viernes, 7 de enero de 2011

EL ADIOS MAS TRISTE

Esteban Schoj y Juan Pablo Lo Cicero para el Diario Tiempo Argentino

Te vas. Juan José López no le perdonó el faltazo al primer día de pretemporada y, con el aval de Passarella, ayer le comunicó a Ariel Ortega que no está en sus planes para 2011. Fin de ciclo para el último gran ídolo de River.
Estoy mal. Decía. Aunque no podía explicarlo. Ni entender que segundo a segundo estaba cayendo en esa terrible forma de sentir cerca, muy cerca, que ese era el final de la historia. Ariel Ortega, al final de la práctica, con la mirada perdida, salía caminando del playón de River. “Dijo que no me iba a tener en cuenta”, contaba con una voz que ponía firmeza en palabras que, en el fondo, estaban llenas de tristeza. Para él. Para los hinchas que, de lejos, lo miraban salir sabiendo que era el ocaso de tanto amor. Para los compañeros que perdían un referente que en el vestuario sabía decir palabras justas. Para la historia riverplatense: esa que tantas veces lo condecoró como héroe y, hace un tiempo, como un antihéroe.
Porque de eso se trata esta despedida. De la ida de un ídolo, que se despide en lo que era una crónica de una salida anunciada. “Con el Negro no va a poder joder”, comentaba Daniel Passarella hace un tiempo. Y tenía razón: Ortega faltó el martes a la práctica, justificando que estaba con un problema estomacal, y Juan José López le anunció que no lo tendría en cuenta. Algo así, también, le había dicho el último 8 de diciembre, previo a la derrota de River contra Estudiantes por 4-0, cuando Ariel había estado ausente en la práctica. “Así no me servís”, le dijo ayer y marcó el último de los adioses del Burro.
Porque esta era su cuarta etapa; había jugado en los períodos 1991-1996, 2001-2003, 2006-2008 y 2009-2010. La más complicada. La más difícil. La más cuestionada por un mundo que, con irrespetuosidades varias, lo acusaba de “borracho”. Y justifica el adjetivo quejándose de sus constantes faltas a los entrenamientos; esas por las que Diego Simeone lo había marginado del plantel en 2008, con un tibio apoyo de José María Aguilar.
Y duele, claro que le duele, porque en cada uno de los pedacitos de vida que transcurre por este River está su historia. El Burro debutó en River hace 19 años, un 14 de diciembre de 1991. Ganó torneos locales, consiguió una Copa Libertadores y, sobre todo, hizo emocionar a más de uno que, antes de ir a una cancha, poco sabía lo que era la alegría. O la felicidad cercana a la pelota.
Enfrentando un mar de periodistas, camina sabiendo que esta vez es la última. Que dentro de sus tantas varitas mágicas, esas donde sus enganches le encontraban soluciones a todo, esta vez no había escapatoria. Ya no servía el recuerdo de ese gol a San Lorenzo, el 5-0, en el que le picó la pelota a Sebastián Saja. Ni la memoria de esas mil gambetas que terminaron en un golazo a Ferro. Tampoco el recuerdo del 3-2 contra Boca, en el que fundió a Carlos Navarro Montoya, en 1994. Nada cambia la decisión de J.J. López que le deja en claro a él y a todo al que le pregunte que: “Tiene la libertad para buscarse otro club.”
Que, al fin y al cabo, es otra vida en un tipo como Ortega. Porque River es su forma de respirar. Su lugar, además de Ledesma (Jujuy), en el mundo. Ese donde Passarella, el mismo que ayer formó parte de la decisión de la salida del Burro, fue quien más lo cuidó y le permitió ser. Quizás, la salida de Ortega por ese playón, tan colmado de tristezas como para apagar la calidez de un sol que fulmina con su densidad, marca eso: dejar de ser. Dejar, definitivamente, River.
Entonces, se escucha, en esos pasos llenos de angustia, el recuerdo de una popular que tembló tantas veces con ese canto estruendoso de “Orteeega, Orteeega.” Y se siente por la cantidad infinita de marcas que deja en River.
“Estoy mal”, vuelve a repetir. Diciéndolo él. Diciéndolo los hinchas en todas partes. Diciéndolo un playón lleno de recuerdos. Diciéndolo un Monumental que guarda entre sus mejores memorias esas gambetas llenas de fantasía.
Diciéndolo, triste y solitario y final, en este último adiós.

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