lunes, 7 de julio de 2014

FALLECIO ALFREDO DI STEFANO,LA SAETA RUBIA, UNO DE LOS MEJORES JUGADORES DE LA HISTORIA DEL FUTBOL MUNDIAL





El mundo del deporte se tiñe de luto por la muerte de la leyenda blanca, uno de

 los mejores futbolistas de la historia, que falleció hoy en Madrid.







Alfredo Di Stéfano falleció este  mediodia a kis 88 años de edad en el hospital Gregorio Marañón de Madrid. El presidente de honor del Real Madrid llevaba ingresado desde el
 pasado sábado después de sufrir una parada cardiorrespiratoria en plena
 calle y su estado era grave desde entonces. El mundo del deporte se tiñe
así de luto por la muerte de la leyenda del club blanco y uno de los mejores
 futbolistas de la historia
Sí, probablemente el mejor jugador del mundo de todos los tiempos. Y también
 el más decisivo en los 111 años de historia del Real Madrid. Y eso no es una
 opinión, es un dato. El club blanco sólo había ganado dos Ligas hasta 1953 y,
 a partir de entonces, en los once años (53 a 64) que vistió la camiseta
 madridista consiguió ocho títulos de Liga, cinco Copas de Europa, una Copa Intercontinental, una Copa de España y dos Copas Latinas. Convirtió
 en realidad los sueños de grandeza de Santiago Bernabéu y el club blanco
se instaló para siempre en la elite mundial. Ése es Alfredo Stéfano Di Stéfano
 Laulhé.
Su juego y la importancia del mismo sólo cabe en adjetivos superlativos, aunque
 fueron los periodistas franceses los más atinados al llamarle l’omnipresent. Eso
 era Alfredo Di Stéfano, una estrella que defendía, recuperaba el balón, iniciaba
 la jugada de ataque y la remataba. Un genio con alma de guerrillero. Rogelio
 Domínguez, portero argentino que convivió con Alfredo cinco años en el Madrid,
 definió muy bien su grandeza en una entrevista en AS: “Di Stéfano era el mejor
 jugador del mundo porque no tenía el cien por cien de algo, pero tenía el 85 por
 cien de todo”. Tenía un espíritu de trabajo que lo había mamado en la cuna.
 “Mi padre me inculcó trabajar y ser decente en la vida”, siempre ha dicho
 el hispano argentino.
En lo futbolístico también tuvo una gran escuela. Tras pasar por dos equipos
 de barrio Once y Venceremos (le llamaban Minellita por su parecido con
 Minella, un medio centro de River de esa época) e Imán, con 18 años

 pasa una prueba en el River Plate y allí se completa la formación de
 un crack. En esa época, River disfruta de La Máquina, una delantera
 de seda formada por Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau
 y en el 47 logra entrar en el equipo, tras un año cedido en Huracán.
 Es entonces cuando el periodista Roberto Neuberger le pone el mote
 de La Saeta Rubia y se empieza a hacer famoso y habitual un cántico
 en la afición riverplatense: “Socorro, socorro, se viene La Saeta con
 su propulsión a chorro”.
Después llega la huelga del fútbol argentino y su marcha al Millonarios
 de Bogotá. El equipo al que se fue con Pedernera y Rossi y fue
 rebautizado como El Ballet Azul. En marzo de 1952, Santiago Bernabéu
 se queda maravillado con el juego de Di Stéfano en el torneo de las Bodas
 de Oro del club, que disputaron al Madrid el Millonarios y el Norrköping sueco.
Y desde entonces comenzó a madurar la idea de que ese crack rubio argentino
 sería ideal para llenar Chamartín. En septiembre de 1953 llega al Madrid tras
 un agrio conflicto con el Barcelona, que es objeto de un detallado
 esclarecimiento en otra parte de esta obra. Di Stéfano le costó al
 Madrid 5.750.000 pesetas, (que salen de la suma de 4.400.000 pagadas
 al Barça más 1.350.000 pesetas abonadas al Millonarios) en lo que fue
 la mejor inversión de siempre hecha por la entidad madridista en un jugador.
A partir de ahí, empieza la gran historia blanca. El 23 de septiembre de
1953, el argentino debuta con el Real Madrid en Chamartín en un partido
 amistoso ante el Nancy. El partido se saldó con una derrota (2-4) y con
 evidentes signos de que el delantero estaba cansado (llegó aquella mañana
 a Madrid desde Barcelona en tren) y con cinco kilos de más. Cuatro días
 después, ante el Racing en casa, debutaba en la Liga en la tercera jornada.
La expectación fue extraordinaria y Di Stéfano, como hizo siempre, no
 defraudó aunque no estaba en forma porque notó el periodo de nueve
 meses sin competir. Ese día marcó un gol que fue el preludio de una
 brillantísima temporada. Di Stéfano hizo estragos en las defensas rivales.
 Su polivalencia era contemplada con asombro, admiración y cierta
 desesperación en los entrenadores rivales. Así que con semejante
 fenómeno en sus filas el Real Madrid volvió a conquistar la Liga
 veintiún años después. Alfredo jugó en ese campeonato 28 partidos
 y marcó 27 goles que le convirtieron en el máximo goleador de la competición.
Así ganaba el primer pulso a su amigo Ladislao Kubala.
En ese ejercicio, además, ya quiso dejar su tarjeta de visita a los máximos
 rivales del Madrid (Barcelona y Atlético). A los catalanes, anteriores
 campeones, el Madrid le endosó un claro 5-0 en el Bernabéu con dos
 goles del argentino. A los rojiblancos los recibió (2-1) con un gol de
 tacón protestado por fuera de juego en casa y dos en el Metropolitano
. Para que todo fuera más espectacular, el Madrid cantó el alirón ante e
Valencia, en la penúltima jornada, con un elocuente 4-0 gracias a tres
 goles de La Saeta Rubia. Espectacularidad más eficacia esa era la
 fórmula del éxito de La Saeta.
Bernabéu comprendió que debía mejorar año a año el equipo para arropa
r el crack. En la siguiente temporada llegó, por recomendación expresa de
 Di Stéfano, Héctor Rial (como después vinieron Santamaría, Kopa,
 Domínguez, Puskas y Del Sol, entre otros). Así tenía un socio en el
 campo con el que combinar, o tirar paredes como se dijo después
. La jugada fue perfecta. Di Stéfano, impresionante en todas sus
 facetas de juego, se sintió más arropado y marcó 25 goles que
 sirvieron para repetir el título de Liga. Rial, por su parte, jugó todos
 los partidos del campeonato y marcó 18 goles. El impacto de Di
Stéfano en España fue impresionante y se hizo extensivo a Europa
 después de que el Real Madrid ganara con gran autoridad la Copa
 Latina ante un Stade de Reims que era media selección francesa.
 Y sería total cuando meses después arrancó la Copa de Europa,
 en cuya gestación participó el Madrid y al que dio lustre con sus
figuras. El 8 de septiembre de 1955 comenzó el equipo blanco su
 epopeya europea en Ginebra ante el Servette.
Desde entonces llegaron, de tacada, cinco títulos en los que Di Stéfano
 fue el máximo protagonista. Basta decir que marcó en las cinco finales
 ganadas y que hizo un total de 49 tantos en 58 partidos. La final de
 Glasgow, (18-5-1960) ante el Eintracht, es considerada la mejor de la
 historia. Ese fue el inolvidable día en el que Puskas marcó cuatro goles
 y Di Stéfano, tres. En las islas todavía se habla con admiración de ese
 partido, que se repitió en la BBC durante muchos años como un Clásico
 de Navidades.
Alfredo alcanzó el cénit de su carrera en la campaña 56-57 con 30 años
. En aquel ejercicio todo fue positivo. En octubre del 56 se nacionaliza
 español y lo celebra con el doblete Liga-Copa de Europa. En el torneo
 nacional marca 31 goles en 30 partidos. Ya con el pasaporte español,
 el 30 de enero del 57 debuta con la selección ante Holanda (5-1) y deja
su sello con tres tantos. France Football le dio ese año el Balón de Oro,
 premio que ganó otra vez en el 59.
El Madrid era una máquina, cada año más engrasada con los refuerzos que
 Bernabéu buscó con inteligencia. Alfredo siempre estuvo bien rodeado, pero
 él marcaba la diferencia. Por eso ganó ocho títulos de Liga, cinco Copas de
 Europa, una Copa, una Intercontinental y fue cinco vecesPichichi. Siempre
 dijo que “un partido sin goles es como un domingo sin sol” y para
él casi nunca se puso el astro rey.
También hubo alguna decepción, como no jugar un Mundial por la ausencia
 de España en Suecia-58 y una dolencia en la espalda antes de Chile-62. Y
 miedo. Sobre todo, cuando el Frente de Liberación Nacional le secuestró
 tres días en Caracas en agosto de 1963, en lo que fue una copia del rapto
 de Fangio por parte de Fidel Castro. “Creí que me liquidaban”, dijo Alfredo.
Eso acabó bien. Su estancia en el Madrid, no. Di Stéfano tuvo su epílogo
 en Viena, con casi 38 años, el 27 de mayo de 1964 tras la final perdida
 (3-1) ante el Inter. Di Stéfano culpó a Muñoz de esa derrota y éste consideró
 que su fin había llegado. El de Viena fue el último de los 396 partidos oficiales
 disputados con el Madrid, 510 (en los que hizo 418 tantos) si se incluyen los
 amistosos. Tras la final, el Madrid tenía que jugar la vuelta de una semifinal de
 Copa con el Atlético y Alfredo vio con sorpresa cómo Muñoz no le incluyó en
 la lista de convocados. El técnico no tuvo la delicadeza de decirle que ya no
 contaba con él. Bernabéu no quiso desautorizar a su entrenador y le ofreció
 quedarse en el club “de cualquier cosa”. No aceptó Di Stéfano y se fue al
 Español. Después ya nada fue igual.

Decidió aceptar una oferta del Español donde sería entrenado por Kubala
 (declinó una oferta del Celtic de Glasgow). La Liga 1964-65, curiosamente,
 comenzó con un Español-Real Madrid y Di Stéfano debutó ante sus ex.
 Era el 13 de septiembre de 1964. Los blancos ganaron 1-2. En su primera
 temporada en el Español hizo siete goles en 24 partidos. En su segunda
 campaña y última, marcó cuatro tantos en 23 encuentros y dejó el fútbol.

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