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No hay espacio para la duda: lo que se libra en Mar del Plata es una lucha por el poder. Una lucha que, por primera vez, un vecino de la ciudad ha colocado en el centro de la escena, señalando el camino a la construcción de una verdadera independencia política de la horca caudina que desde hace veinticinco años Aldrey Iglesias coloca sobre la cabeza de los intendentes y políticos de la ciudad.
El detalle de la operación desarrollada por el fiscal Jorge Paolini para humillar a Emiliano Giri y enviar un mensaje a la gobernadora Vidal y el intendente Arroyo, revela la naturaleza mafiosa del poder que se ha comportado como amo y señor de la ciudad. En este escenario, no hay que dar por “el Gallego” más de lo que “el Gallego” vale. Tal como lo denunciara reiteradamente Adrián Freijo en los ’80, el manejo de dinero de Iglesias ha estado vinculado al tráfico de drogas de la mafia gallega, que contó, hasta la muerte de Manuel Fraga Iribarne, con la protección precisamente de ese hombre, el hombre que cobijó y condujo los negocios de la familia real española hasta su desaparición.
En 2007, Daniel Scioli gana la Gobernación de Buenos Aires, y de allí en más comienza un intenso escenario de negocios favorecidos por la administración bonaerense, dirigiendo el uso de espacios públicos provinciales -playón Las Toscas-, la contratación de eventos y el alquiler de habitaciones, así como la compra de minutos o centímetros de publicidad en radio, cable y diario La Capital para el beneficio exclusivo de Aldrey, a precios que ninguna auditoría de medios podría avalar.
El haber determinado una clausura parcial al hotel Hermitage desató en estas horas una catarata de declaraciones interesantes, por lo reveladoras. El concejal Héctor Rosso, en nombre de los accionistas marplatenses, señaló que la clausura era política. Si Rosso entiende que la clausura es política, es porque entiende e ilustra algo que ha escapado a la sociedad: Acción Marplatense considera que Florencio Aldrey Iglesias es un personaje y actor político de la ciudad, un par, y pretende que se lo trate como tal, es decir garantizándole impunidad, sin ninguna sujeción al control del Estado, en este caso, Inspección General municipal.
Las constancias vertidas en el acta de clausura son sólidas, aunque parecen livianas a la hora de considerar cuestiones de seguridad. Entendidos en la materia seguridad en lugares públicos sostienen que los funcionarios han estado tímidos a la hora de la transcripción de lo hallado, dadas las graves fallas y falencias edilicias que cualquier ciudadano avisado y un poco atento puede advertir en una recorrida superficial por este hotel, que a todas luces no junta cinco estrellas ni en una noche despejada de enero.
Los hechos potenciados en la conjura mafiosa que paseó a Giri por las fauces hambrientas de una justicia politizada por el diario La Capital y sus satélites, son apenas la punta del iceberg que vengo señalando reiteradamente: armado de causas, incidentes y ataques ideológicos montados, todo articulado para generar un mensaje de falta de políticas e inestabilidad, que apunta, como lo fue en el caso de Vilma Baragiola, a provocar la renuncia del actual intendente.
El brazo de la mentira es poderoso en nuestra ciudad, pero el de la verdad viene hipertrofiándose silenciosamente, desde el hartazgo de un estado de cosas que ya no admite mafias ni titiriteros en la sombra de un diario que ya no vende ejemplares, y un hotel que ya no aloja pasajeros