Por Alejandro Robba
para Diario Tiempo Argentino
Para el kirchnerismo, plantado desde la heterodoxia económica, el salario es, principalmente, motor de la demanda interna y del crecimiento económico.
Para el kirchnerismo, plantado desde la heterodoxia económica, el salario es, principalmente, motor de la demanda interna y del crecimiento económico. Sin desconocer que también forma parte de los costos empresarios, la forma de tratarlo o destratarlo, impone una mirada u otra sobre el modelo económico y el proyecto de país que se quiere impulsar.
Este doble rol de ser creador de demanda y costo empresarial al mismo tiempo, existe casi en todos los rubros, salvo en un caso: los sectores que destinan toda o casi la totalidad de su producción al comercio exterior, porque los salarios que impulsan la demanda de dichos bienes, son los del resto del mundo, no los argentinos. En el resto de los casos, los empresarios que venden al mercado local y –racionalmente- intentan pagar los menores sueldos posibles para maximizar sus ganancias, están –inconscientemente- atentando contra sus propias ventas.
El empresario analiza su microeconomía, y no tiene por qué conocer de macroeconomía, no obstante, existe un fenómeno relacionado que nos pueda dar una pista sobre la dicotomía reinante entre su día a día y el contexto económico general. En efecto, cuando ese mismo empresario, cuya micro ha sido satisfactoria -ha ampliado su fábrica, realizado buenas ganancias, se fue de vacaciones, cambio el auto, amplió su casa, por ejemplo- es interpelado sobre la situación económica global del país, instintivamente brinda una visión negativa.
¿Cómo es posible que al país le vaya mal cuando a la mayoría de sus habitantes le va bien o razonablemente bien? Esto sí parece magia, pero sucede muy a menudo. Pero aquellos que intentamos analizar los temas económicos con mayor o menor éxito, sabemos de la existencia de este doble rol del salario y, desde el lugar que le demos, podemos imaginar qué modelo de crecimiento nos convence más. No caben dudas, que para aquellos que añoran un modelo agroexportador, los salarios son sólo un costo, y los quieren lo más bajos posible.
Por el contrario, aquellos que abogamos por un modelo motorizado por el mercado interno, priorizamos su rol fundamental de impulsor de la demanda local por sobre el de los costos, sin desconocer esta segunda función. Quien acceda al gobierno el 10 de diciembre va a encontrarse con el mejor nivel de salarios y empleo, y de jubilaciones y asignaciones de todo el período 2003-2015.
Los salarios se fortalecieron por la política salarial y de ingresos del gobierno, porque el mercado interno volvió a crecer y por el notable poder de los sindicatos en Argentina que, gracias al bajo nivel de desempleo actual, pueden pelear salarios con mayor empuje que en otras partes del mundo.
Quienes piensen que los salarios son altos, intentará socavar algunas de estas premisas y una devaluación podría ser el camino, ya que destruye los salarios reales y este tiene efecto directo sobre el nivel de actividad. Menor nivel de actividad, significa a mediano plazo mayor desempleo y menor poder sindical. Bingo, bienvenidos al cambio.
El trabajo es la fuente genuina de riqueza y progreso que puede mostrar cualquier país. Esta semana se conoció que durante el 3° trimestre de 2015, Argentina alcanzó una tasa de desempleo del 5,9%, la más baja en 28 años. Los sectores que explican esta situación son la construcción –tanto privada como pública- y algunos bloques industriales más ligados al consumo local que a la exportación. Es decir, hubo una creación de 338 mil puestos de trabajo nuevos si lo comparamos con el mismo trimestre de hace un año atrás.
A su vez, se redujo en 186 mil los desocupados y 60 mil menos los sub-ocupados. Respecto a la localización geográfica, el Conurbano Bonaerense creo 6 de cada 10 nuevos puestos de trabajo, aportando 195 mil nuevos empleos.
En tanto que en la Ciudad de Buenos Aires se ocuparon unos 56 mil empleos, lo que evidencia que 2 de cada 3 nuevos ocupados se concentraron en el área metropolitana de Buenos Aires. En tanto en el interior del país se crearon unos 85 mil puestos de trabajo distribuidos en Cuyo (47 mil), la zona Pampeana (19 mil puestos), el Noroeste (3 mil),) la Patagónica (4 mil), y el Noreste (12 mil).
Hasta no hace mucho, los nuevos empleos tenían un componente más industrial y, además, las economías regionales mostraban mayor dinamismo que el actual. Esto pone en evidencia la necesidad de redinamizar dichas zonas para que puedan incrementar sus ventas, acrecentando su producción y empleo. Las propuestas de modificar retenciones y reintegros podría tener algún efecto, pero bajo en relación con otras políticas más contundentes y estructurales, como una fuerte la inversión en infraestructura de transporte y logística interna, como el despliegue que se viene realizando en el Ferrocarril Belgrano Cargas, las nuevas redes energéticas y de gas natural, los miles de kilómetros pavimentados, a lo que se podría sumar la creación de un Banco de Desarrollo para financiar a tasas bajas la producción regional, en particular de empresas pyme.
Esta es la forma de buscar la baja de costos empresariales, sin promover una megadevaluación cuyos efectos son letales para el salario y el empleo. Es decir, mejorar competitividad con salarios altos es posible, salvo que la decisión sea enfrentar ambos objetivos y que se excluyan mutuamente: un modelo agroexportador.
Tomando como base la propia historia económica argentina, se estima que el efecto de una devaluación del 60% en el tipo de cambio (dólar a $ 15) podría ocasionar un shock inflacionario anual del orden del 50% anual. Asimismo, el salario real se reduciría un 15% anualmente, y la recesión podría ser del orden de una caída del 4,5% del PBI.
Con este escenario, el impacto sería un salto de 3 p.p en la tasa de desempleo, llevándola desde el 5,9% actual al 8,9 por ciento.
Por su parte, el levantamiento de las restricciones a las importaciones causaría un efecto devastador sobre las pequeñas y medianas empresas que actualmente tienen protección efectiva y retrotraería el nivel de producción industrial y empleo a niveles similares a los de hace más de una década.
Por lo tanto, salvar al salario y el empleo de una megadevaluación de mercado, debería ser el objetivo de corto plazo del próximo gobierno, lo demás, lo charlamos.
Este doble rol de ser creador de demanda y costo empresarial al mismo tiempo, existe casi en todos los rubros, salvo en un caso: los sectores que destinan toda o casi la totalidad de su producción al comercio exterior, porque los salarios que impulsan la demanda de dichos bienes, son los del resto del mundo, no los argentinos. En el resto de los casos, los empresarios que venden al mercado local y –racionalmente- intentan pagar los menores sueldos posibles para maximizar sus ganancias, están –inconscientemente- atentando contra sus propias ventas.
El empresario analiza su microeconomía, y no tiene por qué conocer de macroeconomía, no obstante, existe un fenómeno relacionado que nos pueda dar una pista sobre la dicotomía reinante entre su día a día y el contexto económico general. En efecto, cuando ese mismo empresario, cuya micro ha sido satisfactoria -ha ampliado su fábrica, realizado buenas ganancias, se fue de vacaciones, cambio el auto, amplió su casa, por ejemplo- es interpelado sobre la situación económica global del país, instintivamente brinda una visión negativa.
¿Cómo es posible que al país le vaya mal cuando a la mayoría de sus habitantes le va bien o razonablemente bien? Esto sí parece magia, pero sucede muy a menudo. Pero aquellos que intentamos analizar los temas económicos con mayor o menor éxito, sabemos de la existencia de este doble rol del salario y, desde el lugar que le demos, podemos imaginar qué modelo de crecimiento nos convence más. No caben dudas, que para aquellos que añoran un modelo agroexportador, los salarios son sólo un costo, y los quieren lo más bajos posible.
Por el contrario, aquellos que abogamos por un modelo motorizado por el mercado interno, priorizamos su rol fundamental de impulsor de la demanda local por sobre el de los costos, sin desconocer esta segunda función. Quien acceda al gobierno el 10 de diciembre va a encontrarse con el mejor nivel de salarios y empleo, y de jubilaciones y asignaciones de todo el período 2003-2015.
Los salarios se fortalecieron por la política salarial y de ingresos del gobierno, porque el mercado interno volvió a crecer y por el notable poder de los sindicatos en Argentina que, gracias al bajo nivel de desempleo actual, pueden pelear salarios con mayor empuje que en otras partes del mundo.
Quienes piensen que los salarios son altos, intentará socavar algunas de estas premisas y una devaluación podría ser el camino, ya que destruye los salarios reales y este tiene efecto directo sobre el nivel de actividad. Menor nivel de actividad, significa a mediano plazo mayor desempleo y menor poder sindical. Bingo, bienvenidos al cambio.
El trabajo es la fuente genuina de riqueza y progreso que puede mostrar cualquier país. Esta semana se conoció que durante el 3° trimestre de 2015, Argentina alcanzó una tasa de desempleo del 5,9%, la más baja en 28 años. Los sectores que explican esta situación son la construcción –tanto privada como pública- y algunos bloques industriales más ligados al consumo local que a la exportación. Es decir, hubo una creación de 338 mil puestos de trabajo nuevos si lo comparamos con el mismo trimestre de hace un año atrás.
A su vez, se redujo en 186 mil los desocupados y 60 mil menos los sub-ocupados. Respecto a la localización geográfica, el Conurbano Bonaerense creo 6 de cada 10 nuevos puestos de trabajo, aportando 195 mil nuevos empleos.
En tanto que en la Ciudad de Buenos Aires se ocuparon unos 56 mil empleos, lo que evidencia que 2 de cada 3 nuevos ocupados se concentraron en el área metropolitana de Buenos Aires. En tanto en el interior del país se crearon unos 85 mil puestos de trabajo distribuidos en Cuyo (47 mil), la zona Pampeana (19 mil puestos), el Noroeste (3 mil),) la Patagónica (4 mil), y el Noreste (12 mil).
Hasta no hace mucho, los nuevos empleos tenían un componente más industrial y, además, las economías regionales mostraban mayor dinamismo que el actual. Esto pone en evidencia la necesidad de redinamizar dichas zonas para que puedan incrementar sus ventas, acrecentando su producción y empleo. Las propuestas de modificar retenciones y reintegros podría tener algún efecto, pero bajo en relación con otras políticas más contundentes y estructurales, como una fuerte la inversión en infraestructura de transporte y logística interna, como el despliegue que se viene realizando en el Ferrocarril Belgrano Cargas, las nuevas redes energéticas y de gas natural, los miles de kilómetros pavimentados, a lo que se podría sumar la creación de un Banco de Desarrollo para financiar a tasas bajas la producción regional, en particular de empresas pyme.
Esta es la forma de buscar la baja de costos empresariales, sin promover una megadevaluación cuyos efectos son letales para el salario y el empleo. Es decir, mejorar competitividad con salarios altos es posible, salvo que la decisión sea enfrentar ambos objetivos y que se excluyan mutuamente: un modelo agroexportador.
Tomando como base la propia historia económica argentina, se estima que el efecto de una devaluación del 60% en el tipo de cambio (dólar a $ 15) podría ocasionar un shock inflacionario anual del orden del 50% anual. Asimismo, el salario real se reduciría un 15% anualmente, y la recesión podría ser del orden de una caída del 4,5% del PBI.
Con este escenario, el impacto sería un salto de 3 p.p en la tasa de desempleo, llevándola desde el 5,9% actual al 8,9 por ciento.
Por su parte, el levantamiento de las restricciones a las importaciones causaría un efecto devastador sobre las pequeñas y medianas empresas que actualmente tienen protección efectiva y retrotraería el nivel de producción industrial y empleo a niveles similares a los de hace más de una década.
Por lo tanto, salvar al salario y el empleo de una megadevaluación de mercado, debería ser el objetivo de corto plazo del próximo gobierno, lo demás, lo charlamos.
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