Este sitio esta destinado para manifestarse con entera libertad. El unico limite es el respeto y la honestidad intelectual.- Fundado el 4 de marzo de 2008 y editado en Mar del Plata,Argentina. Responsable editorial Alberto Castagnoli
miércoles, 14 de mayo de 2008
"LA MAMA DEL FRACASO"
Andrea del Boca y un programa de patética victimización.Más, el negocio de ser madre.Desde la condena de los errores amorosos, Andrea del Boca intentó reinventar su carrera a través de un patético reality show que pone en evidencia las miserias y promiscuidades de algunas mujeres que se victimizan por ser madres solteras. Como si la prevención, formase parte de otro mundo. Como si los cuidados anticonceptivos fuesen una mala palabra o bien, como si la soberbia del de a mí no me sucederá, preponderase.Sucede, que la tendencia sostenida es el temor a los embarazos. No se contempla, en la mayoría de los casos, las enfermedades de transmisión sexual. Y ello, no distingue clase social. Con lo cual, el colapso en materia de salud es evidente y la banalización de la sexualidad en tiempos volátiles, alarma. Pero para explotar lo banal de forma absolutamente lícita, está la televisión que siempre se encuentra en carrera para autorregularse conforme a las demandas de la sociedad de consumo. Contenidos de programación que a veces funcionan y otras veces, no. Todo depende de quién sea la cara visible del programa.En el caso del reality conducido por del Boca, se entremezclan panelistas vinculados al campo de la salud, al campo periodístico y algunos personajes del espectáculo que van a contar sus vivencias como madres o padres. Aunque muchos dicen, al igual que las madres que participan de una tribuna para el olvido, que ejercen ambos roles sin comprender que las ausencias nunca pueden suplirse. Son ausencias y nada más que eso. Tanto de un lado como del otro.Ahora bien, sin lugar a dudas, el programa es un rotundo fracaso, ya que los televidentes han manifestado en el encendido que la prefieren a la actriz llorando demencialmente durante una hora por los amores de telenovela que conduciendo un programa en posición de simulación de profundidad. Es decir, la actriz, desde que tuvo que atravesar su duelo sentimental televisivo al terminar su relación con el padre de su hija, comenzó a transitar un camino de “conciencia” que desembocó en un programa que emula ser un talk show con menos gracia que una tortuga.Andrea, lejos está de ser Moria Casan. La mujer que desbancó a Lía Salgado del manejo de éste tipo de formatos y que tienen su atractivo en las historias de vida combinadas con el carisma de la moderadora, lo bizarro y la desdramatización. O sea, el talk show se frustra si no tiene un armado que atraiga la atención del público en la vorágine del zapping.“La mamá del año” es el programa conducido entonces por Andrea del Boca en el marco de una sociedad que lo que menos desea es ver programas que versan entre el lamento boricano de las madres supuestamente abnegadas y el de una actriz convertida en conductora que se ha erigido como una súper mamá soltera.Todo gira entorno a la letanía, el llanto y a la consagración de la mujer al momento de ser madre. Entonces, llevan adelante un programa realizado, por ejemplo, desde la cárcel para experimentar levantar los apenas escasos 4 o 5 puntos de rating cotidianos. Buscan movilizar sensibilidades sin conseguirlo. Con lo cual, el fracaso en este nuevo rol es una realidad que la actriz debiese asimilar.Utilizar el cliché de la pobrecita al interior de una sociedad en la que muchas mujeres se han hecho eco de la cuestión de género siempre presente en el discurso de la presidente Cristina Fernández, es desvalorizar la condición femenina.La representación social de las madres en una cárcel no es algo que merezca ser aplaudido. Tampoco resaltado como si esa mujer tuviese un valor agregado. Encima de ser en su mayoría traficantes de droga o ladronas, se hicieron tiempo para llamar a la “cigüeña” y traer al mundo a una criatura en penosas condiciones.De ello se jactan porque en su universo de significados ser madre no es más que dar a luz. El futuro, se verá. Mientras tanto, ellas atravesaron por los oscuros caminos de la vida loca sin contemplar los riesgos. Sin pensar que un hijo se convertiría en una víctima. En un rehén de los actos delictivos de sus progenitoras. Aquellas que son etiquetadas como delincuentes por la gente y por carácter transitivo, también sus hijos estarán puestos en el panóptico social.Por herencia y por la insoportable realidad de ser un individuo concebido, en la mayoría de los casos, por negligencia. Bajo los efectos de la droga y el alcohol. O bien, en intentos absurdos de querer retener a una pareja que solía ser golpeadora al tiempo que legitimada en la permanencia de una convivencia enferma.El mensaje del programa es brutal. Se asemeja más a una sesión de psicoanálisis de la protagonista de “Perla Negra”, “Celeste siempre Celeste”, entre otras telenovelas, que un programa que aporte algo positivo y relevante para sus televidentes. Ni siquiera, proporciona distensión o un tratamiento riguroso y coherente de los temas.Salvo excepciones, son jueces que se basan en extravagantes recomendaciones frente a mujeres de escaso vocabulario y con historias que podrían haber sido evitados.Adriana Schettini, en una nota publicada en el diario digital de Gelblung titulada “La mamá del año”: cambiar para permanecer, habla de los tiempos de ensayo y error en la TV actual. http://www.minutouno.com/1/hoy/article/78676-“La-mamá-del-año”-cambiar-para-permanecer/La mejora que pueda haber experimentado el programa protagonizado por la cárcel de madres en Ezeiza se debe al morbo y al voyeurismo que tienen los televidentes. Todo aquello que tiene que ver con la oscuridad de la vida, con los espacios no transitados y conocidos a ciencia cierta, son atractivos. No obstante, su abuso deviene en un efecto rebote.En síntesis, la respuesta a la poca medición del programa, quizás resida, en que la productora ENDEMOL conjuntamente con Canal 13, habrán creído que el negocio de ser madre en la Argentina, es extensivo a la Caja de Pandora.
Escribe Laura Etcharren
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