La "revolución" que depuso al caudillo radical marcó la división entre la sociedad política y la sociedad militar. La Corte reconoció la legitimidad del gobierno de facto.
"La crisis económica que atravesaba el país, los violentos ataques de la prensa, la persecución de estudiantes, la corrupción administrativa y el favoritismo en las fuerzas armadas prepararon el ambiente para una revolución de corte netamente militar" (sic). Con esta descripción, Vicente Fidel López presenta, en su Historia de la República Argentina, el capítulo referido a "La revolución del 6 de setiembre de 1930". Precisamente, hace hoy 79 años, el general José Félix Uriburu inauguraba, con el derrocamiento del segundo gobierno del radical Hipólito Yrigoyen, la seguidilla de golpes de Estado que interrumpirían la institucionalidad argentina durante buena parte del siglo XX."La causa determinante de la caída de Yrigoyen radicó en la coalición de fuerzas políticas, militares y económicas, que desde el comienzo de la segunda presidencia del caudillo radical volcaron todos sus esfuerzos a desestabilizar al gobierno. Así cobra sentido la célebre frase de Federico Pinedo: 'La revolución no llegó como un rayo en pleno día de sol'. En definitiva, algunos aportaron socavando la adhesión de las bases populares del yrigoyenismo y otros acompañaron la actividad subversiva de los militares, poniendo en acción un juego de pinzas que también caracterizará la coyuntura previa de otros golpes de Estado posteriores en la Argentina", dice Mario Rapoport en Historia económica, Política y Social de la Argentina.En el golpe de Uriburu confluyeron múltiples factores. Por un lado, el intento conservador de restaurar su régimen, intentona que en el mediano plazo se revelaría fallida.Por otro lado, la intervención directa de los militares en el terreno político. "El llamado 'profesionalismo' había cedido a la denominada 'politización' de las fuerzas armadas", advierten Carlos Floria y César García Belsunce en Historia de los argentinos, donde advierten que a partir de la experiencia uriburista se advertirá en el país la escisión entre la sociedad política y la sociedad militar.En tercer término, el yrigoyenismo atravesaba serios problemas políticos. En el terreno electoral, el oficialismo radical había experimentado su primera derrota en marzo del 30, durante los comicios para la renovación de diputados. Internamente, la sangría entre "personalistas" (yrigoyenistas) y "antipersonalistas" era tremenda.A ellos se sumó el cimbronazo de la Gran Depresión norteamericana, que se inicia con la caída de la bolsa de Wall Street en 1929. Esa crisis, subraya Francisco Delich en La cultura de la ingobernabilidad de América latina, arrastraría a toda esta parte del continente: entre 1930 y 1932, 17 gobiernos serían desplazados de diez países latinoamericanos.El voto calificadoLópez destaca que, apenas llegado al Gobierno, el uriburismo puso de manifiesto sus planes de reformar la Constitución Nacional y la Ley Sáenz Peña. Esta última había establecido el sufragio universal masculino secreto y obligatorio a instancias de Yrigoyen, en 1912, lo que le valió al radical ser considerado populista por el orden conservador.El objetivo político de Uriburu (explican Floria y García Belsunce) era producir cambios en la Constitución que introdujeran en el régimen institucional notas corporativas. Eso buscaba, por un lado, evitar el predominio de los políticos profesionales, que el militar consideraba "nefasto"; y, por otro, impedir, mediante el voto calificado, la reedición de experiencias como la yrigoyenista. "La restricción del sufragio y la representación funcional de grupos eran las líneas de fuerza del difuso programa de Uriburu", explican los historiadores.Para llevar adelante su plan, Uriburu planeaba realizar elecciones en las provincias donde predominaban fuerzas que le eran afines y, con sus congresistas, enmendar la Carta Magna. El proyecto murió el 5 de abril de 1931: en las primeras elecciones, triunfaba en Buenos Aires el radical Honorio Pueyrredón.El uriburismo duró 17 meses y cumplió su cometido de proscribir al yrigoyenismo: prohibió que en los comicios del 8 de noviembre de 1931 (los ganaría Agustín P. Justo merced al "fraude patriótico), fueran candidatos los que habían sido funcionarios del caudillo radical."Los conservadores manejaron muchos años el país como cosa propia. Cicatearon la opinión del pueblo, trampearon las votaciones, sin que el pueblo contuviera su voracidad y su fullería. Se enriquecieron y se entremezclaron con los terratenientes antiguos y respetados... Mas luego, los conservadores, ensoberbecidos, supusieron que el país les pertenecía y entraron en confabulaciones con los capitales extranjeros... Y caducaron, lamentablemente", escribió Raúl Scalabrini Ortiz en 1931.La crisis de la crisisEl golpe se veía venir, incluso, en Tucumán (Ver...). "Contó con la pasividad de la población y con el faccionalismo y la inacción del partido oficialista. A los pocos días, el gobierno de facto fue reconocido por la Corte Suprema de Justicia. Por primera vez, la máxima instancia judicial legitimaba el quebrantamiento de la legalidad constitucional", recuerda Rapoport."El orden constitucional estalló sin que muchos lo deploraran -puntualizan Floria y García Belsunce-. Los argentinos apenas se dieron cuenta de que, entre todos, habían llevado a su patria a la crisis de la crisis...". Comenzaba una experiencia que moriría, con el golpe militar de 1943, de la misma manera en la que había nacido.
Gentileza de www.lagaceta.com.ar
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