A los gobernantes serios y conscientes de sus responsabilidades hacia la sociedad en su conjunto, les fascina la gestión y relativizan los aplausos. Los que no lo son, el aplauso les fascina y relativizan la gestión. Ante la grave situación existente con el campo, nuestra presidenta optó por extasiarse con el aplauso de sus adictos, en ambientes cerrados y con invitados que viven bajo el paraguas de la sumisión a su omnipotencia y muchos de ellos enriquecidos en poco tiempo, y despreció el aplauso metálico condenatorio que le brindó todo el país, por su soberbia y desubicación ante el problema. Pero hubo también otro aplauso que aceptó y no acalló, como la sórdida agresión de sus matones suculentamente asalariados, para luego premiarlos por sus antidemocráticas actitudes, al mostrarlos ante todo el País entre los “selectos” personajes que la acompañaron en el estrado del acto de Parque Norte. Mientras en el campo, noche y día a cielo abierto, miles de trabajadores desesperados y angustiados por la falta de reconocimiento de sus derechos, saborearon solo el gusto amargo de luchar contra discursos impropios para el momento que se vive, la presidenta consideró relevante oír el canto de sirena de sus aduladores sentados en cómodas butacas.
Emilio Zuccalá
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