieron operarlo manualmente. El descalabro era un hecho; el vapor del núcleo con altísima radioactividad, a pleno en su potencia (por el faltante de frío), produjo la explosión que liberó 30 veces más radioactividad que Hiroshima.
Nada de lo que se hizo después sirvió. Fracasaron en el intento de inundar el núcleo. Quisieron cubrirlo con materiales absorbentes de neutrones y rayos gamma arrojados desde helicópteros. Cavaron un túnel por debajo de la central para ver si construyendo una pared de hormigón podían evitar la contaminación de las napas de agua subterránea.
Fueron aspirinas para un cáncer terminal. Con un agravante: las autoridades rusas y ucranianas hablan de 31 muertos; en realidad, los que mueren en el primer impacto. Poco y nada de lo que vino después.
En Gales y Escocia la lluvia estuvo cargada de químicos radiactivos que fueron absorbidos por las plantas, a su vez consumidas por ganado ovino que por años no pudo ser comercializado. Al norte de Suecia, los líquenes (alimento de renos, consumidos a su vez por los lapones) se nutrieron de las sustancias radiactivas. Los líquenes son el alimento principal de los renos, y los lapones comen carne de reno. El gobierno sueco se vio obligado a ordenar una matanza masiva aún no recuperada. En Dinamarca y Finlandia se registraban alarmantes mediciones que motivaron evacuaciones. Las pastillas de yodo contra la radiación nuclear se agotaban en farmacias de Copenhague y Helsinki.
En Varsovia, el portavoz gubernamental Jerzy Urban confirmaba que la nube radioactiva se había "estacionado" (sic) en suelo polaco. Todo esto, como puede verse, lejos del centro de la explosión.
Pero en Ucrania cerca de 3,2 millones de personas fueron afectadas, incluyendo a un millón de niños. Las víctimas mortales superaron las 200.000 en los primeros quince años, mientras se los contabilizó (saque el promedio: 7.000 por año, más de 20 por día). Ucrania acredita hoy un importante descenso de la natalidad, y la mortalidad infantil casi triplica el promedio europeo. En la vecina Belarús se multiplicaron por 34 los casos de cáncer de tiroides (dato oficial del viceministro de Salud, Vladimir Orekhovsky).
¿Aprendieron algo? ¿Toman más recaudos? No. Al poco tiempo Vladimir Putin firmó tres proyectos autorizando la entrada de residuos nucleares, pese al rechazo de población (94%). Su argumento fue muy sencillo: "veinte mil toneladas de residuos por veinte mil millones de dólares" (E.Adamov, Ministro de Energía). Es la cifra que estaban dispuestos a pagar Japón, Corea del Sur y Taiwán para que les guarden la basura.
Ecologistas de primer nivel fueron presionados al silencio, y allanadas sus oficinas (Ziliony Mir, de "Mundo Verde", en San Petesburgo). Los locales de Greenpeace en Moscú fueron clausurados e incautada la documentación. Grigori Pasko, periodista de renombre, fue despedido y encarcelado. Nueve miembros de la Academia de Ciencias presentaron quejas por escrito y perdieron su cátedra.
Entre otras cosas, cabe aclarar que en Rusia existe un solo lugar de reciclaje: el Complejo Mayak (Urales), capacitado para tratar 200 toneladas de residuos por año. Si recordamos que son veinte mil las que esperan recibir, necesitarían 100 años para completar la tarea. Están hablando de acondicionar el Centro Kurtchatov para que pueda almacenar 2.000 toneladas. El problema es que está... en pleno centro de Moscú, dirigido por Alexandre Rumiantsev, acusado de malversación de fondos.
Agreguemos un factor adicional, que tiene que ver con el transporte de los residuos: la legislación actual no responde a normas internacionales; las reglamentaciones regionales no concuerdan entre sí; las normas sobre Transporte no se respetan; el personal no es competente; y el 40% del parque Ferroviario es defectuoso. A los pocos días llegó un cargamento con 41 toneladas de residuos al centro de almacenamiento de Krasnoiarsk; el tren que le siguió descarriló quince vagones. Se calcula que con el negocio de la basura, por allí tendrían que pasar 670 convoyes. Más lo que vimos en esta misma página días atrás, vinculado al basurero de Seversk.
El Plutonio 239, el Litio y el Tritio que debían transitar generaron preocupación internacional. De hecho, expertos norteamericanos se habían ofrecido a colaborar porque un movimiento descuidado podía generar nubes radiactivas infinitamente superiores a Chernobyl, provocando daños irreversibles en Europa. Incluso la posibilidad de reciclar el Plutonio 239 y aplicarlo a reactores comerciales productores de energía, pero Rusia no contaba con capitales para una inversión de esta naturaleza. Francia, Japón y nuevamente los EEUU se mostraron gustosos de "colaborar", pero Moscú no quiso injerencias en lo que consideraban decisiones políticas propias, ni los créditos y sus posteriores condicionamientos, porque implicaría aumentar su enorme deuda.
Quisieron ahorrar unos rublos. Terminaron perdiendo millones de dólares.
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