Fue un día cualquiera de esta semana que termina. Yo viajaba a Buenos Aires en el tren del Sarmiento. Íbamos viajando como ganado, no quedaba un hueco ni siquiera para estirar la mano. Para peor mi telefonito no dejaba de sonar y de recibir mensajes. El aparatito me transmitía un clima de renuncias, un clima de incertidumbres, por un momento y de nuevo, sentí que radio pasillo se imponía. Los rumores irrumpen y se instalan, porque son como la “doxa” de los antiguos, son la manera del común de reimaginar el mundo y herir al poderoso. Mientras tanto, en el vagón, algunos discutían acaloradamente, discutían de política. Traté de estirar mi cabeza pero no alcanzaba a ver a los que participaban, que, parecían ser varios. Me llegaban ramalazos de frases a favor de los jubilados y en contra de todos “esos”, que parecen ser siempre los otros, a los que se maldice. Algunas mujeres a mi lado se sonrían cómplices, como buscando sumarse a algo, a alguna extraña forma de energía que se iba generando en el vagón. También, sentí que eran varios los que aprobaban con gestos, en realidad parece que no era yo el único que estaba pendiente de los que debatían en voz alta. Porque, cosa extraña, comenzaba a comprender que, en realidad no discutían, sino que debatían. A medida que iba captando frases veía que era un diálogo en que cada quien aprobaba al otro, a la vez que se diferenciaba y con el propio aporte, abría nuevos espacios oratorios. De vez en vez estallaban risas. Con las risas se distendían y alguno de los escuchantes se sumaba a la rueda y aportaba un comentario o algo gracioso, que siempre resultaba hiriente para los otros, para los que están arriba. Pensé entonces que, en el fondo estaban todos de acuerdo, en lo que se diferencian es en el qué, en qué hacer con los otros, de cómo sancionarlos el día que haya justicia… Reflexioné en que era lo mismo que hacíamos cincuenta años atrás delante de las pizarras de los grandes diarios. Ahora esas pizarras ya no existen, pero las mismas cosas ocurren en los vagones cargados a tope del ferrocarril Sarmiento que, no es precisamente el tren bala. El pueblo vuelve a expresarse, se revuelve inquieto, los que me rodean también sienten como yo y mi telefonito, sienten el olor del poder en crisis como si fuera el de una fiera herida, y como en épocas pretéritas, vamos detrás de ella, para rematarla, hace mucho que le seguimos el rastro de sangre y avanzamos mientras el hambre nos estrangula las tripas, estamos débiles, pero en las huellas y adherido a las ramas, sentimos el olor del miedo que exuda la fiera que escapa, y el olor nos hace encontrar nuevas fuerzas. Seguiremos yendo detrás de ella, como en un destino, hasta que la alcancemos y le demos muerte…
Los antiguos griegos la tenían muy clara, el Caos siempre antecede al Cosmos. El cosmos organiza el mundo para nosotros, organiza nuestras miradas, nuestra sociedad, termina organizando y controlando nuestras vidas, pero el Caos vuelve a escurrirse entre los resquicios del Orden como la lluvia, porque el Caos siempre vuelve. Como una pesadilla de los controladores que manejan el cosmos, el caos interrumpe lo que hacemos y nos vuelve a desordenar la vida, hace que nos equivoquemos, que las emociones y lo inesperado primen, y cuando creemos tener todo bajo Control, el castillo de naipes de nuestro ensoberbecido Cosmos se nos viene abajo, como a los niños que, en el fondo somos, y entonces es cuando circulan los rumores y renuncian los ministros, y la gente vuelve a debatir y a reírse con voces grupales en los vagones llenos como ganado del ferrocarril Sarmiento, mientras mi telefonito no deja de sonar trasmitiéndome rumores y noticias que reflejan cómo se desorganiza el orden. Los que me acompañan, tienen vidas opacas, van hacia sus trabajos malpagos, trabajos que no son fáciles pero que sobre todo son tristes, la mortificación constante es el régimen laboral que impera en la Argentina desde 1955. Más tarde, en los túneles del subterráneo iremos sorteando los niños que duermen el sueño del pegamento y del paco, pero en nuestro interior, sabemos que a los otros no les va mucho mejor, al menos en estos días en que el Caos los desorganiza y sufren la degradación de la energía con la que supusieron controlarlo todo. El instinto es como una brújula que nos acompaña desde antiguo, una voz silenciosa que une la manada y que inspira certezas pretéritas que nos aseguran que todo cambiará, alguna vez…
Un poco más tarde estaré en una entrevista periodística, una entrevista que aborda el Plan de Operaciones de Moreno y desde allí hasta el presente, la crisis del campo y las suertes actuales del peronismo. Menudo tema. El periodista, es en realidad, un escritor, conoce mis escritos y mi trayectoria más que mi propia esposa compañera. Claro que no me ama como ella, tal vez por ello entonces, no termina de comprenderme. Su pregunta es: tu mirada desde un Peronismo diferente, no solo viene de antiguo y es fundacional, sino que es obstinada y hace escuela, pero a pesar de ello, seguís estando solo. Muchos te escuchan, cada vez más, pero ellos también están solos, y aunque se aferren de tus palabras y las compartan, siguen estando solos. La pregunta es, cuál es tu propuesta, qué camino o cosa propones hacer a los muchos que te leen o que te escuchan y que comparten tu modo de ver y de sentir tanto al peronismo como al país? …No, no comprende. Yo no me propongo inventar algo nuevo, le repito. No me propongo proponer un camino o controlar de una manera diferente, dicen que pongo palos en la rueda de los que buscan controlar, pero en realidad, aunque ellos no lo imaginen, ni puedan comprenderlo, aquello a lo que se refieren, no es un palo, es el antiguo bastón de mariscal, que algunos llevamos todavía en la mochila. A ver si se entiende, lo repito, lo que queremos es tan solo y nada menos, que la historia vuelva a fluir, que las energías del pueblo continúen fluyendo por su antiguo cauce, que reencuentren ese cauce, que podamos retomar el pasado extraviado, una vez más, como ha ocurrido tantas, pero tantas veces en la historia argentina.
Es el fin de las certidumbres, y se trata de volver a Ilya Prigoyine, de volver a Perón, de retornar a Kusch, y sobre todo, se trata de comprenderlos. El Caos precede al Cosmos, desde siempre. Como en las series de televisión del superagente 86, cuando Kontrol nos domina, el caos muere y muere lo mejor de nosotros, que son nuestros sueños y nuestras libertades. Cuando sucede la degradación de la energía y comienza a desorganizarse la organización de los que pretendieron organizarnos, el viejo caos retorna, el viejo caos creativo y portador de todo lo nuevo, vuelve como una pesadilla, en especial para Kontrol, porque el caos es para los controladotes como la luz y el agua bendita para los vampiros. Con el caos volvemos nosotros, vuelve la gente, vuelve el avión negro, vuelven los caballos de la montonera atados en la pirámide de Mayo, las patas en la fuente, los caceroleros del 2001, vuelve también, aquello tan gráfico y que siempre me ha parecido divertido, el que seamos como los gatos en la noche: cuando algunos creen que nos peleamos, y en realidad nos estamos multiplicando. .. Por supuesto, el autor de la imagen no hablaba de ningún partido político, no hablaba de ninguna estructura de control, no hablaba del crecimiento, ni de los índices del producto bruto por supuesto, hablaba y refería al caos y de cómo aprender a fluir con el caos. Este es el pensamiento que proponemos restablecer, el de comprender a la Naturaleza y aprender a fluir con ella.
El instante del caos, suele implicar un momento en que se produce, tal como decía nuestro entrañable Ignacio Lewcovicz, un desfondamiento de las instituciones; es un momento en que se restablece el estado de catástrofe y en que el Pueblo se reencuentra… durante un instante se da ese milagro en que volvemos a experimentar que todo es posible, y que un sueño lejano y querible podría reinstalarse. Luego, es probable que los controladotes, que los hay de a millares, traten de apagar la fiesta o acaso de consumirla por extenuación como hicieron con las asambleas de Buenos Aires en el 2002. Seguramente tratarán de organizarnos como hacen cada vez que ganamos las calles ¿Quién les pidió que nos organicen? Seguramente, tratarán de matar el caos en que nuestra energía fluye loca y alegre, no importa que algunos muramos, siempre el pueblo paga con muerte sus fiestas, tal vez porque la muerte acompaña a la vida de manera inevitable, y porque una no puede estar sin la otra, como en el humus de la tierra que nos alimenta, como en las generaciones que se suceden de abuelo a nieto, como en las memorias que vamos reconstruyendo en aquellos que nos sucederán en la historia, que vamos haciendo cada día.
Ellos, los que pretenden controlarnos, ellos, los que, desde el Plan de Operaciones de Moreno hasta ahora, pretenden ganarse a las masas por el temor a la autoridad y no por el convencimiento y la adhesión profunda de los corazones, los que procuran organizarlas en nombre de sus propios ideales o utopías, intentan hacerse respetar y reconocer a los gritos o con decretos. No pueden comprender algo tan evidente desde siempre, como que, si hacemos crecer la organización en un lugar, en algún otro, crecerá necesaria, fatalmente, la desorganizació n. Desde aquellas órdenes tremendas de arcabucear a los enemigos, a las actuales de ponerlos de rodillas, existe una ilación que enhebra voluntades del poder, voluntad que la historia suele arrojar por la borda… La energía tiene dos polos, no podemos controlar la vida, lo que podemos es vivir la vida, podemos organizar algo evitando el desorden y para ello debemos respetar el Caos, podemos llegar de esa manera a fluir sobre el caos y en todo caso a vencerlo como en la arena el torero juega con el toro. No siempre vence el torero… el juego es peligroso, en el juego hay que poner la vida en juego, y ese riesgo de comprometer la vida en cada acto de la vida, no es sencillo para el común de los que nacieron para organizar, que aprendieron a poner la vida en riesgo, pero en una lotería donde tienen siempre muchas chances de no perder. Comprometer la vida con la vida es, en cambio, un juego donde siempre se pierde, o se pierde el ego, porque el premio es que gane el conjunto. Ese es el legado y el secreto del bastón en la mochila, que ellos ignoran y que no pueden comprender, el bastón que es bastón para los que tienen el poder interior de ser guerreros de una guerra por la vida, para los otros, es tan solo una maldición o un palo en esa rueda con la que tratan de mover el mundo.
Hemos perdido la capacidad, de leer las catedrales, tampoco sabemos interpretar los antiguos mensajes que nos dejaron las generaciones precedentes. El arte del toreo expresa al hombre frente a la fuerza brutal de la naturaleza, y en los diversos lances del torero, este no lo enfrenta al animal, ni la enfrenta a la fuerza de la Naturaleza, no la contraría, juega con ella, la deja pasar a su costado como al toro en la verónica o en la media verónica, lo va agotando mientras él, con dominio de sí, se mueve con donaire frente a la fiera. Estos dirigentes nuestros no solo confrontan con el toro de frente, sino que a veces, en sus extravíos parecieran darnos cátedra sobre un peronismo descerebrado al que hay que proveerlo de los instrumentos científicos. Ni siquiera entendieron que los manuales marxistas que leyeron cuando jóvenes, expresaban apenas el intento mágico de congelar el pensamiento de alguien que, asimismo, y con los instrumentos de pensamiento de su época, trataba de comprender el fluir de la energía y avanzaba a ciegas en la oscuridad, como hacemos nosotros cada día. Nos lo dice Raúl Cerdeiras, el pensador amigo, y le creemos, todo lo que podemos y lo más que podemos es pensar, pensar y hacer que los otros piensen. Estos dirigentes nuestros, que, en realidad tampoco nos dirigen, en verdad son un bochorno, son nuestra desazón y nuestra pesadumbre de cada día, cada mañana con el diario, nos recuerdan que la Argentina sigue siendo un valle de lágrimas. Qué podemos hacer, sino pedirles que superen sus rencores, su antiperonismo visceral y sus desencuentros históricos de los años setenta, y lean el libro de Perón acerca de la Conducción.
Gravísimo escándalo: el referente académico de la Argentina en violencia familiar y en maltrato, connotado consultor nacional e internacional, parece que en verdad era un psicópata que gustaba practicar el estupro y disfrutaba de la pedofilia. Ya ocurrió algo semejante con el sacerdote más mimado por Cavallo, por Menem y por la televisión argentina. El sujeto que hacía felices a los niños, contaba con el respaldo de los grandes diarios, con la contribución generosa del INTA Castelar y con el patrocinio económico de las grandes empresas. No puedo menos que interrogarme sobre el sino de nuestros sectores medios, en sus búsquedas de liderazgo, casi una tragedia vinculada tal vez a un mestizaje que nos cuesta asumir, y que es una herida irresuelta de la personalidad colectiva. El grueso de los movimientos revolucionarios latinoamericanos de los años setenta fracasó y además fueron duramente derrotados, pero, al menos pueden enorgullecerse de sus líderes que acabaron de manera heroica o hicieron lo imposible para terminar sus días políticos de un modo consecuente con sus luchas. En nuestro país, miles de jóvenes se inmolaron detrás de la conducción de alguien, que, probablemente, era un doble agente. Preferimos no hacer nombres, pero sabemos que esta lleno el escenario político de gente que lo siguió hasta avanzados los años ochenta, que habrían dado su vida por ese sujeto y que ahora, jamás hablan de su pasado. Nuevamente la vergüenza ajena nos abruma y comprendemos la dificultad de nuestros sectores medios para reencontrarse con la historia contemporánea, aún más todavía, con su propia historia, y comprendemos, aunque no justificamos, la extorsión moral que sufren muchos de nuestros intelectuales, tratando de ver procesos esperanzadores donde lo que hay, son solo simulacros.
Por último, quiero decir que algunos se sorprenden que desde el peronismo se pueda disentir de las versiones de la historia y de la interpretació n del Peronismo, que nos dan los progresistas. Es un tema complejo que a mi también me sorprende. Me sorprende que puedan sorprenderse de que a mi me sorprenda, y asimismo me sorprende que algunos intenten saber qué es el Peronismo y asistan a clases con alguien que no sólo no es peronista, que ni siquiera lo fue cuando supuestamente lo era, y que tampoco lo fue cuando operaba dentro mismo del peronismo para cambiarle su sentido. Me sorprende entonces que se sorprendan de que yo me sorprenda, que me sorprenda de esa versión que nos venden, de un peronismo en clave roja pachanguera que, descolgado del movimiento, nos trajera de la isla en el años 65 nuestro querido y entrañable gordo Cooke, del que ahora pretenden hacer el fundamento de tergiversaciones y contrabandos tardíos, y por ello mismo anacrónicos, aunque justificantes de sus propios desvaríos y desconciertos.
Solo quiero recordarles a tantos despistados y manipuladores, que no importa lo que digan, la realidad es que nosotros no estuvimos en aquel picnic emblemático de la Plaza San Martín, el 12 de octubre de 1945, que tan bien describe Manuel Gálvez en alguna de sus novelas, ese picnic en que se convocó la oligarquía tanto como el llamado frente popular, pero la oligarquía de verdad, no este mestizaje actual en procesos de corral de engorde, que muerde el freno ante los Agronegocios. Estaba en aquellos momentos en la Plaza San Martín, la vieja y patricia oligarquía vacuna, con sus sirvientes distribuyendo canapés y sus miembros festejando con champaña junto a algunos izquierdistas notorios, mientras el Almirante Vernengo Lima, Ministro de Marina, desde los balcones del Circulo Militar, anunciaba a la multitud paqueta y exultante, que el gabinete había renunciado y que “nuestro país tiene en estos momentos la gran tabla de salvación, que es la Corte Suprema ”.
Por favor, que nadie piense cuando uso la primera persona del plural, cuando digo nosotros, que me refiero a la propia historia personal, que no tenía edad para ser actor de aquellos acontecimientos. Estoy refiriendo a una filogenia a la que es necesario adscribir o retomar, para hallarle un sentido, tanto al pasado inmediato como a los proyectos de futuro. Sorprendentemente, es una filogenia que hoy nos permite comprender la globalización. Con todo el equipamiento del marxismo leninismo, son unos cuantos los que continúan sin comprender lo que ocurre. Aún más todavía, se acaban de enterar quienes son Cargill y Monsanto, y todavía no terminan de aceptar qué, gracias a Claudio Lozano, a Mario Cafiero y a la Senadora Elena Corregido, el Estado argentino recuperará mil setecientos cincuenta millones de dólares, acerca de los cuáles unos cuantos decisores se hacían los distraídos. No es poca cosa, al menos como para pensar en todo lo que podríamos hacer.
Escribe Jorge Eduardo Rulli(Difundido por Radio Nacional AM el 27-07-08)
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