miércoles, 10 de agosto de 2011

EL DELASOTISMO TRIUNFANTE DE LA PRIMERA, ¿ O ULTIMA ?, HORA

Por Eduardo Cao
para El Retrato de Hoy


Llegó tarde la expresión de fe política. El conglomerado K está intentando sacar tajada del amplio triunfo de José Manuel De la Sota en Córdoba. “Jugó con pata y todo” el Gobierno a favor de Unión por Todos, según el siempre dispuesto a explicar lo inexplicable don Aníbal Fernández. Pero De la Sota, ya con el tercer mandato gubernativo en el bolsillo, había clarificado la al menos ambigua relación: "A la Nación le decimos lo que ya saben: cuenten con Córdoba para trabajar para unir y no para dividir y para resolver problemas en forma conjunta y no para crearlos artificialmente". De esta parrafada del cordobés, el quilmeño AF salió del paso al mejor estilo de aquel célebre “moi” de Alberto Olmedo: “(el Gobierno) no tiene la intención de dividir a nadie”.
Pasó por alto el jefe de Gabinete que, a pocos minutos de la admisión de la derrota por parte de Luis Juez y Oscar Aguad, un grupo de kirchneristas-cristinistas, con pancartas y fotos de la Presidenta y de Néstor, intentó “copar” la sede del PJ cordobés. Quisieron imponer por la fuerza los manifestantes, adherentes a La Cámpora en su mayoría, la jefatura “irrestricta y sin discusiones” de CFK en el peronismo cordobés. Pero se toparon con “el cordobesismo” (De la Sota dixit) y terminaron emprendiendo la huìda.
Otras dos situaciones no merecieron aclaraciones de Aníbal Fernández. Una es el rechazo a las candidaturas que se pretendieron imponer desde Olivos, con vicegobernadora incluida, y que provocó que la lista finalmente triunfadora se despegara del intento omnipotente de la mesa chica que elucubra y luego traduce las órdenes de Cristina.
La otra es la “prescindencia” de apoyo a las tres listas que trataban de ganar la gobernación y que fue expresamente declamada horas antes de los comicios por…. Anibal Domingo Fernández.
En fin, todo indicaría, si se suma esta derrota del oficialismo nacional en Córdoba, a las que padeció en Capital Federal y Santa Fe, el pedestal en el que fue entronizada Cristina Fernández de Kirchner no es tan alto como se presumía.
Sin embargo, no está nada dicho y, reitero el concepto de la semana anterior, no existen dueños de la voluntad (y el voto) de la gente. Por más que se la intente ubicar en “decisiones locales”, las famosas y poco confiables encuestas todavía no coinciden: una, publicada por un diario capitalino, da a Cristina ganadora con más del 40 por ciento en las primarias y primera vuelta del 23 de octubre. La semana anterior, el mismo medio comparaba los sondeos y en uno de ellos, Cristina oscilaba en el 35 por ciento, con Ricardo Alfonsín en el segundo lugar. Otro más reciente, telefónico y concretado por una radio acrítica del Gobierno, mostraba números parecidos: Cristina alrededor del 35% y a 12 puntos su escolta, en este caso Eduardo Duhalde.
Son números, nada más. Los humores sociales, en definitiva, pueden y suelen, confrontarse con las matemáticas.

SER Y PARECER
No descubro la pólvora si afirmo que el clima se ha enrarecido para el kirchnerismo. Ya no es tan diáfano como cuando se pavoneaban con aquel “ya ganó” todos los estamentos del poder K, algunos porque formaban parte del círculo áulico, otros porque se ponían gustosos el traje de correveidiles, los más porque querían entrar en cualquiera de esos grupos y mientras tanto ofrecían enrojecer las palmas de sus manos aplaudiendo lo que, casi con seguridad, no entendían y les importaba un bledo, aunque si algún doblón que quizá apareciera como pago por sus “esfuerzos”, bienvenido sería.
Para colmo de los males oficialistas, los días transcurridos en este agosto se funden en continuidad con su antecesor, el “mes de los cachetazos”, al que me referí en mi anterior columna, como una sensación personal, tras las derrotas sufridas por Olivos y Balcarce 50 en la Ciudad de Buenos Aires por 2 y Santa Fe.
En Jujuy, el kirchnerista Walter Barrionuevo está fracasando en su intento de dejarle más o menos ordenadas las cosas a Eduardo Fellner, otro mimado por Cristina y su corte. La violencia por la ocupación de terrenos había dejado al menos cuatro muertos, que otra repercusión hubieran tenido, sin dudas, si los mismos sucesos explotaban en el conurbano bonaerense. Perdón por el escepticismo, pero en un país declamado –sólo declamado- federal, 1700 kilómetros anulan, o al menos parcializan, la visión centralista. Me baso en lo ocurrido en el Parque Indoamericano, cuya resolución, si es que la hubo, aún es un enigma para el ciudadano bonaerense. El silencio de la Casa Rosada y el papel de “mediadora” adjudicado a Milagros Sala, la jefa de la Tupac Amarú y decisiva en la adjudicación de viviendas en las tierras del histórico éxodo, constituyen la mejor explicación de que “algo huele mal…”.
El tema Eugenio Zaffaroni también ha golpeado profundamente en corazón del poder K. El juez de la Corte Suprema es propietario de departamentos que alquiló y terminaron siendo prostíbulos. A partir de entonces, recrudeció la batalla entre los medios oficialistas, los opositores y los independientes (estas dos últimas categorías, mal que les pese a muchos, que las hay, las hay) ya que, como siempre, la culpa la tiene el mensajero.
El camino elegido por el Gobierno, a través de sus desbocados voceros, fue otra vez “el tiro por elevación al modelo” y no dudó en cotejarlo con Schoklender, Hebe de Bonafini (querellante del padre de su nieto y, al mismo tiempo, sospechada en la causa), los derechos humanos y todos los etcéteras que a usted se le ocurran. Flaco favor le hacen a Zaffaroni…
Saludable, en cambio, fue la actitud de la oposición, con la salvedad discutible de Ricardo Alfonsín, que sólo esbozó lo que él hubiera hecho en lugar del magistrado: renunciar. Lo cierto es que los competidores de Cristina Kirchner en las primarias se mostraron cautos y, como si se hubieran puesto de acuerdo, consideraron que sería institucionalmente vigorizante que, después de las internas abiertas, los organismos de la Constitución, como por ejemplo el Congreso, sean receptores de las explicaciones públicas de Zaffaroni. Sin víctimas ni victimarios y todos asumiendo roles que correspondan a la ética constitucional.
Una de las tantas barrabasadas escuchadas sobre el caso: en una emisora capitalina, el conductor del espacio mañanero hizo un reportaje telefónico a Zaffaroni y, después exhortó (???) a su audiencia a que pidiera disculpas públicas por las críticas al integrante de la Corte. Resbalón de quien hasta hace poco era considerado uno de los más serios exponentes del periodismo rioplatense: llovieron mensajes (me imagino que no fueron todos los que llegaron a la emisora) de indignados oyentes, quizá menos preparados intelectualmente que el periodista-animador, pero exponiendo que el sentido común no puede ser envuelto por el relato interesado: “En todo caso, él debe, por su investidura, ofrecer las disculpas públicas, si en verdad cometió un error, aunque fuera por omisión”.
Final con un interrogante. ¿Quién le dio letra a Juan Pablo Schiavi, el reemplazante del procesado Ricardo Jaime, para acusar a Eduardo Duhalde de promover disturbios y paro en el Ferrocarril Roca? Primera respuesta que se me ocurre: esa película ya la vimos. Podemos ser un poco a veces, pero que nos tomen constantemente por estúpidos, cansa.



caoelretrato@live.com.ar

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