lunes, 7 de marzo de 2011

LA INCULTURA ARGENTINA

Escribe Dra. Maria Fernanda Panizo

Esta es la historia de una familia argentina que estuvo signada por el sacrificio y la voluntad de todos sus antecesores, por tratar de lograr la realidad que más los acercara a la dignidad de quien se gana el pan de cada día. La lucha diaria en lo que cada integrante de la familia sabía hacer, era constante. Siempre hacían lo mejor que les salía con toda su valía, a pesar de las circunstancias sociales y políticas que transcurrían. Rodeados de una política Argentina inconsistente, inadecuada e irracional que iba llevando al país a un proceso inflacionario imparable y a un estado de anarquía decadente, cada vez les costaba más sobrevivir. El año 2010 no había resultado fácil. Saber que la política imperante estaba siendo declamada por quienes habían participado de la guerrilla de la década del 70, los enervaba sobremanera, aunque ésta familia en esa época no demostraba inclinación por una postura u otra. Lo que les daba bronca e impotencia era que este gobierno estaba llevando a juicio por delitos de lesa humanidad a todos los llamados represores de la dictadura militar, y no sólo a ellos, sino también a quienes de un modo u otro les habían prestado colaboración, mientras que por otra parte, quienes en esa época habían conformado el grupo montoneros, hoy por hoy no era juzgados y ni siquiera mencionados en los libros de texto de alumnos de escuelas argentinas. Y tenía un porqué, el gobierno en su pasado había sido montonero. Se respiraban tres posturas bien definidas y siempre presentes en los discursos: la memoria sobre los hechos ocurridos en el año 1976; las abuelas de plaza de mayo; y la política de derechos humanos. Una iba de la mano de la otra. Los derechos humanos eran vistos y utilizados para cubrir a una parte de la sociedad conformada por gente asentada en villas, que cometían delitos indiscriminadamente, y era tanto el hartazgo que provocaba la inseguridad que cada vez se escuchaba más el clamor de otra parte de la sociedad, reclamando sus propios derechos humanos. Se había conformado una política y un sentir social del dejar hacer, de la no represión, de los cortes de rutas por diferentes motivos, del pedido de subsidios y sus aumentos y más aumentos, y la extensión de esos subsidios a más grupos sociales. Es decir, cada vez eran menos las voces que reclamaban trabajo, salud y educación. Se estaba creando la incultura argentina, que generaba personas inservibles socialmente, aquellos que no trabajan, piden al Estado, roban, matan, tienen hijos que no inscriben en los registros, que no son enviados a las escuelas, y que a su vez vuelven a repetir la historia de sus padres. La corrupción política era llevada a la falta de independencia de los tres poderes, llegando al extremo de digitar nombramientos de jueces que tenían contactos con altos funcionarios públicos, dejando de lado en parte, la formalización del concurso de rigor para el cargo de juez, el cual si bien se realizaba, posteriormente quizás quien mayor puntaje había sacado, pero que menos contactos políticos había logrado, no llegaba a ser designado como juez. En la faz legislativa, sucedía que todas aquellas leyes que no lograban obtener la mayoría para ser aprobadas, eran igualmente puestas en vigencia por decreto presidencial, y el pueblo tenía que callarse la boca. Llegaban hasta a reírse de las quejas de la oposición, asumiendo una postura de soberbia e impunidad sin precedentes. El periodismo que hablaba mal del gobierno, era tocado por la varita del hada tapa-bocas, y perdía su fuente de trabajo en los medios televisivos y radiales más importantes, para finalmente tener que buscar trabajo como periodista independiente en televisión por cable o en radios de menor audiencia. Nuestra señora presidente nos decía qué debíamos ver e instauraba el fútbol para todos en la televisión pública, poniendo al aire posteriormente más canales públicos desde el cual adoctrinaba con su modelo de cuarta a aquellos sectores de la población que se dejaban. Creaba programas tales como 6,7,8 donde unos cuantos periodistas partidarios del oficialismo eran las voces que el gobierno pagaba para que hablaran bien de ellos, generando mentiras sobre diferentes temas sociales para que la gente creyera en el modelo que en realidad los estaba hundiendo. Nuestra presidente nos decía que debíamos comer, e imponía planes tales como milanesas para todos, a un precio en teoría más bajo, para que las pudiéramos adquirir, ante el increíble incremento de la carne en el país que más vacas tiene. Pero sucedía que ese precio que mencionaba estaba solamente fijado en el mercado central, por lo que si no vivías en zonas aledañas a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, nunca ibas a poder conseguirlas, y terminaron siendo milanesas para los porteños que podían acercarse al lugar de expendio, aunque en la realidad nunca se confirmó que esto fuese cierto. Este gobierno nos mentía en cuanto a la inflación, haciéndonos creer que no superaba el 1% mensual, cuando en realidad superaba el 30% y hasta el 40%. Hasta los empleados del mismo INDEC, Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, dieron a conocer que era el gobierno quien les hacía mentir los índices, motivo por el cual tuvieron graves problemas con sus empleos. A la presidente le encantaba hablar, le fascinaba dar discursos, pero en ellos nunca introducía el tema de la inseguridad, como si viviera en otro país y quienes sufriéramos las consecuencias de la incultura argentina fuéramos sólo los habitantes y no ella y su entorno, quienes parecía que vivían en el país del nunca jamás, de Peter Pan, un país de ilusiones con hadas mágicas y con la libertad de conducirse por el mismo sin obstáculo alguno y con la presencia del único peligro existente, el Capitán Garfio, personificada en la Presidente de la Nación.

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