Por Valentín Belza
para Aula Magna de Deportea
En 1938, el actor y guionista Orson Welles realizó la adaptación radial de la novela La Guerra de los Mundos en una transmisión que duró casi una hora. Si bien fue aclarado que lo transmitido era una historia de ficción, hubo quienes sintonizaron la radio más tarde y efectivamente creyeron que el relato que Welles personificaba, era cierto: El planeta estaba siendo invadido por extraterrestres.
- Señoras y señores, esto es lo más terrorífico que nunca he presenciado... ¡Espera un minuto! Alguien está avanzando desde el fondo del hoyo. Alguien... o algo. Puedo ver escudriñando desde ese hoyo negro dos discos luminosos... ¿Son ojos? Puede que sea una cara. Puede que sea...
La transmisión radial de Orson Welles causó tanta conmoción en la población estadounidense, que los teléfonos de las comisarías locales fueron inundados por llamados de personas atemorizadas, que incluso pensaban en irse del país urgentemente.
Con el correr de los años, aquella fantástica pieza de radioteatro realizada por Welles, no sólo le significó uno de los méritos más grandes de su carrera, sino que demostró de forma concreta y evidente el enorme poder de los medios de comunicación en la sociedad.
Hoy en día, suena disparatado imaginar que desde un programa de radio se anuncie la invasión de marcianos, y que eso movilice a toda una población a actuar en consecuencia. Claramente, la existencia de un mayor número de medios a los que la sociedad acude en busca de una información veraz, impide que solamente desde una radio se cause tanta conmoción.
Sin embargo, en nuestro país la influencia de los medios masivos de comunicación en la sociedad sigue manteniéndose como un concepto vigente que, a partir de la difusión y el tratamiento intencional de ciertas noticias policiales, logran causar una conmoción social tan grande –aunque menos severa- como la que “La Guerra de los Mundos” de Welles le provocó a los neoyorquinos en 1938.
Desde los distintos medios de comunicación, se mantiene una metodología de trabajo irresponsable y dañina, tanto para el receptor del mensaje como para el periodismo en sí. Actualmente, el afán por tener una primicia y que ésta sea conmovedora, lleva al periodismo a convertirse en un nicho de falsedades e informaciones no corroboradas que lógicamente preocupan, alarman y desesperan al televidente, oyente o lector.
Pero entonces, ¿La culpa es del chancho o del que le da de comer? ¿Quién le da de comer a quien? La población, habitualmente, tiene un interés particular por las noticias morbosas y rápidas. Ese apetito social nunca puede pesar más que la forma correcta de hacer periodismo y de comunicar responsablemente, que es no sólo informando verdades, sino también teniendo una importante conciencia social.
Los periodistas, como agentes comunicadores, no pueden esquivar la enorme responsabilidad que tienen estando al frente de una cámara, micrófono, o desde su pluma, porque si se pierde esa noción del rol que posee la prensa, esta profesión se convierte automáticamente en la difusión de burdos rumores, trascendidos infundados y grandes mentiras.
- Señoras y señores, les presentamos el último boletín de Intercontinental Radio News. Desde Toronto, el profesor Morse de la Universidad de McGill informa que ha observado un total de tres explosiones del planeta Marte entre las 7:45P.M. y las 9:20P.M
Uno de los últimos hechos más relevantes en cuanto al periodismo y el efecto en la sociedad, fue el del secuestro y asesinato de Candela Rodríguez, en la localidad bonaerense de Hurlingam. Allí, los medios masivos de comunicación interpretaron su propia versión del relato de Orson Welles, excepto que sin que el hecho que se trató fuera ficción, pero con el mismo resultado: Alarmar a la sociedad.
Cuando el hecho noticioso, verídico y comprobado, era la desaparición de la niña, desde los medios masivos se anunció concretamente –sin utilizar el modo potencial- que Candela había sido víctima de una peligrosa red de trata de personas. No conforme con esto, el periodismo jugó su rol en la sociedad, como activo movilizador de masas, y los periodistas alentaban a la población a repudiar este supuesto nuevo caso de trata de personas, que no estaba confirmado como tal.
Es decir, el trabajo de los comunicadores no fue informar, porque de hecho dieron como cierta una información falaz, sino que también buscaron el efecto en la sociedad, y que el caso de Candela alarmara a toda la población. Además de este hecho de irresponsabilidad periodística, lo más lamentable es que detrás de lo sucedido hay viles intereses comerciales y económicos de las empresas dueñas de los medios, que buscan lucrar con la vida –y la posterior y lamentable muerte- de una chica como Candela, que es lo que llena sus bolsillos de dinero.
Claramente, el “experimento” de Orson Welles en 1938 puede ser tomado también como una advertencia que intentó dejar para la posteridad. Los medios de comunicación pueden conmocionar a una población entera, ya sea desde la pura ficción de una invasión de extraterrestres armados con un “rayo de calor” y gases venenosos, o desde el tratamiento intencional y poco objetivo de una noticia que sí sucedió. La diferencia entre ambas partes es que una fue una obra radial admirable, y la otra es una de las tantas canalladas por parte de un tipo de periodismo inescrupuloso e inconciente, que debe cambiar de forma urgente.
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