Según datos oficiales, el número de desocupados registrados alcanzó en noviembre el récord histórico de 4.420.000 personas (más del 21% de la población activa), es decir, 310.000 más desempleados que hace apenas un año. Sólo en el último mes se perdieron 60.000 puestos de trabajo.
Este incremento volvió a desnudar la impotencia del gobierno del presidente José Luis Rodríguez Zapatero ante una tendencia que, según la mayoría de los analistas locales, continuará en ascenso el año próximo.
"Son datos malos", declaró, con resignación, la ministra de Economía española, Elena Salgado, quien, tras anunciar el aumento interanual del 7,55%, lamentó no haber podido evitar la brusca escalada de la destrucción de empleo. "Queda mucho por hacer para ver cifras de empleo más aceptables... porque estas cifras son inaceptables", admitió la funcionaria.
El desempleo fue en los últimos días el tema excluyente de las conversaciones que Rajoy mantuvo con dirigentes sindicales y empresarios. Se descuenta que la reforma proyectada por el presidente electo será "radical" y tendrá como objetivo principal alcanzar la estricta meta de déficit público del 4,4% a fines de 2012. Esa marca, exigida por la Unión Europea (UE), es hoy la principal obsesión de Rajoy, así como la columna vertebral de su plan destinado a generar los recursos necesarios para detener la destrucción de empleo y, a mediano plazo, volver a crear nuevos puestos de trabajo.
Sin embargo, como el propio líder del Partido Popular (PP) reconoció tras su holgado triunfo electoral del 20 de noviembre pasado, la larga tarea de reconstruir el mercado laboral no dará frutos inmediatos. Y esta preocupación fue avalada esta semana por la OCDE, que proyectó una escalada de casi dos puntos en el desempleo, que llegaría así al 23% en 2012.
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