A 32 años del inicio de la peor dictadura que sufrió la Argentina en tiempos modernos, todavía la sociedad política se debate en algunos dilemas que no han sido superados, aunque la razón debería indicar lo contrario.Todavía hay impulsores de las teorías de mano dura, de humillación de la democracia como camino para lograr la humillación de los pueblos, a través de su sujeción.En aquellos años de hierro, el pueblo se sometió por el terror: lo más importante que lograron los teóricos y prácticos de la dictadura fue acallar la oposición, sin adivinar, tal era la prepotencia de su pensamiento, que la gente callaba y se doblaba pero que nunca se quebraría, lo que la Historia luego demostró sin fisuras.Otro de los dilemas en los que aún se debaten algunas fracciones del pensamiento fue la teoría que se utilizó para justificar la masacre de los opositores: se habían puesto en un mismo nivel de poder, a opositores en armas y a armas en la presunta legalidad.Se explicó la matanza como si hubiera sido una guerra, una guerra tan desigual como que una estaba fuera del poder y ni siquiera aspiraba a tomarlo, y la otra lo tenía sujeto con candados de hierro candente.Terroristas y Estado no eran la misma cosa, pero la Dictadura no lo comprendió. Se trató de la represión ilegal que ejerció el Estado contra sectores sociales que habían elegido la ilegalidad para su combate. Aunque parezca increíble, aún hoy están quienes discuten que ambos lados estaban en idénticas condiciones de fuerza.El gobierno de los Kirchner ha logrado simpatías internacionales, y domésticas, por una suerte de pseudo reivindicación de los derechos humanos, de la que intentó adueñarse ignorando la larga historia de luchas de las asociaciones que se arriesgaron a perder la vida por defender la idea de la democracia.FalaciasLos Kirchner se apropiaron de logros de la recuperación del sistema, que en realidad consiguió el pueblo en las elecciones que coronaron a Raúl Alfonsín, e ignoraron la etapa histórica fundamental de aquel período de gobierno en que fueron juzgadas las Juntas, como si veinte años después fueran ellos los descubridores de la lucha por los derechos humanos.La ventaja de esa falacia es que muchos le creen, y "compraron" una de las facetas más atractivas de la primera administración del matrimonio y que le valió más puntos en las encuestas de imagen.Paradójicamente, y salvando las distancias, los esposos no desprecian al menos algunas de las técnicas de análisis que imperaron en los años de hierro.Hoy, sin ir más lejos, emparejan a los contendientes de una lucha diferente: los hombres del campo y los hombres del Estado. Bajan a los mismos métodos, los del enfrentamiento entre supuestos iguales, otra gran falacia que no han logrado entender.El Estado es una cosa y, en este caso, los productores son otra. El papel del Estado en una democracia es el de impartir equitativamente las leyes que ayuden al crecimiento de la sociedad, pero a través de las instituciones que deben ser respetadas en el sistema, y a través del diálogo y la conciliación.Diálogo y conciliación son dos instrumentos fundamentales de la democracia, pero que no han sido reconocidos en los hechos por los esposos Kirchner, aunque se autodenominen defensores firmes de los derechos humanos.También existen los derechos de los distintos factores que componen la sociedad, como los asisten hoy a los productores que realizan el paro más largo de la historia reciente en defensa de un interés sectorial.A los factores sociales les corresponde, en el sistema democrático, defender precisamente sus intereses de sector, y al Estado le toca mediar en esa tensión. Pero en este caso, el Gobierno se coloca como uno de los contendientes en la batalla, como si tuviera las mismas armas y posibilidades que sus supuestos enemigos.CifrasAsí, entre gallos y medianoche la administración de los esposos Kirchner decidió aumentar a casi la mitad el nivel de retenciones a los productos agropecuarios para llenar hasta no se sabe qué límites las arcas del Estado. ¿Planearán enviar esos fondos a bancos europeos, como hicieron en la administración de Santa Cruz?Uno de los hechos que mayor autosatisfacción le valen a la administración kirchnerista es contar números: decir cifras, que ocupan la mayor parte de sus discursos, como si los números por sí solos fueran una prueba contundente del éxito.Pero detrás de las cifras hay realidades que no terminan de aclararse.Se ha dicho que con la inflexibilidad que demostró el Gobierno frente a la protesta de los productores se estaba matando la gallina de los huevos de oro.Se planteó como una guerra, no como una medida económica, y así fue percibida por quienes sufren la medida. No es, como trata de hacer creer a la sociedad en general, que los hombres del campo son unos codiciosos incansables; son gente que trabaja, que atraviesa por el momento de mejores oportunidades para ellos -y en consecuencia para el país-. Si se agotaran en la pelea, la victoria del Gobierno sería como la de Pirro.La campaña pseudoidelógica que plantea el kirchnerismo, con el falso dilema supuestamente entre "campo y pueblo", no es creíble. Tampoco se puede prever el final de esta batalla, aunque se sabe, el poder siempre tiene más armas a mano para hacer arrodillar a su contendiente.La forma de gobernar del kirchnerismo está generando ya cuestionamientos incluso de aquellos que adhirieron en un cien por ciento. La imagen de Cristina, mal que le pese, de verdad está descendiendo en las encuestas.El método no es correcto. En pocos días una sucesión de muestras de fuerza (el "derecho de las bestias", según el fundador del partido al que abrazan los Kirchner) fue igual a una cadena de autoflagelaciones.Alberto Abad era, como eficiente titular de la AFIP, uno de los instrumentos de oro con que contaba el Gobierno para su principal anhelo: mostrar acumulación de reservas.Pero bastó una palabra suya en contra de un "pingüino" como lo era el titular de la Aduana, Ricardo Echegoyen, para que lo echaran sin miramientos y hasta ignorando las normas constitucionales que indican que las designaciones y remociones en el organismo se efectúan a través del Congreso.El ex funcionario abandonó su despacho con lágrimas en los ojos y en medio del aplauso de sus empleados. Un caso prácticamente inédito, un fenómeno, una gema para la actual administración. Pero todo eso no bastó para el horror que sufre el kirchnerismo a la crítica, al cuestionamiento. Un horror que trae muy malos recuerdos a los argentinos.
Escribe Carmen Coiro (Agencia EFE)
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