domingo, 1 de julio de 2012

UN DIA DE MIERCOLES. COMO LOS CHANCHOS





Faltaban minutos para el comienzo del acto en la Plaza de Mayo, cuando la Presidenta apareció de lo más campante en una de sus tantas cadenas televisivas: desde un criadero de chanchos.
Con perversa inteligencia había elegido la misma hora prevista para el apogeo de Hugo Moyano y una cadena parcial que permitiese la “pantalla partida” que hacía falta para coronar la algarada: de un lado Ella, como si se tratase del día más tranquilo del país, y del otro algunos dirigentes –con el camionero a la cabeza- y más de cien mil personas esperando pacientemente que la Jefa de Estado terminase su larguísima y disparatada alocución.
Y Cristina habló de los chanchitos, sus primeras horas tras la parición, la primera pelea entre las crías, la relación con “mamá chancha” y, por supuesto, la similitud que ella encontraba entre porcinos y personas.
Una vez que se hubo asegurado de haber interrumpido la fiesta moyanista, se retiró tranquila, no sin antes aclarar que entre los humanos que la rodeaban había “chanchitos buenos y chanchitos malos” que querían quedarse con todo, en obvia alusión al por esas horas desorientado cacique sindical.
Y el “chanchito malo” pudo por fin comenzar su acto, ante una multitud realmente imponente que, sin embargo, será juzgada con la medida que hoy utiliza la sociedad argentina para evaluar estas demostraciones de fuerza. Se dirá, y con razón, que toda esa gente había sido llevada a la plaza sin siquiera tener en cuenta si tenía muchas ganas de ir.
Triste destino el de un centro neurálgico de la vida institucional del país: de aquel pueblo que “quería saber de qué se trata” o del que en 1945 arrasó con todos los obstáculos para llenarla y exigir la libertad de su naciente líder, a esta trajinada versión del escenario ficticio, pago y alquilado para soñados liderazgos tan insustanciales como efímeros.Si hasta Bernardo Neustadt pudo llenarla alguna vez...
Y Moyano comenzó un largo y estudiado monólogo en el que se dedicó a pegar portazos con la seguridad de hacerlo sobre dinteles y marcos de goma pluma. Así, cada puerta que cerraba dejaba en la blandura del sostén la posibilidad de volver a abrirla cuando sea más conveniente.
Tras una semana de desmanes conceptuales en la que ambos contendientes no dejaron disparate por decir, amenaza por lanzar al aire, e interpretación de normas y leyes sin acomodar a su gusto tan particular, el ocaso de la jornada del miércoles deja algo así como sabor a nada para quienes esperaban sangre y pólvora de los protagonistas y la triste sensación de que vivimos en un país muy poco serio para quienes sólo deseamos la normalidad de unaconveniencia civilizada.
Cristina y Moyano se han pasada cuarenta y ocho horas tironeando el concepto de pobreza y a quienes tienen el dolor de encarnarlo. Números, porcentajes, calificativos, apotegmas, comparaciones y otras yerbas llenaron diarios, radios y televisoras en una demostración patética del uso que estos señores suelen hacer de la pobreza.
Porque no me negará, amigo lector, que una jefa política de un proyecto que gobierna la Argentina desde hace una década reconociendo que el 80% de los trabajadores registrados ganan menos de $5.200 en bruto y que tenemos además un 32% de empleo informal (negro…bah) y un 7% sin una u otra cosa, es inconcebible y da un poco de vergüenza.Y un secretario general de la CGTque relincha peronismo a los cuatro vientos y que después de tantos años termina por darse cuenta de la situación, no le va en zaga.
Ambos representaron entonces la imagen de la Argentina destinada irremediablemente al fracaso.Una, pretendidamente progresista, hablando otra vez delante del coro de aplaudidores y teorizando sobre la nada misma de los chanchos; el otro, voluntariamente nostálgico, utilizando un espacio tan poco natural como el de ella y pasando revista a una serie de males que bien ayudó él a construir.
Tal vez por eso el poco entusiasmo de los presentes en uno u otro lugar y el espejismo siempre voluntarioso de quienes en serio creen que estamos ante un choque de planetas.
Si bien es cierto que el contenido del discurso del jefe sindical enumeró una cantidad de ítems que aún hoy son una deuda del sistema, el tono entre pausado y solemne del mismo no fue el que los presentes y muchos ausentes esperaban. Moyano quiso presentarse esta vez como un hombre reflexivo, decepcionado y pacífico; el tiempo dirá si lo logró.
¿Cuándo aprenderán, analistas y observadores, que el peronismo tiene sus códigos y mañas, y que este tipo de “peleas” sólo suponen la estrategia de nuclear en un solo partido al oficialismo y la oposición, para terminar quedándose siempre con el poder?¿Cuándo tomarán nota tantos colegas “chispeantes” que gastan cacumen, tinta y cara en desentrañar vaya a saber cuáles conjuras,de que todo esto es un montaje trucado para distraer y engañar a un público ya de por sí idiotizado (Sí, acertó: nosotros, el pueblo)? Ningún porcino cambió sus chanchas costumbres después del insólito discurso presidencial, ni trabajador alguno vio mejorada su calidad de vida tras la pueblada moyanista. Y ninguna de estas cosas ocurrirá porque no es de interés alguno de los protagonistas de un día de miércoles que ello ocurra.
Créame, querido amigo, que la gran dificultad radica en que a alguno de ellos le importe seriamente lo que a nosotros nos ocurre, o sepan cómo solucionar las cuestiones de fondo de un país al que sólo imaginan como una gran caja de la que servirse en beneficio propio.
Y que es más posible que tras tantas semanas de tensión, tanta pirotecnia verbal, tantos millones desperdiciados en cadenas y actos y tantas especulaciones, más temprano que tarde veamos a las figuras centrales de esta comedia trágica conviviendo… como los chanchos.

Cristina contra el INDEC

A la Presidenta le pasó lo que a todo mentiroso: se olvidó de su mentira anterior. Tras años de apostrofar con dureza a todo el que se atreviese a insinuar que éste no es el paraíso, la pelea con Hugo Moyano la llevó a exponer con crudeza la realidad social de los argentinos. Según surge de sus propias palabras, el 40% de la población económicamente activa está sin trabajo o sumida en la irregularidad laboral, sin cobertura social, sin aportes y sin beneficio alguno.Y que el 81% de quienes tienen la bendición de la registración en libros, ganan hoy menos de $5.200 en bruto, lo que hace un sueldo de bolsillo que en el mejor de los casos llega a los $4.000. Un cuadro totalmente opuesto a lo que dice el INDEC y lo que ella misma afirma en cada una de sus cotidianas apariciones públicas.
La Presidente está cansada; y la realidad no la ayuda. Deberemos ahora acostumbrarnos a las contradicciones, las marchas y contramarchas y las afirmaciones que se darán de patadas con las realizadas apenas unas horas antes. Será el precio a pagar por haberse aferrado a un relato de ficción que encontró además millones de “distraídos” proclives a asumirlo como verdadero.
Despertar de un sueño agradable es lindo, pero torna peligroso cuando al salir de la cama me convenzo de que se trataba de una realidad y tengo a mi lado gente que quiere hacérmelo creer.
Porque soñar no convierte la choza en castillo ni al hambre en saciedad, como gritar más alto que el otro ha sido jamás prueba de razón alguna. ¿Cuesta tanto entenderlo?

¿Y Moyano?

¿Moyano? Qué sé yo. Se había convertido en el principal jugador de truco del Gobierno, y ahora lo metieron en un partido de “culo sucio”. No sabe si las cartas que tiene en la mano son muchas o pocas, porque no sabe realmente a qué está jugando. Si quiere liderar al peronismo, lo van a bajar a cachetazos; si se pretende encabezando a la clase media, es que ha perdido la cordura; si busca consolidar su poder sindical, ya lo ha dividido. ¿Qué busca? No sé. Salvo que sea algo tan sencillo como no ir preso.

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