martes, 4 de enero de 2011

QUE SE CUMPLAN LOS DESEOS PUEDE CAMBIAR EL NUEVO AÑO

* Eduardo Cao
www.elretratodehoy.com.ar


Entre deseos de prosperidad, muestras de amor y el clamor por la paz, dejamos atrás otro año y otra década. Para muchos, los brindis sucedieron a los balances. Ineludibles todos: balance, brindis y deseos. Quien diga que no se sometió a esos ejercicios, o miente con descaro o pagó una fortuna para celebrar en la Luna (no la de Valencia, en la otra). Y el que asegure que no lo invadieron, en esos mismos momentos de festejos, impresiones opuestas, no sé si miente, pero … ¡pobre de él!Lo confieso: tantos balances escritos sobre un año que termina y sus correspondientes augurios para el idem que se inicia, me encuentran, con casi cinco décadas de ejercer esta profesión inigualable, con sensaciones contrapuestas.

Lo mismo me ocurre con el brindis de las 12 de la noche, que el científico huso horario de los meridianos ubica desde las 8 de la mañana hasta bien entrada la madrugada argentina en otros lugares de este heterogéneo mundo.

El brindis de Año Nuevo pasó por mi vida desde la sidral (equivalente en La Plata a “la bolita” marplatense) o la Bidú Cola al vaso de vino Crespi común rebajado con cantidades industriales de soda del verde sifón de vidrio, que nos permitía alguno de nuestros no todos los días complacientes abuelos y después a la sidra, aún hoy y por siempre vigente aunque ahora dispute preferencias con otras bebidas burbujeantes que tratamos y no siempre logramos de neutralizar en su graduación alcohólica con el helado de limón al agua.

Volvamos a los balances y brindis. Acompañan a ambos, por lo menos desde que dejamos la mamadera, los consabidos deseos de felicidad, amor y pródigos días por venir. En realidad, son esperanzas manifiestas de un mejor futuro en los 365 días que nos aguardan. Y está bien que así mantengamos nuestra fe: ayuda a convivir con una realidad que a veces golpea más de lo que acaricia.

¿De dónde proviene el atisbo de confusión, entonces? Trataré de explicarlo a la argentina y con los argentinos como héroes y villanos, que de eso se trata, en definitiva, el protagonismo… y la política. Después de todo, somos animales políticos.

Primer brindis y los consagrados como ineludibles tres deseos: bienestar para la familia, bienestar para los amigos, bienestar para el país. Para mí, ese es el orden, aunque usted podrá modificarlo según su estado parental y su generosidad social.

Y aquí viene el problema mayor: el deseo cumplido y el deseo no cumplido, éste transformándose en deudas con pagarés a supuesto corto plazo que terminan hipotecando a generaciones enteras.

Aquellos abuelos de las gotitas de Crespi, con seguridad desearon nuestra buenaventura y estuvieron a punto de conseguirla. Claro, en ese entonces, la palabra y el honor valían más que cualquier papel firmado. Pero seguimos nosotros y ya la cuestión no fue la misma; ni siquiera parecida en un mundo cambiante, desafiante, individualista, globalizado en intereses materiales, desmembrado en lo social.

No pienso que todo tiempo pasado fue mejor. Ni siquiera que los que nos precedieron fueron dechado de virtudes, sin defecto alguno. Humanos como eran, hicieron lo que pudieron. Que fue mucho y marcó un camino recto que convertimos en zigzagueante por voluntad –o la falta de ella- propia.

Tampoco crea usted que reniego del celular, la computadora, el LCD, ni de la 3D y todas las maravillas contemporáneas. Abro el paraguas, admitiendo, eso sí, que el paso de los años (que son muchos y continúan sumando), hacen que valore más los faltantes: el esfuerzo, la solidaridad y en particular, el ejercicio de pensar por nosotros mismos.

Del esfuerzo, la solidaridad y el pensamiento se nutren aquellos deseos que, lamentablemente, manifestamos sólo en ocasiones como la Navidad y la entrada del Año Nuevo.

Con una mano en el corazón: ¿Qué hacemos para trasladarlo a la realidad cotidiana, propia y social, luego de esos mágicos momentos de celebración? Poco, casi nada, dominados como estamos por el culto al mesianismo, por hacer y hacer mal, por descargar nuestras propias responsabilidades en etéreos (a veces también terrenales) seres malignos o, más simple, en el “otro”; por reclamar que se cumpla la ley, conculcando los derechos de los demás. La lista sigue.

A lo mejor –y esta es la esperanza- en este 2011 en pañales se nos da a los argentinos eso de desear, pensar y cambiar.

Si eso ocurre será, sin duda alguna y por fin, un

¡FELIZ AÑO NUEVO!

caoelretrato@live.com.ar

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