sábado, 17 de abril de 2010

INOCENCIAS CRUZADAS (PARTE 2)

*Jose Luis Jacobo
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Vivimos en una paradoja temporal, donde el pasado se hace presente a cada instante. Las más de las veces en los reclamos de filiación, en hijos y nietos recuperados, en quienes lograron establecer su auténtica identidad; otras, en anuncios que encubren el pasado bajo la forma de acciones judiciales. Por caso, el del juicio que se lleva a cabo en La Plata contra ex agentes penitenciarios que actuaron en los años del Proceso.Lo absurdo del caso es que el tribunal que juzga a Abel Dupuy, Isabelino Vega, Víctor Ríos, Elvio Cosso, Catalino Morel, Ramón Manchado Fernández, Jorge Luis Peratta, Segundo Andrés Basualdo, Valentín Romero, Héctor Acuña, Raúl Aníbal Rebaynera, y a Carlos Domingo Jurio, Enrique Leandro Corsi y Luis Domingo Favole está integrado por Roberto Atilio Falcone y Mario Portela, ambos jueces del TOF Mar del Plata y con un pasado que claramente los debería mantener alejados de toda acción de reparación judicial en esta delicada materia.
Pero no siempre las sombras del pasado son tan claras. A veces se exhiben con impudicia ante los ojos del ciudadano desprevenido. Es el caso de la conversación mantenida entre Carlos Radicci y Fernando Cuesta en una radio local. El secretario general de los bancarios marplatenses está en un raid de declamación de su honestidad. En la charla, Cuesta desgranó su posición sobre que existe una Bancaria “paralela” que maneja fondos y organiza encuentros multitudinarios. Claro que no son mentiras, sino elucubraciones armadas para generar desgaste en sus opositores. Más aun cuando se mezcla la cuestión con el detenido Zanola, y se hacen afirmaciones sobre el origen de los fondos por lo menos temerarias. La plata de estas justas deportivas de la Bancaria proviene de fondos de la misma caja de la organización. No hay misterio. Si Cuesta quisiera cuestionar esta manera de disponer de los recursos de los bancarios, lo debería hacer en su misma organización, no haciendo una película de misterio que lleve a equívocos. Y aquí es donde el pasado se hace presente. Carlos Radicci fue informante de la DIPBA (Dirección de inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires). Según ha relatado oportunamente el ex agente de Inteligencia del Ejército Ricardo Oliveros, había que “filtrar” los informes de Radicci, quien usaba su relación con la DIPBA para obtener dinero de empresarios a los que solía asustar de muerte con relatos de posible interés sobre ellos de parte de los servicios de inteligencia, por posibles cuestiones de corrupción o vinculación con la guerrilla. La relación fraterna entre Radicci y Cuesta, la confesión de la esposa de Cuesta, Emilce Moler, que luego de liberada en La Plata estuvo por años monitoreada por los servicios, tejen puentes claros que explican semejante fraternidad. Nadie que no haya tenido una secuencia cuando menos “curiosa” con este nefasto personaje que ha hecho por años de periodista puede estar vinculado fraternalmente al mismo. El lenguaje de la charla mantenida entre Radicci y Cuesta responde a la técnica típica de los servicios de relacionar elusivamente términos en apariencia inocuos que van perpetrando una auténtica acusación sugerida, nunca explicitada, que busca destruir la honra y el buen nombre del otro de manera sibilina

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