
Por José Luis Jacobo
Director del Semanario Noticias y Protagonistas
Sigue la saga malhadada que enluta a diario a nuestra comunidad. Ahora fue el turno de Joaquín Salias, de 15 años, quien jugaba al fútbol en la plaza del barrio 9 de Julio, cuando un menor de 13 lo ultimó de un balazo en la cabeza.
Su muerte se suma a una larga lista de absurdos fatales con los que convivimos cotidianamente los habitantes de Mar del Plata. La conmoción entre los vecinos es la esperada en estos casos: una vez más hay convocatoria a marchar, citas en Facebook y reclamos a las autoridades para que se pongan al frente de esta situación.
Obvio es que la frustración es el monstruo social que acecha. ¿Por qué? Sencillamente porque en el sistema actual es imposible que la vindicta pública que significa una condena penal se cumpla en algún modo, porque quien efectuó el disparo que acabó con la vida de Joaquín es un menor que, aunque a menudo se mostraba en la plaza haciendo gala de poseer armas de fuego, este será un elemento destinado a pasar desapercibido.
Una vez más escucharemos que “son cosas que pasan, era su destino”, etc. Una vez más nos dirán que no hay recursos, que los patrulleros, que la nafta, etc. Otra vida, otra marcha, otros comentarios en Facebook. Sólo dolor, un dolor que el poder ignora más allá de las formas.
Se suele decir que nada se puede hacer. Pero no es cierto. En 1997, y luego en fecha reciente ante la comuna de Gral. Pueyrredon, el abogado Martín Ferrá presentó el programa “Plaza 1”, que consta de 10 medidas. Según Ferrá, el problema se resuelve con un funcionario policial por plaza. Carmelo Impari, ex jefe departamental, impulsó colocar personal policial en las plazas, y la medida duró lo que su breve gestión.
En marzo de 2001, Aprile decía: “es la mejor noticia que he recibido en materia de seguridad desde que soy intendente”. Se anunció en ese momento una sinergia policía/comuna para dar seguridad a los barrios en 36 plazas de la ciudad, con mayor presencia policial en la vía pública, acercamiento policía comunidad, disminución de tareas burocráticas y administrativas.
No se extendió demasiado. Y los que llegan no toman nada de lo hecho en cuenta. Si así fuera, esto es, el que llega toma nota de lo ocurrido, no tendríamos a cargo del área de seguridad municipal a un declarado estudiante del tema como es el caso de César Ventimiglia.
Si Ventimiglia fuese una persona sensata, no un ávido del dinero público fácil, habría desempolvado el operativo seguridad en plazas y quizá, quizá, este niño de 15 años, asesinado por otro de 13 que paseaba impunemente armado por una plaza, habría vuelto a su hogar, junto a su madre, habría tomado la leche, se habría puesto a estudiar, y habría seguido su vida que ya no está. Sólo está su carita en un Facebook, que clama para que no se olviden de él.
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