(Escribe Adrián Freijo) - Eppur si muove o E pur si muove (y sin embargo, se mueve, en
español) es la hipotética frase en italiano que, según la tradición, Galileo
Galilei habría pronunciado después de abjurar de la visión heliocéntrica del
mundo ante el tribunal de la Santa Inquisición. Claro que el peninsular estaba
en lo cierto y su afirmación sólo extrañaba a quienes se oponían a la realidad.
El discurso de Cristina Fernández tras el fallo adverso de la Corte
norteamericana podría acuñar la frase “Tuttavia
avevo racione”, aunque en este caso para ocultar con otra vuelta de tuerca
del relato la cantidad de horrores y
errores que jalonaron su política –y la de su difunto esposo- en materia de
deuda soberana. Lo realmente grave es que, una vez más, la impericia y el
desequilibrio de la Presidente ponen en riesgo valores muy importantes de la
Argentina.
Como
no podía ser de otra manera Cristina comenzó su planteo de la “realidad” lanzando culpas a diestra y
siniestra. Y una vez más lo hizo en base a falacias y datos alejados de la
realidad.
Las
políticas argentinas en materia de deuda externa coinciden milimétricamente con
las olas que campearon en América Latina –y todos los países subdesarrollados
del mundo- y que hicieron que todos ellos asumieran políticas idénticas ante
realidades únicas.
Es
verdad que nuestro país vio crecer su deuda exponencialmente durante la última
dictadura militar. Tal cual lo hicieron
Brasil, Chile, Uruguay y tantos otros países seducidos por los “petro-dólares”
que llovían de la mano de los precios exorbitantes de ese commodittie.
Tal
vez lo que deberíamos estar analizando por estas horas sería el destino que
cada uno de los tomadores de crédito le dio a esa marejada de plata barata.
Brasil
y Chile, también gobernados por dictaduras, utilizaron ese tiempo para llevar
adelante verdaderas revoluciones en materia de desarrollo de infraestructura,
lo que con el tiempo ha redundado –ya en democracia- en el progreso constante
de sus economías y el repeto que hoy recogen en el mundo entero.
Argentina, mientras tanto, se
dedicó a comprar…armas para la guerra.
Ya
en democracia, y habiendo terminado la primavera del petróleo, todos los
gobiernos de la región se vieron compelidos a devolver aquellos créditos
generando un escenario de inestabilidad que se llevó puesto al sistema en los
países en que no se había iniciado un proceso de inversión que les permitiese
entonces amortizar con ganancias propias.
Las
convertibilidades (el plural no es
ocioso, ya que el pérfido sistema fue adoptado con variaciones por las naciones
más afectadas por la crisis, acá y en todo el mundo) fueron sólo una pausa
para evitar las explosiones que ya se veían con claridad, mientras se
“inventaba” una salida elegante que en este subcontinente fue el Plan Baker en
todas y cada una de sus variantes.
Las
previsiones de los organismos financieros internacionales acerca de la
transitoriedad de la crisis y las posibilidades de una salida rápida no se
vieron confirmadas en la práctica. Las medidas aplicadas para solucionarla sólo
permitieron atenuar la crisis del sistema financiero norteamericano, pero sus
sectores productivos y su balanza comercial se vieron seriamente perjudicados.
En cuanto a los deudores, la suspensión abrupta de los flujos crediticios por
parte de los bancos acreedores y las enormes transferencias de fondos hacia las
economías centrales impidieron cualquier
posibilidad de crecimiento y, por lo tanto, de recuperación de su capacidad de
pago.
Hacia mediados de los ochenta, la
percepción de esta situación, junto con el cambio de titular del Tesoro
norteamericano, llevaron a una redefinición del problema y a una nueva
propuesta de solución. En la Asamblea conjunta del Fondo Monetario
Internacional y del Banco Mundial, en octubre de 1985 en Seúl, el nuevo
Secretario del Tesoro de Estados Unidos (James Baker) presentó un documento
titulado "Programa para el Crecimiento Sostenido" en el que se
delineaba dicha propuesta, conocida desde entonces como "Plan Baker"
.
Este plan recogía la preocupación de los
círculos académicos y políticos norteamericanos acerca del desbalance del
comercio mundial y promovía el logro de una recuperación de las economías
deudoras que les permitiera restablecer su capacidad de pago de la deuda
externa. En este sentido, coincidía con
un viejo reclamo de los países en desarrollo, muchas veces desoído por los
países centrales.
En cierto modo, la propuesta de Baker
establecía roles para los actores involucrados: los deudores debían lograr una
tasa más alta de ahorro y de inversión internos a fin de propender al
crecimiento sostenido, para lo cual debían continuar aplicando los ajustes de
corto plazo indicados por el Fondo junto con políticas macroeconómicas
aperturistas y de libre mercado, para que la inversión privada encontrara
condiciones propicias; los organismos financieros internacionales y los bancos
comerciales, por su parte, debían proveer el apoyo financiero necesario a estas
políticas. Esto se logró con la convertibilidad…aunque el mal desempeño fiscal
hizo que la intentona terminase en explosiones como las que el país conoció en
2001, previo paso por los coletazos de la intentona con el blindaje y el
megacanje.
De ahí en más toda la
responsabilidad es del gobierno de los Kirchner.
Porque
NO ES VERDAD lo que dice Cristina de
que en el primer canje de deuda se quiso negociar. Se impuso arbitrariamente un
“lo toma o lo dejas” que obligó al
75% de los acreedores (esos que, no le quepa duda van a venir ahora por esos
U$S 15.000.000 millones que los “buitres”
han logrado consolidar por el fallo) mientras que el resto resolvió confiar en
la justicia internacional, esperar un fallo por años que llevara y cobrar lo
que realmente le correspondía.
NO ES VERDAD que en el segundo canje hayan entrado acreedores en iguales condiciones
que en la primera. Acuciada por las circunstancias Cristina terminó aceptando
condiciones mucho más apetecibles para los tenedores de bonos, que prefirieron
mantener la quita achicando el plazo de cobro.
Y NO ES VERDAD que las “negociaciones” con
REPSOL por YPF o con el Club de París hayan sido motivadas en la “vocación de
pago” del gobierno.
Por
el contrario, y en ambos casos, la tropelía jurídica e irresponsable de creer
que podían llevarse por delante a una de las empresas más grandes del mundo y a
una élite de bancos internacionales culminó
con el país boqueando, pidiendo la toalla y aceptando lo que fuese a cambio de
no sufrir las sanciones internacionales.
Por
eso REPSOL pedía U$S 5.000 millones y terminó llévándose U$S 6.500 y el Club
reclamaba U$S 5.550 millones y cobrará U$S 6.900.
Así de cara fue la política
de malevos que el kirchnerismo quiso llevar adelante…
De
lo que haga el gobierno –cosa imposible de sospechar si nos atenemos a las
palabras siempre auto justificatorias de Cristina- dependerá el destino de al
menos los tres próximos gobiernos nacionales.
Si
como siempre “hace” de mala pero
corre a pedir la piedad de sus acreedores, los meses que vienen serán de serias
dificultades para la economía interna que se verá seriamente achicada por la
salida de los fondos necesarios para amortizar el fallo.
Si
por el contrario comete el dislate de desconocer la resolución de la Corte
norteamericana, Argentina –una vez más remedando a Venezuela- comenzará a
sufrir un serio aislamiento internacional, la carencia total de crédito y, mas
temprano que tarde, la explosión por
agotamiento de las reservas y la creciente inequidad social.
Escenarios
por cierto nada halagüeños; pero…hemos hecho alguna cosa para que fueran
distintos.
Aunque
Cristina, una vez más, insista en que siempre tiene razón.
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