domingo, 18 de septiembre de 2011

LA VIDA DE LOS ARGENTINOS DEPENDE DE UN PACTO CIVIL QUE NADIE RESPETA

Por Eduardo Cao
para El Retrato de Hoy



No es fácil esto de intentar analizar las conductas sociales argentinas. A propósito de la tragedia vial en un paso a nivel del barrio porteño de Flores, esbocé esta columna para ocuparme del caso desde la perspectiva del sentimiento de un ciudadano común ante la reiteración de las malhadadas costumbres argentinas. Leí, escuché y ví todo lo que pude, hasta el consabido enfrentamiento político para deslindar responsabilidades. Poco y nada se habló del verdadero origen de la tragedia: la incivilidad y la incultura.
“Entre los hombres surge la violencia cuando olvidan respetar su pacto de civilidad” (Boris Cyrulnik -Burdeos, 26 de julio de 1937-, neurólogo, psiquiatra, psicoanalista y etólogo francés)
Antes que alguien ponga el grito en el cielo por la cuarta especialización del leonino Cyrulnik, aclaro que la etología es la ciencia que analiza el comportamiento animal y los humanos, como animales que somos, formamos parte del campo de estudio de los etólogos. A alguno de ellos, seguramente preocupado en restañar nuestro orgullo de seres supuestamente racionales, segregaron la ciencia: nos tocó lo de etología humana.
Pero no es ni de Cyrulnik ni de sus conocimientos científicos de los que escribiré en esta columna, aunque sí de comportamientos (in) civiles e (in) culturales de las que hacemos gala los argentinos y, sobre todo, los dirigentes políticos y sociales que supimos conseguir y entronizar. A lo largo de nuestra historia, vale aclararlo, ya que no es cuestión de que se batan parches sobre lo actual, cuando el sayo tiene tantos defectos de origen que nos cabe a las mil maravillas a todos por igual.
SOMOS COMO SOMOS
Hace pocos días me desayuné (es literal) con la tragedia de Flores, donde murieron once personas y casi dos centenares sufrieron heridas. Casi con seguridad, usted vio, escuchó y leyó un torrente de horas y centimiles sobre el fatal accidente. Un colectivo pasó las barreras del tren y fue embestido por una formación que, a su vez, chocó con otra detenida en la estación.
Dicentes funcionarios, rápidos para eludir responsabilidades, discuten aún si las barreras estaban bajas, a media altura o levantadas, enfrascándose en una discusión que, ¡oh casualidad!, rozó no sólo cuestiones de jurisdicciones, sino también provocó la sinrazón del acostumbrado y desdichado enfrentamiento verbal y, por supuesto, descalificatorio entre dirigentes políticos elegidos o designados para gobernar y dar soluciones.
Nada se habló entonces, ni se hablará sospecho, sobre las verdaderas y profundas causas de la desgracia de Flores y de tantas otras que enlutaron a la sociedad: la incivilidad y la incultura. Para ser más claros, de la acendrada costumbre argentina de burlarnos de las leyes y normas de convivencia social.
El tránsito, puesto como ejemplo por el caso fatal del barrio porteño, tiene las suyas. Ahora bien, seamos sinceros con nosotros mismos: ¿las respetamos, tanto si conducimos un auto particular, un taxi, un remis, un colectivo, un camión, o se monta una moto, una bicicleta o un skate?
Como la franqueza no se compra en un supermercado, la respuesta debería ser un rotundo no. Basta con salir a la calle y mirar viendo. A poco que lo haga, lo invadirán la tristeza, la rabia y el desamparo ante tanta impunidad y desprecio por la vida ajena y hasta por la propia. Lo que verá, le pondrá los pelos de punta, se lo aseguro. A menos, claro está, que vea la paja en el ojo ajeno, ergo: que hable por celular mientras conduce, que estacione en una senda peatonal o en la parada de colectivo, que haga caso omiso al color del semáforo, que se detenga “un momentito” en doble fila, convirtiendo una calle común o una avenida de seis vías en estrechos desfiladeros, que lleve a los chicos y/o bebés en el asiento delantero (total, están en brazos de su mamá/papá) o en los de atrás sin cinturón, que lo de izquierda y derecha sea simplemente una cuestión política- ideológica y no una norma de tránsito a cumplir, tan en vigencia como ignorada.
Quedan, en esta sencilla lista de defectos conductivos, las rotondas y los pasos a nivel. Por estos pagos bonaerenses, se ignora que quien circula por las rotondas tiene, absolutamente siempre, prioridad de paso.
Y que los pasos de ferrocarril a nivel de las calles, se deben tomar a baja velocidad y con todas las precauciones habidas y por haber, sabiendo del peligro que corremos ante una mole de hierro que puede hacernos trizas.
Hasta inocente puede parecer esta enumeración. Es posible que más de un lector de esta columna, lo califique de estupidez con un despectivo “¿y éste, de dónde salió para decirme a mi lo que debo hacer si manejo desde los… años?”. Tiene algo de razón, señora, señor, pero como no llegué a este mundo a través del injerto a un repollo, trato de utilizar el sentido común que me obliga al respeto por la vida; la mía y la de mis semejantes.
Hasta puede parecer patético, pero como no busco adhesiones ni votos, sentí la necesidad de discurrir sobre estas conductas de incivilización e incultura que se abate sobre los argentinos a través de nuestras irrespetuosas costumbres sociales. Y me incluyo, porque tampoco es cuestión de que todos los males se originen en los otros, sean éstos gobernantes, gobernados, dirigentes o dirigidos.
En pocas palabras: no se trata de repartir responsabilidades, sino de compartirlas. A nosotros, si nos dejan…


caoelretrato@live.com.ar

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