El ejercicio de la violencia siempre ha sido un instrumento de la política.
Los años que fueron desde la caída de Juan Domingo Perón a la asunción
 del gobierno de Raúl Ricardo Alfonsín estuvieron marcados por el uso de
la fuerza en toda su dimensión como instrumento de la construcción política.
 Lo brutal es que la violencia destruyó toda construcción política, y aún hoy
marca, cual paradoja temporal, nuestro presente. La toma de la calle, los
 saqueos, la presión brutal de algunos gremios, dibujan la cultura de la
violencia como instrumento de poder y praxis política. Los hechos de esta
 semana, protagonizados por Antonio Gilardi y sus acólitos, son un
 exponente, junto a los gremios aeronáuticos y los taxistas de Omar Viviani,
 aupados por el Jefe de Gobierno de Buenos Aires, que tolera y alimenta
 a los grupos violentos que atacan y destruyen a prestadores del servicio
Uber.
Parecen distintos escenarios: aeronáuticos, taxistas metropolitanos,
 municipales marplatenses, aunque la matriz es la misma: la violencia
 como instrumento de poder y acumulación de ventajas. En ese universo
 de conflicto, hay que indicar que los actos de los gremios aeronáuticos y
los municipales de Mar del Plata muestran una situación común: la voluntad
 de cambio del gobierno municipal y el nacional, tomando distancia de
 Rodríguez Larreta y su complicidad con las huestes de Viviani.
Es un dato de la realidad que cuando los de arriba agitan el verbo, los
 de abajo se muelen a palos. El cierre a cal y canto del palacio municipal,
el pasado jueves 8, fue motivado por la información cierta de que los
 dirigidos por Gilardi buscaban tomar el lugar y someter por la fuerza al
 Ejecutivo a dar lugar a todas sus exigencias. La indignación republicana
de Ariel Ciano, Daniel Rodríguez, Marcos Gutiérrez y Cristina Coria es
 una performance artística vergonzosa. Querían el palacio abierto para
 dañar a un Ejecutivo que los tiene acorralados exponiéndolos en su triste
ditirambo. Valga señalar el significado del término ditirambo: “inscripciones 
en mármol que servían para engrandecer con exageraciones e incluso
 falsedades las acciones de los soberanos”. De eso se trata la indignación
 fingida de curules que cada día se alejan más de su compromiso democrático.
Si algo reveló quién es Antonio Gilardi, es su lenguaje: “Este intendente
 está manejado por este, te diría, discapacitado mental, que es el secretario 
de Hacienda, que lo único que hace es atacar a todos los sectores de la
 sociedad”.   Y fue más allá: también trató de “tarado mental” al secretario
 de Educación Luis Di Stéfano.
Un dato para jamás olvidar: en la Alemania de Hitler, unas trescientas
mil personas fueron declaradas “no dignas de vida” y asesinadas por
su discapacidad mental. El verbo siempre precede a la acción.