martes, 4 de enero de 2011

UN AÑO SIN EL FUEGO DE TU AMOR

Por Juan Manuel Strassburger para el Diario Tiempo Argentino

El recuerdo del ídolo que cambió la música popular para siempre. Su música, sus películas, Olga y, por supuesto, “las nenas”, que hoy se congregarán en su casa de Banfield y en el cementerio de Burzaco para homenajearlo.
A un año de la muerte de Sandro, como consecuencia de un doble trasplante de pulmón que al final –pese al buen pronóstico inicial– no pudo resistir, lo que se cumple también es el aniversario de la impresionante muestra de afecto que, a pie o a través de los medios, recibió de buena parte del país, que primero se consternó con la noticia de su muerte y se hizo presente en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso para velar su restos aquel lunes 4 de enero de 2010; y luego, al día siguiente, acompañó en masa el traslado del cajón hasta el cementerio Paz Gloriam de Longchamps, ahí nomás de su amado Banfield, donde se crió y vivió hasta casi el final de sus días.
“Yo no soy una leyenda. Soy la historia viva de una buena parte de lo que pasó por aquí en los últimos 30 años”, solía explicar cuando le preguntaban por las razones de tanto éxito. Y tal vez allí, en la conciencia de ese poder particular, haya radicado la potencia de Sandro: un cantante que aun en su madurez seguía generando euforia en su público (formado en gran parte por “las nenas”, señoras que rejuvenecían 30 o 50 años cada vez que lo iban a ver) y, al mismo tiempo, la consideración y el respeto de sus pares.
“Canto para mí. Lo mío es un divertimento cargado de humor, a veces mechado con cosas pseudo-profundas. Nunca quise ser apóstol ni profeta”, decía. Sin embargo, aquel 4 de enero, Sandro fue más apóstol y profeta que nunca, monopolizando con sus canciones e imágenes la mayoría de los canales y radios del país, y logrando que el mundo del espectáculo en pleno (desde Susana Giménez, Soledad Silveyra y Mirtha Legrand, hasta Cacho Fontana, José Angel Trelles, Jairo y un larguísimo etcétera) se rindiera a sus pies con palabras que casi siempre se sintieron sinceras. Se había ido un hombre importante, pero también muy querido.
“Esto es muy sencillo: el mayor capital puede tener un humano es afecto y respeto de otro humano. Si perdiste eso, perdiste como loco”, decía un hombre, que justamente, no siempre recibió la consideración de parte de la crítica o de sus pares, aun cuando su popularidad era sin dudas genuina, y su estilo –ya lejos del Elvis criollo de sus inicios, en los ’60– había alcanzado una madurez y una singularidad indiscutibles. Ese Sandro, el de la voz grave y temblorosa, el que no temía caer en el ridículo cuando se contorsionaba al compás del melodrama que cantaba, fue sin dudas el mejor Sandro, el que lo hizo famoso y único.
“Cuando hago los movimientos sensuales en el escenario siento que abajo, en la platea, deben de haber miles de ratones corriendo carreras. ¿Qué miran esas chicas? ¿Qué necesidades tienen? ¿Qué vacíos? Me intrigan”, sostenía sobre sus festejadas perfomances en vivo. Y detallaba: “Pienso en el escenario como un templo y el living de mi casa, al mismo tiempo.” Quienes pudieron verlo en vivo lo confirman: Roberto Sánchez era un encantador de masas (no por nada en 1999 llegó a colmar el Gran Rex durante 40 funciones consecutivas), capaz de conducir la emoción de todo un teatro con apenas un gesto de manos o un rapto de silencio.
Sin duda, Sandro fue un artista récord. A lo largo de su carrera grabó 52 discos de estudio (de los cuales vendió más de 8 millones de copias) y se presentó cinco veces en el Madison Square Garden de Nueva York, convirtiéndose en el primer artista latino en llegar a esa meca de la industria musical del mundo. Pero como todo cantante popular que se precie de tal, Roberto Sánchez también brilló en el cine y realizó 16 películas, la mayoría rodadas en la década de 1970, que profundizaron su perfil de sex-symbol todo terreno.

En la música, su origen estuvo ligado al rock, con su participación en los primeros tiempos de La Cueva y una amistad con quienes luego fundaron el rock nacional (Litto Nebbia, Moris y otros). Sin embargo, fue recién a fines de los ’70, con la balada de corte dramático (de ahí, el apodo “Gitano”), que Sandro terminó de explotar como artista integral. Temas como “Quiero llenarme de ti”, “Trigal”, “Rosa Rosa”, “Tengo”, “Penumbras”, “Mi amigo el puma” y “Así” (la mayoría compuestos junto a su socio artístico de toda la vida, Oscar Anderle) fueron éxitos instantáneos y rotundos.
En la pantalla grande, en tanto, la repercusión le llegó temprano con el protagónico de Quiero llenarme de ti, de Emilio Vieyra, en 1968. A partir de entonces enhebró una serie de comedias románticas que fueron un éxito de taquilla y consolidaron su arraigo popular. La vida continúa y Gitano (ambas de Vieyra), lo mostraron sensual y juvenil, mientras que en Siempre te amaré y Destino de un capricho (dirigidas por Leo Fleider) intentó un camino más adulto, más acorde al curso romántica que su carrera como cantante había alcanzado entonces (mediados de los ’70). La cumbre, sin embargo, fue Tú me enloqueces, en donde no sólo se dio el gusto de dirigir, sino también de compartir el protagónico con Susana Giménez, con quien estableció una gran amistad hasta el día de su muerte.
“Yo puedo perder la vida, pero la vida no me la pierdo”, decía Sandro a la hora de resumir tanta vida vivida y, también, algunos excesos, sobre todo una dieta cargada en grasas y calorías, y esa adicción al cigarrillo, que arrancó a los 13 años y recién pudo terminar a los 52, cuando ya el enfisema en el pulmón era un hecho irreversible y la única solución posible era un complicadísimo transplante cardiopulmonar. Tras largos años de espera en la lista del Incucai, la buena noticia llegó a fines de 2009: Sandro, el novio de América, ya tenía un donante a su medida. Y tras una gran despliegue –que incluyó el viaje exprés en un charter a Mendoza– el cantante pudo ser finalmente operado. Y si bien su cuerpo reaccionó bien al principio, tantos años de deterioro cobraron factura y una serie de infecciones y complicaciones determinaron su final hoy, un año atrás. Cuando murió un ídolo y nació una leyenda popular.

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