Dice textuamente". Uno de los detenidos por la causa CNU habló con la prensa y nadie lo supo. Dijo que el abogado Gustavo Demarchi fue acusado gracias a sus diferencias personales con el juez Roberto Falcone. También, que fue una simple cuestión de promesas incumplidas y ajuste de cuentas.
“Sé que puedo parecer una fuente no confiable”, se adelanta Mario Durquet en su declaración privada, como sabiendo que el periodista del diario La Capital Gustavo Visciarelli no publicará ni una palabra de lo que el imputado le está confesando. Pero no es que vaya a ocultar el reportaje porque sea impropio, ni porque haya detectado un dejo de delirio y confusión en los recuerdos entremezclados del hombre. No lo hará porque el relato que Durquet entrega no concuerda con el que La Capital quiere que circule. No lo hará, aunque el reportaje se haya concertado en la Unidad Penal 44, con anuencia del juzgado y gestión del abogado defensor. No lo hará, y ya.
La causa llamada CNU ha traído a la palestra todos los enfrentamientos políticos de los que esta ciudad tiene memoria, aunque no parece claro el objetivo final de hacer justicia. Pero sí el de cobrar facturas pendientes entre quienes en sus épocas de militancia menemista desarrollaron sangre en el ojo, y parece que les dura.
“Esta es una sociedad plenamente reconciliada”, dijo el acusado en una entrevista inédita. Nadie está en condiciones de darle la razón, a la luz de los hechos que relató. Porque Durquet se iba entusiasmando con sus propias palabras, y sin demasiados remilgos dejaba entrever cuestiones de fondo en los tristemente famosos asesinatos posteriores a la muerte de Piantoni. Sus dichos no se condicen con la llamada “versión oficial”.
A estas alturas, a nadie escapa que la llamada causa CNU ha tenido una difusión un tanto sesgada. Entre los crímenes que se investigan en ella figuran los asesinatos de Enrique Elizagaray, Guillermo Enrique Videla, Jorge Enrique Videla Yanzi, Jorge Lisandro Videla y Bernardo Goldenberg, perpetrados el 21 de marzo de 1975, un día después de que fuera asesinado el abogado Ernesto Piantoni, uno de los líderes de la CNU.
Cuando se dirigía a su casa a bordo de su auto Citröen, Piantoni fue interceptado en Formosa entre Olavarría y Güemes por un Peugeot 504, y fue acribillado con una ráfaga de ametralladora. Entre las hipótesis del crimen se habló de un ataque de Montoneros o de una interna entre miembros de la UOM. Nadie investigó demasiado.
Tras la muerte del afamado militante, un grupo atacó una casa donde estaban Elizagaray -principal referente marplatense de la Juventud Universitaria Peronista (JUP)-, Videla y sus acompañantes, quienes fueron asesinados en lo que se dijo fue una supuesta venganza por la muerte del dirigente de la CNU.
Moleón, Demarchi, Eduardo Ullúa, Carlos González, Mario Durquet, Fernando Delgado, Patricio Fernández Rivero, José Luis Piatti y Raúl Viglizzo, señalados como miembros de la CNU, están imputados por homicidio calificado por el concurso de dos o más partícipes. Además, la Justicia afirmó oportunamente que los acusados actuaron con colaboración de miembros de la CNU de La Plata y de la Triple A. Estos son los cargos que niega Durquet.
La causa indica que esos y otros imputados -Ernesto Piantoni, Eduardo Cincotta, Juan Carlos Gómez, Daniel Ullúa, Oscar Corres, Marcelo Arenaza, Beatriz Arenaza, Nicolás Caffarello, Piero Asaro, Juan Carlos Asaro, José Luis Granel, Roberto Coronel, Roberto Justel, Ricardo Oliveros y Fernando Otero, entre otros- conformaban una asociación ilícita enmascarada en la agrupación CNU, valiéndose para ello de su pertenencia activa a la misma, o en algunos casos de una estrecha ligazón.
Aún continúan prófugos algunos. Además, Ernesto Ullúa y Delgado ya estaban en la clandestinidad desde hace algunos años.
Oculta tras un velo
La nota escondida obturada, oculta, comienza cuando el periodista le pregunta a Durquet acerca de lo que recuerda de la noche de la muerte de Ernesto Piantoni, y de la tan mentada venganza en la que se habrían producido varias muertes, a la que popularmente se ha dado en llamar “el 5 por 1”.
Durquet indica que eso no es más que una mentira política. Dice que es una cuenta que nunca existió y que sin dudas, de las veinte muertes que hubo en las noches subsiguientes, unas quince no se investigaron y sí específicamente cinco: por alguna razón se ha confluido en decir que esas muertes se pueden atribuir a la Concentración Nacional Universitaria, con la cual habría confluido la AAA.
Durquet reconstruye los hechos del sepelio de Piantoni, y recuerda que estuvieron allí Juan Garivoto y Susana Salerno, y que él lo tomó como un gesto de cortesía, pues estaban -en ese momento- prácticamente enfrentados desde el punto de vista político.
Además, en su relato indica que sus compañeros estaban profundamente shockeados por lo ocurrido, y relata que eran chicos de 24 años sin demasiados recursos para enfrentar emocionalmente lo que les estaba ocurriendo. A su criterio, pensar que ellos podrían haber organizado una venganza para esa misma noche es un verdadero disparate. “Para mí era una vuelta al neolítico” agrega.
Inmediatamente comienza a plantear su hipótesis acerca de las razones por las cuales las investigaciones de la causa CNU se han alejado de la verdad. Dice que él sabe perfectamente que en cierto momento, el juez Roberto Falcone frecuentaba con cierta regularidad a Ricardo Oliveros, quien a su vez integraba el Servicio de Inteligencia del Ejército. Que a partir de allí, Oliveros se convirtió en el principal operador ante Mario Cámara para que Falcone se convirtiera en juez federal. Incluso las reuniones para ese fin se hacían en la casa de calle Marie Curie al 6651, indica.
Después, por alguna razón, se distanciaron: dice que Falcone, Oliveros, Cámara y Demarchi eran menemistas hasta donde él sabe. “Allí comenzó el problema entre Demarchi y Falcone, porque había otro tipo de relación entre ellos. Yo creo que una sociedad. Hubo un problema personal entre ellos, y quedamos en medio de promesas incumplidas”, agrega Durquet.
Por eso Mario Durquet afirma que está sorprendido por lo que sucede entre Demarchi y Falcone. Sostiene que es un simple ajuste de cuentas entre ellos, pero que, por alguna razón, el juez se los está cobrando a todos, involucrándolos a ellos -a todo el grupo- en hechos de violencia, a la vez que oculta su oscura relación con Oliveros. “Yo a Oliveros lo conozco porque él era de Inteligencia civil”, dice, “pero ahora ellos están armando una causa y tirándonos muertes que son de la AAA. Nosotros, con López Rega estábamos enfrentados”, detalla.
En ocasión de testimoniar en España, una de las madres de Plaza de Mayo, María Luisa Toledo, mencionó al ex agente del Servicio de Inteligencia del Batallón GADA 601 del Ejército, Ricardo Oliveros, quien a cambio de 20.000 dólares le habría ofrecido indicarle en qué lugar estaba enterrado el cuerpo de su hijo desaparecido. María Luisa contó que, sin ser del todo preciso, Oliveros llegó incluso a decir que estaba enterrado en una playa cercana a Mar del Plata, en zona de médanos, junto a siete personas más. Se trataría del predio playero de Mar de Cobos, pero algunos antropólogos consultados por Toledo aseguraron que es muy difícil localizar cadáveres en suelo arenoso, por su estado mutable.
En el año 2000, Ricardo Oliveros fue procesado por intimidación pública luego de que se determinaran sus responsabilidades en el desalojo a tiros que tuvo lugar en la Catedral marplatense un año antes, cuando un grupo de piqueteros ocupó el templo durante tres días. Meses más tarde, la policía le habría secuestrado una serie de carpetas, en las cuales constaban los nombres de varios desaparecidos durante la dictadura. En la causa que se le siguió bajo la acusación de robo en un taller gráfico -de la cual la propia justicia lo desincriminó al sobreseerlo-, Oliveros declaró al fiscal Marcos Pagella que él se dedicaba a investigar “por vocación las actividades de distintos grupos que actúan en Mar del Plata y que alteran el orden.”
Pobre memoria
Durquet reclama que ya que están los archivos abiertos, es fundamental que se consulte quién era en realidad del CNU, y quiénes son los funcionales a esa época que siguieron trabajando para el Gobierno. “¿Por qué no mandan oficios a la SIDE o al RENAR, así saben si es verdad que nosotros teníamos armas?” pedía.
Para entonces empezó a entrar en calor, entusiasmado por sus propios pronunciamientos, y comenzó a arrojar flechas verbales de mucho cuidado: “Dalmasso (N de la R: Alberto Dalmasso, abogado, ex integrante de la CNU, sometido a proceso por el asesinato de Silvia Filler y finalmente exonerado de ese cargo) fue enviado por Falcone para proponerle a Piero Asaro que lo liberarían si involucraba a Demarchi en la muerte de María del Carmen Maggi”. ¿Nadie preguntó nada sobre esto? La Capital prefirió hacer silencio. Y allí el imputado Durquet terminó de perfilar cuáles eran las razones por las que estaba tan tranquilo, y podía hablar sin que pareciese que ninguno de estos cargos pesaba sobre él: “Dalmasso me dijo que no me preocupe, que es todo contra Demarchi de parte de Falcone”.
Si Durquet considera que el pueblo de Mar del Plata tiene derecho a saber la verdad, eligió el camino más complicado para hacérsela saber: un diario que selecciona las verdades que el público merece. Afirma que siempre quiso declarar, pero que no lo hizo por consejo de la defensora oficial.
“Falcone cubre a Oliveros por veinte muertes “dice, “pero yo en ningún momento me oculté”. Quedan flotando en el ambiente palabras sueltas, frases inconclusas, alusiones veladas a otras personas cuyos nombres no se terminan de decir, y la completa certeza de que los recuerdos no están ya frescos en la mente de Durquet, La información no está completa.
“Existe la leyenda”, dice, y él siente que la ha protagonizado, como si su participación en la política del país lo pusiera en el mapa de las generaciones futuras.
Más allá de sus particulares grandilocuencias, al diario no le interesó. Dijo que no lo publicaría porque tenía escaso valor periodístico. “Al final -afirmó un periodista- dice lo mismo que Jacobo viene publicando desde hace cinco años”. Precisamente."
La causa llamada CNU ha traído a la palestra todos los enfrentamientos políticos de los que esta ciudad tiene memoria, aunque no parece claro el objetivo final de hacer justicia. Pero sí el de cobrar facturas pendientes entre quienes en sus épocas de militancia menemista desarrollaron sangre en el ojo, y parece que les dura.
“Esta es una sociedad plenamente reconciliada”, dijo el acusado en una entrevista inédita. Nadie está en condiciones de darle la razón, a la luz de los hechos que relató. Porque Durquet se iba entusiasmando con sus propias palabras, y sin demasiados remilgos dejaba entrever cuestiones de fondo en los tristemente famosos asesinatos posteriores a la muerte de Piantoni. Sus dichos no se condicen con la llamada “versión oficial”.
A estas alturas, a nadie escapa que la llamada causa CNU ha tenido una difusión un tanto sesgada. Entre los crímenes que se investigan en ella figuran los asesinatos de Enrique Elizagaray, Guillermo Enrique Videla, Jorge Enrique Videla Yanzi, Jorge Lisandro Videla y Bernardo Goldenberg, perpetrados el 21 de marzo de 1975, un día después de que fuera asesinado el abogado Ernesto Piantoni, uno de los líderes de la CNU.
Cuando se dirigía a su casa a bordo de su auto Citröen, Piantoni fue interceptado en Formosa entre Olavarría y Güemes por un Peugeot 504, y fue acribillado con una ráfaga de ametralladora. Entre las hipótesis del crimen se habló de un ataque de Montoneros o de una interna entre miembros de la UOM. Nadie investigó demasiado.
Tras la muerte del afamado militante, un grupo atacó una casa donde estaban Elizagaray -principal referente marplatense de la Juventud Universitaria Peronista (JUP)-, Videla y sus acompañantes, quienes fueron asesinados en lo que se dijo fue una supuesta venganza por la muerte del dirigente de la CNU.
Moleón, Demarchi, Eduardo Ullúa, Carlos González, Mario Durquet, Fernando Delgado, Patricio Fernández Rivero, José Luis Piatti y Raúl Viglizzo, señalados como miembros de la CNU, están imputados por homicidio calificado por el concurso de dos o más partícipes. Además, la Justicia afirmó oportunamente que los acusados actuaron con colaboración de miembros de la CNU de La Plata y de la Triple A. Estos son los cargos que niega Durquet.
La causa indica que esos y otros imputados -Ernesto Piantoni, Eduardo Cincotta, Juan Carlos Gómez, Daniel Ullúa, Oscar Corres, Marcelo Arenaza, Beatriz Arenaza, Nicolás Caffarello, Piero Asaro, Juan Carlos Asaro, José Luis Granel, Roberto Coronel, Roberto Justel, Ricardo Oliveros y Fernando Otero, entre otros- conformaban una asociación ilícita enmascarada en la agrupación CNU, valiéndose para ello de su pertenencia activa a la misma, o en algunos casos de una estrecha ligazón.
Aún continúan prófugos algunos. Además, Ernesto Ullúa y Delgado ya estaban en la clandestinidad desde hace algunos años.
Oculta tras un velo
La nota escondida obturada, oculta, comienza cuando el periodista le pregunta a Durquet acerca de lo que recuerda de la noche de la muerte de Ernesto Piantoni, y de la tan mentada venganza en la que se habrían producido varias muertes, a la que popularmente se ha dado en llamar “el 5 por 1”.
Durquet indica que eso no es más que una mentira política. Dice que es una cuenta que nunca existió y que sin dudas, de las veinte muertes que hubo en las noches subsiguientes, unas quince no se investigaron y sí específicamente cinco: por alguna razón se ha confluido en decir que esas muertes se pueden atribuir a la Concentración Nacional Universitaria, con la cual habría confluido la AAA.
Durquet reconstruye los hechos del sepelio de Piantoni, y recuerda que estuvieron allí Juan Garivoto y Susana Salerno, y que él lo tomó como un gesto de cortesía, pues estaban -en ese momento- prácticamente enfrentados desde el punto de vista político.
Además, en su relato indica que sus compañeros estaban profundamente shockeados por lo ocurrido, y relata que eran chicos de 24 años sin demasiados recursos para enfrentar emocionalmente lo que les estaba ocurriendo. A su criterio, pensar que ellos podrían haber organizado una venganza para esa misma noche es un verdadero disparate. “Para mí era una vuelta al neolítico” agrega.
Inmediatamente comienza a plantear su hipótesis acerca de las razones por las cuales las investigaciones de la causa CNU se han alejado de la verdad. Dice que él sabe perfectamente que en cierto momento, el juez Roberto Falcone frecuentaba con cierta regularidad a Ricardo Oliveros, quien a su vez integraba el Servicio de Inteligencia del Ejército. Que a partir de allí, Oliveros se convirtió en el principal operador ante Mario Cámara para que Falcone se convirtiera en juez federal. Incluso las reuniones para ese fin se hacían en la casa de calle Marie Curie al 6651, indica.
Después, por alguna razón, se distanciaron: dice que Falcone, Oliveros, Cámara y Demarchi eran menemistas hasta donde él sabe. “Allí comenzó el problema entre Demarchi y Falcone, porque había otro tipo de relación entre ellos. Yo creo que una sociedad. Hubo un problema personal entre ellos, y quedamos en medio de promesas incumplidas”, agrega Durquet.
Por eso Mario Durquet afirma que está sorprendido por lo que sucede entre Demarchi y Falcone. Sostiene que es un simple ajuste de cuentas entre ellos, pero que, por alguna razón, el juez se los está cobrando a todos, involucrándolos a ellos -a todo el grupo- en hechos de violencia, a la vez que oculta su oscura relación con Oliveros. “Yo a Oliveros lo conozco porque él era de Inteligencia civil”, dice, “pero ahora ellos están armando una causa y tirándonos muertes que son de la AAA. Nosotros, con López Rega estábamos enfrentados”, detalla.
En ocasión de testimoniar en España, una de las madres de Plaza de Mayo, María Luisa Toledo, mencionó al ex agente del Servicio de Inteligencia del Batallón GADA 601 del Ejército, Ricardo Oliveros, quien a cambio de 20.000 dólares le habría ofrecido indicarle en qué lugar estaba enterrado el cuerpo de su hijo desaparecido. María Luisa contó que, sin ser del todo preciso, Oliveros llegó incluso a decir que estaba enterrado en una playa cercana a Mar del Plata, en zona de médanos, junto a siete personas más. Se trataría del predio playero de Mar de Cobos, pero algunos antropólogos consultados por Toledo aseguraron que es muy difícil localizar cadáveres en suelo arenoso, por su estado mutable.
En el año 2000, Ricardo Oliveros fue procesado por intimidación pública luego de que se determinaran sus responsabilidades en el desalojo a tiros que tuvo lugar en la Catedral marplatense un año antes, cuando un grupo de piqueteros ocupó el templo durante tres días. Meses más tarde, la policía le habría secuestrado una serie de carpetas, en las cuales constaban los nombres de varios desaparecidos durante la dictadura. En la causa que se le siguió bajo la acusación de robo en un taller gráfico -de la cual la propia justicia lo desincriminó al sobreseerlo-, Oliveros declaró al fiscal Marcos Pagella que él se dedicaba a investigar “por vocación las actividades de distintos grupos que actúan en Mar del Plata y que alteran el orden.”
Pobre memoria
Durquet reclama que ya que están los archivos abiertos, es fundamental que se consulte quién era en realidad del CNU, y quiénes son los funcionales a esa época que siguieron trabajando para el Gobierno. “¿Por qué no mandan oficios a la SIDE o al RENAR, así saben si es verdad que nosotros teníamos armas?” pedía.
Para entonces empezó a entrar en calor, entusiasmado por sus propios pronunciamientos, y comenzó a arrojar flechas verbales de mucho cuidado: “Dalmasso (N de la R: Alberto Dalmasso, abogado, ex integrante de la CNU, sometido a proceso por el asesinato de Silvia Filler y finalmente exonerado de ese cargo) fue enviado por Falcone para proponerle a Piero Asaro que lo liberarían si involucraba a Demarchi en la muerte de María del Carmen Maggi”. ¿Nadie preguntó nada sobre esto? La Capital prefirió hacer silencio. Y allí el imputado Durquet terminó de perfilar cuáles eran las razones por las que estaba tan tranquilo, y podía hablar sin que pareciese que ninguno de estos cargos pesaba sobre él: “Dalmasso me dijo que no me preocupe, que es todo contra Demarchi de parte de Falcone”.
Si Durquet considera que el pueblo de Mar del Plata tiene derecho a saber la verdad, eligió el camino más complicado para hacérsela saber: un diario que selecciona las verdades que el público merece. Afirma que siempre quiso declarar, pero que no lo hizo por consejo de la defensora oficial.
“Falcone cubre a Oliveros por veinte muertes “dice, “pero yo en ningún momento me oculté”. Quedan flotando en el ambiente palabras sueltas, frases inconclusas, alusiones veladas a otras personas cuyos nombres no se terminan de decir, y la completa certeza de que los recuerdos no están ya frescos en la mente de Durquet, La información no está completa.
“Existe la leyenda”, dice, y él siente que la ha protagonizado, como si su participación en la política del país lo pusiera en el mapa de las generaciones futuras.
Más allá de sus particulares grandilocuencias, al diario no le interesó. Dijo que no lo publicaría porque tenía escaso valor periodístico. “Al final -afirmó un periodista- dice lo mismo que Jacobo viene publicando desde hace cinco años”. Precisamente."
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