Por Héctor Blas Trillo
para el Informador Público
Hoy la cuestión de la Fundación de las Madres de Plaza de Mayo está en boca de todo el mundo. La propia señora de Bonafini ha salido a dar reportajes a medios oficialistas y abandonado su criterio inicial, aquél de calificar como “puterío” o “pelotudeces” a las cuestiones vinculadas con el affaire Schoklender. Ponernos a repetir lo que todo el mundo más o menos ya ha dicho y por lo demás es obvio, sería redundante.
Por eso, nos permitiremos enfocar la cosa desde el punto de vista que mejor conocemos, el de profesionales en las ciencias económicas.
La disposición de fondos públicos para que una Fundación realice obras es un acto del Estado y por lo tanto requiere de las precauciones lógicas de la propia administración estatal. Esto significa que cualquier asignación de recursos debe cumplir con premisas básicas, tales como las licitaciones públicas y la auditoría respectiva.
A su vez, toda institución que utilice fondos del Estado debe poner a disposición del público sus balances y resultados anualmente por lo menos.
¿Cómo se ha desarrollado la actividad de esta Fundación?
De lo que públicamente se sabía desde hace bastante tiempo mucho se ha dicho ahora, pero poco se ha dicho en el pasado reciente. Los cheques sin fondos, el atraso de las obras, los comentarios de la señora Margarita Barrientos, artífice del Barrio de Los Piletones...
¿Es concebible que un gobierno, el que fuera, ponga a disposición de una Fundación, la que fuera, cifras millonarias para que ésta disponga del dinero como más le plazca sin rendición de cuenta alguna?
¿Cuál es la razón para suponer que tal Fundación administrará esos fondos de la mejor manera posible en beneficio de sus fines y no aprovechando la situación para apoyar económicamente a amigos e inclusive para beneficio de sus propios integrantes?
Por lo que vemos y leemos, el gobierno nacional ha intentado despegar a las Madres del administrador de los fondos, como si éstas hubieran estado absolutamente ajenas al uso de tales fondos por el simple hecho de “no entender”. ¿Alguien necesita entender mucho cuando observa el tren de vida que llevaba el Sr. Schoklender? Francamente es ridículo.
La verdad es que acá todo el mundo sabía de qué se trataba, empezando por la señora de Bonafini.
Días pasados leíamos comentarios de periodistas como Jorge Lanata o Alfredo Leuco, quienes a su manera expresaron en los diarios que ellos algo sabían, que eran conscientes del mal manejo de los fondos especialmente por el gran número de cheques sin fondos librados por la Fundación, pero que nada habían dicho porque pretendían, de alguna manera “preservar” a las Madres. ¿Esto es el periodismo independiente que luego declaman?
Esto de no “darle pasto a la derecha” es un viejo adagio del periodista Lanata, que alguna vez publicó en su revista 23 (cuando era de él) una carta abierta a la señora Fernández Meijide reconociendo públicamente, pero sin darse cuenta de la enormidad que significaba, que ciertas noticias no se difundían para no dar, justamente “pasto a la derecha”. A esto parece que se han sumado otros periodistas, que gustan calificarse a sí mismos como “progresistas”.
En la profesión que a nosotros nos ocupa, nadie tiene interés en manejar fondos ajenos si no existe el reaseguro de un debido control administrativo. Es elemental que alguien del propio Estado Nacional apruebe cada gasto, cada licitación, cada asignación de recursos. No Schoklender.
La gravedad es mayor todavía porque todo esto se sabía. Por eso en algún momento se recurrió nada menos que a Felisa Miceli para que controle y revise el manejo de los fondos de la Fundación. Pero Felisa Miceli, que tiene sobre sus espaldas el surrealista episodio de la bolsa de dinero en el baño del ministerio de economía, todavía no aclarado debidamente, NO ES UNA FUNCIONARIA DEL ESTADO.
De manera que acá hay que poner las barbas en remojo y a eso es a lo que pretendemos apuntar con este comentario. ¿Nadie sabía, o, más bien, todos sabían?
Las razones por las que el gobierno kirchnerista otorgó fondos a una organización civil regenteada por las Madres de Plaza de Mayo es, evidentemente, política. Dado que el fundamento del gobierno de Néstor Kirchner fue el de convertir a esa organización en una especie de leit motiv de la vida misma y de la lucha por la defensa de los derechos humanos de las organizaciones políticas afines a esa línea, se buscó dar apoyo a “emprendimientos sociales” sin tomar en cuenta que tales emprendimientos deben ser realizados no por grupos políticos afines, sino por administraciones serias, prudentes y debidamente controladas.
Al menos en lo que se ha publicado, el dinero aportado a la Fundación se hacía contra la entrega de proyectos de construcción de viviendas, y con la presentación de certificados y grados de avance. Pero en la práctica todos sabemos que tanto los proyectos como los certificados se modifican permanentemente en virtud de factores exógenos, tales como la inflación, el aumento propio de los costos, los errores presupuestarios y otras cuestiones que, aún sin pensar mal, pueden merecer ajustes.
Es decir, que por más que se quiera dar vueltas a la cuestión, lo cierto es que acá se entregó dinero por cifras millonarias a un grupo de personas sin ningún control, con el objetivo declarado de construir viviendas y no declarado de brindar apoyo político a un pilar importantísimo de la política de “derechos humanos” encarada por los actuales gobernantes para comprar a los sectores autocalificados como progresistas.
Y a este punto hemos llegado. Y por más que se busque el pelo en la leche, lo cierto es que el gobierno nacional está absolutamente involucrado en estos hechos, como lo ha estado en otros casos flagrantes de corrupción. Recordemos temas como la valija de Antonini Wilson, el caso Skanska, la situación comprometida del ex secretario de transportes Jaime, la ya mencionada bolsa de Felisa Miceli o la acusación de enriquecimiento ilícito del matrimonio presidencial que no fuera apelada como correspondía.
Por eso terminamos este breve comentario con el título que le dio origen: ¿Nadie sabía?
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