Por Mariano Beristain
para Diario Tiempo Argentino
Pese a que Cristina Fernández obtuvo el 54% de los votos, la ortodoxia busca forzar una modificación en la política económica. Ante el desafío, el gobierno respondió enérgicamente, con una serie de medidas que ratifican el rumbo.
El público minorista demanda pocos dólares, mientras que los grandes actores económicos son los que generan la verdadera fluctuación en el tipo de cambio.” La frase pertenece a Daniel Marx, uno de los niños mimados del establishment local, quien revela, sin quererlo, que detrás de toda la angustia que envolvió al mercado del dólar en las últimas semanas existe mucho más que un grupo de jubilados y de “chicos bien” comprando divisas.
De acuerdo con un informe del Banco Central, el 35% de las compras de dólares que se hicieron en los últimos diez meses pertenecen a personas físicas o jurídicas que adquirieron más de U$S 250 mil por año pero también admiten que a partir de julio, mes en el que empezó a acelerarse la compra de dólares, la incidencia de los grandes compradores en el total pudo haber sido bastante mayor.
Con reservas por U$S 47 mil millones, un tipo de cambio competitivo en relación a sus principales socios comerciales como Brasil y una economía creciendo a un ritmo superior al 8% anual, los expertos serios coinciden en que las bases macroeconómicas de la Argentina son lo suficientemente sólidas como para despejar cualquier duda del mercado cambiario.
¿Por qué entonces estos sobresaltos de la “city” porteña con el dólar? Los economistas de la ortodoxia siempre los asocian a momentos de “incertidumbre” que a su juicio se explican porque la conducción política del país no sigue el credo neoliberal ni se apega a la doctrina de los mercados. “El dólar se va quedando contra la inflación que va subiendo. La Argentina no está con una situación extrema complicada, pero nos vamos creando nuestros propios desequilibrios”, opina Marx, un técnico brillante que en el año 2001 fue uno de los encargados de diseñar y negociar el blindaje financiero que endeudó por U$S 40 mil millones al país pero no logró impedir que el presidente Fernando de la Rúa se escapara en un helicóptero y que se hiciera realidad la crisis económica más importante de la historia.
“Hay que generar confianza. Acá hay una demanda de dólares por la incertidumbre que existe”, gritó con su habitual fanfarria de ademanes Carlos Melconian, el economista más gurka y pintoresco del Menemato.
Pese a la mencionada solidez de la economía argentina, a partir de julio empezó a percibirse un mayor incremento en la fuga de divisas al extranjero a través de dos sistemas característicos del mercado: el “contado con liqui” y las operaciones con dólar futuro. Estos mecanismos no los usa doña Rosa para guardar los dólares en el colchón sino las grandes empresas y operadores financieros para girar su dinero al extranjero burlando los controles locales.
El “negro” o “contado con liqui” es la modalidad más usual entre las grandes empresas que fugan dinero del país. Consiste en la compra de un título nominado en dólares, que también cotiza en los Estados Unidos. Los casos típicos son las acciones de empresas argentinas que se negocian en Wall Street o los bonos soberanos de la Argentina. Las empresas compran el título con pesos y lo revenden en los Estados Unidos en dólares y depositan ese dinero en el extranjero.
La otra de las bicicletas cambiarias tradicionales que aprovechan las empresas estriba en comprar dólares en el mercado de futuros en la Argentina –particularmente en el Rosario Futures Exchange (Rofex)– a un precio subsidiado por el Banco Central y lo venden a un precio más alto en Nueva York. Estos mecanismos se usaron siempre pero desde que los partidos políticos lanzaron su campaña para promocionarse en las elecciones primarias, el fenómeno empezó a arreciar y el Banco Central pasó de ganar reservas por U$S 619 millones en junio, a un punto de equilibrio de U$S 11 millones en julio, para pasar a vender U$S 1176 millones en agosto, U$S 1499 millones en septiembre y fuentes de la entidad estiman que finalizarán octubre vendiendo U$S 1500 millones. Eso sin perder de vista que algunos organismos públicos como el Banco Nación también intervienen en el mercado para darle una mano al Central y apaciguar el apetito por los dólares.
En un principio, la principal excusa para explicar este fenómeno de compra de dólares fue la incertidumbre que generaban las elecciones respecto del rumbo que iba a seguir la economía argentina. Sin embargo, después de las primarias quedó en claro que Cristina iba a ganar con amplitud, no obstante lo cual la embestida por forzar la devaluación del peso continuó.
Una vez que Cristina ganó la semana pasada con un aplastante 54% de los votos y el Banco Central ratificó la política cambiaria, el discurso de la incertidumbre política se cayó por peso propio y empezaron a tomar cuerpo otras explicaciones menos sanctas. El establishment no le dio a Cristina ni una hora de gracia. El mismo día de la elección nacional, Mariano Grondona, el escriba que defendió con su pluma a la última y más feroz de las dictaduras militares que tuvo el país y que hoy ampara los intereses de los sectores más concentrados de la economía, disparó en su columna dominical del diario La Nación: “El voto formal es fundamental en las democracias, pero en estos tiempos de incertidumbre son muchos aquellos que, ya sea indignándose o retirando sus dólares, nos advierten que ganar una elección no lo es todo, ni siquiera en una democracia, cuando hay una circulación periférica de las voluntades al margen de los canales previamente diseñados.” A confesión de parte relevó de pruebas, doctor Grondona. Así como Hugo Biolcati (el titular de la Sociedad Rural Argentina) dijo en su momento que el gobierno había ganado las primarias porque la gente lo votaba para garantizarse su electrodoméstico en cuotas, Grondona revela el pensamiento y accionar de lo más profundo del establishment neoliberal y su desprecio por el poder popular y las mayorías. Sin embargo, también evidencia su interés en jaquear al país: limitando al poder político, que encarna Cristina Fernández, tratando de forzarla a cambiar de rumbo económico o apuntando a esmerilar su figura para que otros gobiernen por ella. “Grondona es la manifestación intelectual de lo que podrían estar haciendo algunos de los operadores económicos. Si a eso le sumamos una política mediática exacerbando la compra de dólares, no hay que descartar que haya operadores que traten de incidir en el mercado de cambios para presionar al gobierno a que tome medidas en el sentido contrario de las que toma hoy”, explica Guillermo Wierzba, titular del CEFID- AR.
Sin embargo, a diferencia de otras épocas, como ocurrió en la presidencia de Raúl Alfonsín, el gobierno no dudó y tomó tres decisiones claves para revertir la situación. En primer lugar obligó a las petroleras y mineras a liquidar sus divisas en la Argentina, lo que en los hechos significarán un ingreso extra de más de U$S 3000 millones por año a las arcas del Banco Central. Además, estableció nuevas condiciones para que aquellos que compren empresas o adquirieran inmuebles por una cifra superior a los U$S 250 mil anuales tengan la obligación de registrarlas en el mercado cambios y aumentó los requisitos para aquellos que operen en el exterior con más de U$S 250 mil. Por último, el viernes, el ministro de Economía, Amado Boudou, se hizo cargo del conjunto de las medidas y redobló la apuesta contra los coleros (aquellos particulares que compran por encargo de terceros) y dispuso que todos aquellos interesados en comprar dólares deberán constatar sus ingresos ante la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP). De esta manera, el Ejecutivo ratificó la política cambiaria y tomó decisiones concretas para frenar las maniobras de los mayoristas con el dólar.
“Me parece que es una buena política del gobierno. Además existe una solidez importante”, indicó Wierzba, quien considera que el gobierno debe seguir tomando decisiones que apunten a profundizar el modelo económico productivo.
Enrique Déntice, economista de la Universidad de San Martín, cree que frente a este tipo de ataques es importante avanzar en la consolidación de un sistema financiero que “esté al servicio del país y la producción”, mediante dos decisiones claves: la reforma de la ley de entidades financiera (1977) y la abolición de la Carta Orgánica del Banco Central (1992), dos normativas que nacieron en el apogeo del neoliberalismo, con Alfredo Martínez de Hoz y Domingo Cavallo, respectivamente.
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