Escribe Jose Luis Jacobo, Director del Semanario
Noticias y Protagonistas
A poco de acceder él a la intendencia, comencé a referirme a la persona de Gustavo Arnaldo Pulti como “el intendente Perogrullo”. Ese concepto grafica, en mi entender, a quien pronuncia a diario una miríada de palabras destinadas a cubrir espacios de expectativa, pero que no resuelven nada de manera concreta. Se anuncian obras que luego no llegan, se celebran con bombos y platillos inauguraciones menores (semáforos, calles reparadas), pero se hace caso omiso de los graves problemas que acucian a la población. Que ni siquiera necesitan ser enumerados, porque ya estamos todos convenientemente notificados.
Robo de cables, luminarias que no funcionan por meses, falta de insumos básicos en salas y centros de salud, basura por doquier, veredas rotas que hacen sensatamente imposible transitar con certeza a personas con discapacidad, o a mamás con bebés o niños pequeños son el pan nuestro de cada día. Y si de inseguridad hablamos –que no por remanido es un tema solucionado-, los datos de los últimos días vuelven redundante cualquier palabra al respecto. Sólo su buena estrella evitó la muerte de Matías Erdocia (25 años), taxista al que tres pasajeros que resultaron ser delincuentes intentaron ahorcar para robarle. Si el mal momento hubiera terminado en tragedia, habríamos visto una nueva movida brutal de taxistas desbordados, como ocurrió el día de la muerte de Javier Zampino.
Recordemos que esa muerte puso en manos de Pulti $13.800.000 para un programa de seguridad que nunca se llevó a cabo. Guillermo Messina, titular de Remicoop, relata hechos muy intensos ocurridos a integrantes de esta cooperativa de remises. Los trabajadores del volante son habitualmente baleados en la calle, asaltados por delincuentes hábiles que se hacen pedir un servicio en restaurantes de la zona de Alem, y luego cometen sus delitos en zonas del barrio Libertad, Las Heras o Centenario. Al ser preguntado Messina cuántos Nextel provistos por el plan de seguridad tienen para articular la red, contesta “sólo uno”.
La última movida de Pulti fue designar al frente de la Secretaría de Seguridad municipal al vendedor de seguros César Ventimiglia -hermano de José Luis, ex juez en Catamarca en el caso María Soledad Morales-, alguien al cual el concejal Guillermo Schütrumpf ha calificado de “un juguete, cartón pintado”.
Lo que ha cambiado no es la política de seguridad, que no existe, sino la suerte personal de Ventimiglia, ahora colgado del presupuesto municipal con un excelente estipendio mensual que pagamos para que “aprenda”.
En la ciudad de la indolencia, los disvalores políticos siguen sumando fuerte. En el fin de semana fue posible ver, en el acto de poner en marcha un nuevo tomógrafo en el Hospital Interzonal General de Agudos (HIGA), a la diputada nacional Adela Segarra, acompañada del precandidato Carlos Cheppi. El capital político de ambos es que son “amigos” -en su relato, “íntimos”- de la presidente Cristina Fernández, en el caso de Segarra, y del ministro Julio De Vido, en el caso de Cheppi.
El nuevo tomógrafo fue una de las exigencias que pusieron sobre el tapete familiares y amigos del vilmente asesinado Dardo Molina. No fue un mérito de la insistencia o los contactos de Segarra ni de Cheppi, sino el altísimo precio pagado por una familia marplatense a la que le falta un miembro fundamental. ¿Cuántas vidas más se ofrendarán en este altar pagano de la figuración y la cháchara vacía, carente de propósito y de humanidad? ¿Cuántas?
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