Escribe Adrian Freijo
Dicen que la mentira tiene patas cortas y deberíamos agregarle que casi siempre muy sucias. Los personajes que aparecen en esta historia tienen mucho de ambas cosas y además una desverguenza que espanta.
Un portal de Internet marplatense publicó esta semana el facsimil de algunos mails intercambiados entre el Secretario para la Descentralización Santiago Bonifatti y su hermana –a la sazón también funcionaria por aquello de que no hay nada más lindo que la familia unida- en el que explicitaban jocosamente el acuerdo existente entre el Ejecutivo comunal y el sindicato que defiende los intereses de los trabajadores de la comuna. O
al menos debería hacerlo….
Los documentos dan cuenta de dos cosas igualmente graves, aunque al menos una de ellas era ya de público conocimiento aún en gestiones anteriores.
La primera – y vox populi- se trata del acuerdo entre ambos “representantes” acerca de un péndulo siniestro en la cuestión referida a las designaciones de personal: si el Ejecutivo quiere nombrar una persona el gremio tiene “derecho” a hacer lo mismo; si se trata de dos nuevos agentes la contrapartida es otros dos….si son cien de un lado, son cien del otro.
Esto lo sabía todo el mundo y es parte de un acuerdo que viene desde la época de Daniel Katz al frente de la comuna. Claro que todos estábamos seguros que semejante venalidad concluiría con la llegada al poder local de un partido y un intendente que durante años denunciara esta complicidad a todas luces ilegítima.
Doblemente ilegítima si se tiene en cuenta que para concretar el “negocio” hay que omitir el paso de los concursos
obligatorios lo que además la convertiría en ilegal.
Y doblemente ilegal si para ocultar la maniobra se orquestaran concursos amañados lo que a esta altura no sería de extrañar y en cualquier sociedad democrática –no en la ficción argentina- supondría una inmediata investigación administrativa y judicial ante la solidez de la denuncia y la documentación que la respalda.
La otra cuestión, institucionalmente menos grave pero no por ello menos preocupante, reside en las reiteradas alusiones que la egregia hermana del egregio funcionario realiza acerca de la intención de generar una división interna en el seno del gremio, cosa que hace con nombres y apellidos.
Si bien los ciudadanos “de a pié” estamos ya acostumbrados a estas miserias sectoriales y políticas asusta que personas a las que les pagamos sueldos muchas veces desorbitantes, si tenemos en cuenta sus nulos antecedentes y su opacidad conceptual y práctica, pierdan el tiempo en estas cosas mientras la ciudad reclama a gritos soluciones entre las que no deja de descollar una situación tan vieja como alarmante: la totalidad de las tasas y contribuciones que pagamos los contribuyentes del Partido de General Pueyrredón se van en el pago de los salarios municipales llegándose al dislate de ser insuficientes y requerir mes a mes un endeudamiento que también afrontamos todos.
No se trata aquí de discutir si hay muchos o pocos empleados en la comuna; esa cuestión –que no es para nada menor- queda para otra oportunidad y supone un debate técnico que sólo podrá hacerse cuando las cosas se pongan en su verdadera órbita.
Se trata de entender que esta organización primaria de la pirámide democrática demuestra día a día que no le sirve para nada a los marplatenses.
Si del tránsito se trata…no hay inspectores.
Si de la clandestinidad comercial se trata….no hay personal.
Si de minoridad hablamos…no hay gente para cubrir una situación de calle y de explotación laboral, social y sexual de
nuestros chicos por más que el problema haya adquirido una gravedad difícil de mensurar con palabras.
Si nos ocupamos de la nocturnidad descontrolada y sus circunstancias….tampoco hay agentes suficientes para evitar los abusos, la venta de alcohol a menores y las permanentes violaciones del factor de ocupación.
Ni siquiera hay personal para controlar en forma seria el funcionamiento interno del municipio. En todas las áreas campean los abusos de carpetas médicas, los agentes que fichan y se van y los que se cubren mutuamente para todo tipo de irregularidades.
En resúmen, una comuna que paga cerca de nueve mil sueldos…no tiene gente para nada.
Este es el precio del amiguismo, la corrupción y la desverguenza. Y quiero que una vez más recordemos lo más grave: esto lo pagamos todos.
Cuando Angel Roig tomó la comuna en 1983 había 1400 empleados municipales, cuando la dejó la plante ya llegaba a 1800.Mario Russak terminó su mandato con 3400 agentes, Elio Aprile con casi 5000, Daniel Katz con alrededor de 6500 y Gustavo Pulti ronda los 8000 teniendo en cuenta en este caso que la asunción por parte del municipio de los docentes que hasta hace un par de años revestían en la planta provincial supone un incremento automático de cerca de un millar de erogaciones.
Claro que estos datos sólo pueden colegirse a partir de informaciones aisladas ya que ningún jefe comunal se ha dignado jamás responder a una simple pregunta: ¿cuántos empleados municipales hay?.
Pero de cualquier forma parece un disparate…para el municipio del “no hay gente”.
La próxima administración deberá tomar esta cuestión como un punto central de gestión.
Y deberá comenzar, en el caso en el que ahora todos miraran para el costado, con una denuncia penal que la ponga a cubierto de las “represalias” que en forma de amenaza gremial pudiesen ser utilizadas como estrategia defensiva de los involucrados.
Con seriedad, honestidad y tiempo cualquier intendente puede revertir esta situación en un solo período de gobierno.
Equilibrar la planta de personal, profesionalizarla y prestigiarla frente a una sociedad que está harta de mantener empleados públicos que ni le sirven ni la atienden llevará seguramente mucho más tiempo.
Pero alguna vez tendremos que comprender que los problemas comienzan a solucionarse con un buen diagnóstico y un primer paso.
El diagnóstico, si bien conocido por todos por los síntomas del “enfermo”, está ahora a la vista de todos a partir de una
investigación periodística sostenida en documentación irrefutable.
El primer paso se dará cuando los marplatenses se decidan que ya es el momento de ungir administradores honestos, firmes y que asuman compromisos públicos que puedan ser luego reclamados por la sociedad.
Mientras tanto la mentira, con sus patas muy cortas y muy sucias, seguirá reinando alegremente en manos de funcionarios con un enanismo moral que les hace creer que estas cosas no importan y que todos nosotros tenemos la obligación de pagar para sostener sus napoleónicas visiones del servicio público.
Y dirigentes gremiales que suponen que sus asientos cuasi vitalicios los ponen por encima de aquellos a los que deben representar.
UN MUNICIPIO EQUILIBRADO
El 15 de marzo de 1978 el entonces comisionado Mario Russak brindó un homenaje a Don Teodoro Bronzini en el despacho que éste había ocupado por décadas y con motivo de estar cumpliendo 90 años.
Me tocó ese día ingresar de su brazo al lugar y en el momento de trasponer la puerta principal –y sin que mediara motivo alguno para semejante comentario- el veterano líder me dijo: “Cuando un municipio gasta más del 33% de sus ingresos en sueldo está en problemas”. Muchos años después aquella afirmación toma una actualidad inusitada.
Seguramente el porcentaje no es aplicable a una modernidad en la que las municipalidades brindan muchos y más complejos servicios que entonces; pero el concepto si.
Como en cualquier empresa la masa salarial no puede superar una ecuación en la que la prestación, el servicio, el ahorro y la capitalización estén presentes. Si esto no ocurre esa empresa no es viable.
La municipalidad del Partido de General Pueyrredón es la principal empresa de servicios de Mar del Plata. De ella dependen la higiene urbana, la salud, la educación, las habilitaciones, las inspecciones, los trámites y tantas cosas que los marplatenses y bataneases necesitamos imperiosa y cotidianamente. Sin embargo, y a pesar de gastar en salarios todo el producido de nuestros impuestos, ninguna de esas prestaciones tiene ni siquiera un resultado mediocre.
Estamos en problemas; en graves problemas. Más de 30 años después aquella afirmación de Don Teodoro adquiere una gravedad imperativa y nos muestra que el sol no puede taparse con las manos y que la “buena prensa” no alcanza para ocultar la realidad.
Aunque los funcionarios se enojen, nieguen o se oculten.
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