Christian Sanz
para Tribuna de Periodistas
Va y viene, frecuenta a ex enemigos y se desdice de sus propios dichos. Jura que es coherente, pero es imposible serlo luego de haber sido parte del menemismo, el duhaldismo y el kirchnerismo en tan poco tiempo. Así es Felipe Solá, un hombre tan contradictorio como olvidadizo. Hoy puede estar con la oposición, mañana con el oficialismo y pasado alineado con extraterrestres, como si nada.
Devenido en millonario, gracias a la "venta" de permisos de pesca durante su paso por el gobierno de Carlos Menem, al frente de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, Solá supo acompañar a impresentables de la talla de Carlos Ruckauf y logró una marca que pocos podrían superar: se alineó con Eduardo Duhalde, luego se pasó al Frente para la Victoria y repitió la fórmula pocos años más tarde, al hacerse parte del Peronismo Federal para luego terminar de confluir nuevamente en el kirchnerismo.
Felipe lo niega, obviamente; él prefiere decir que es "independiente", pero ya han trascendido sus conversaciones reservadas con el Gobernador Daniel Scioli.¿Esa es la independencia de la que se jacta? ¿Adónde quedó su fotografía de junio de 2009 junto a Mauricio Macri y Francisco De Narváez? Poco le duró la voluntad para enfrentar el kirchnerismo, aún cuando él mismo ostentaba la presidencia del bloque de Diputados del Peronismo Federal.
Hay que decirlo: Solá es el ejemplo más crudo de cómo es el político argentino, acomodaticio, chanta y, sobre todo, egoísta. Un personaje desinteresado por completo de las inquietudes que conmueven a la sociedad. ¿Cuál es el espacio que lo identifica? ¿Tiene un espacio que lo aglutine o solo lo mueve la billetera?
Como se dijo más arriba, Solá se hizo millonario vendiendo de manera ilegal persmisos de pesca a empresas que provocaron uno de los desastres ecológicos más elocuentes que hayan sufrido los mares argentinos. De ello dan cuenta, no solo las incesantes denuncias que ha efectuado Roberto Maturana en este periódico —y en la Justicia— sino también los informes pesqueros ad hoc. Esto muestra a las claras qué clase de persona es Felipe, no hay nada más que agregar.
Estas líneas se escriben con indignación, desde ya, y con la incorrección que jamás deben mostrar los periodistas. Es una catársis personal, lo admito, pero también un llamado de alerta que intenta desnudar cómo es la clase política argentina. Porque Felipe es Felipe, es cierto, pero es también el lamentable espejo de otros referentes políticos que saben esconder un poco mejor su propia hipocresía.
No es poco.
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