Una jueza de familia permitió que una nena de 5 años pasara los fines de
semana con un hombre que dijo ser su padre, antes de que ninguna prueba
lo confirmara. La nena terminó abusada, y ahora institucionalizada. No se
cansan de hacer daño.
La historia de A es tristísima. Tanto como puede ser la trayectoria de vida de
una pequeñita que vivió los primeros cuatro años de su vida con una mamá
adicta a las drogas que no podía cuidar de ella, y prácticamente en situación
de calle. No tuvo quien cuidara de su integridad, de su salud física y psíquica,
ni de su alimentación. Hace poco más de un año, esa mamá fue internada en
la Posada del Inti para un tratamiento de recuperación de las adicciones que
la tenían diezmada. La pequeñita fue entregada en custodia a unos papás: la
medida de abrigo era de carácter provisorio.
Claro que el tiempo fue pasando, y la pequeña fue desarrollando un vínculo
afectivo con esta familia del corazón: una pareja trabajadora que ya había
adoptado a dos hermanitos, con los que lleva una convivencia absolutamente
normal desde hace varios años. Ahora la pequeña A tenía los cuidados de una
familia, y concurría a un jardín de infantes de gestión privada.
La causa cursaba en el Tribunal de Familia n°2 de esta ciudad, a cargo de la
jueza Andrea García Marcote, que no es la primera vez que demuestra no sólo
falta de empatía con el dolor ajeno, sino hasta cierta despreocupación por las
consecuencias de las decisiones arbitrarias que asume. La familia del corazón
ató la representación legal de Julio Razona.
Pero pasado un tiempo, apareció en el tribunal un hombre, Juan Gerardo
Luna, que dijo ser el padre biológico de A, sin más pruebas que la de
haber sido novio de su madre biológica. Para sorpresa de todos,
la jueza García Marcote lo declaró padre de la nena, y le otorgó visitas
todos los fines de semana.
Luna, que dijo ser el padre biológico de A, sin más pruebas que la de
haber sido novio de su madre biológica. Para sorpresa de todos,
la jueza García Marcote lo declaró padre de la nena, y le otorgó visitas
todos los fines de semana.
Todo era falso: Luna había dejado unos datos en el tribunal que rápidamente
se pudieron investigar. Ya no vivía en un departamento de calle Brown al
2600 que había declarado, pero la encargada del edificio refirió haber
presenciado que Luna era parte de algún episodio violento en la vereda
del lugar. Tampoco trabajaba en New Bar, como había declarado: nadie lo
conocía allí.
Inmediatamente, tanto la familia del corazón como la Asesoría de Incapaces
se opusieron a que este hombre sin ningún vínculo comprobado, que ni
siquiera representaba un afecto para A porque la pequeña lo había visto
algunas veces, pudiera pasar los fines de semana a asolas con la ella. El
abogado propuso alternativas, y dijo que si le tribunal consideraba que el
requerimiento de visitas merecía ser escuchado, tales encuentros debían
darse en un ámbito protegido, bajo la mirada de una de las profesionales
del poder judicial. Pero no fue atendido.
darse en un ámbito protegido, bajo la mirada de una de las profesionales
del poder judicial. Pero no fue atendido.
El horror
Por supuesto que las cosas sucedieron como era de esperarse. La pequeña A
no quería concurrir a tales visitas, lloraba y se enfermaba para no concurrir.
La familia del corazón no podía más que entregarla, porque no estaba en sus
manos desoír las órdenes de la jueza. No obstante, el representante legal
continuaba presentando sus objeciones a estas visitas que a la vista de todos,
no tenían explicación posible. Ni siquiera se sabía a dónde la llevaba esos
fines de semana. Cuando el análisis de ADN llegó, su resultado fue
obviamente negativo, y Juan Luna desapareció.
Hace poco más de un mes, en el jardín donde concurre la pequeña creyeron
detectar ciertos rasgos que permitían pensar que la pequeña A podría haber
vivido alguna situación vinculada al abuso sexual, pero el procedimiento
implementado tampoco fue el adecuado.
Para comenzar, la denuncia pertinente no se efectuó en la Comisaría de
la Mujer, ya que las órdenes se dieron vía telefónica. La pequeña fue
retirada de la institución, y sin mediar palabra fue internada en un hogar,
incomunicada. No puede recibir visitas de nadie: ha perdido a su familia
del corazón, no tiene a su madre biológica y fue retirada de su jardín de
infantes.
Recientemente, la Cámara Gesell confirmó lo que todos temían. La pequeña
había sido abusada por quien ella llamó Juan. Dijo que en esas visitas el
hombre la desnudaba, la tocaba u hasta la golpeaba. Dijo además que su
madre biológica lo sabía, porque ella se lo había contado. ¿Y ahora?
¿Por qué razón García Marcote ordenó que fuera internada sin comunicación
alguna?¿Puede acaso la jueza comprender el peso de sus actos? ¿Puede saber
que la decisión caprichosa de haber enviado a la pequeña con un desconocido
sin domicilio fijo —semana tras semana— hizo que terminara siendo
abusada? ¿Se da cuenta de que no oyó las advertencias de ningún profesional? ¿Está bien García Marcote?
No es posible asegurarlo, pero la Cámara de Apelaciones deberá examinar
exhaustivamente cada una de las decisiones que tomó la jueza. Pero ella no
parece cuestionarse nada de lo que ha hecho. Un canal de televisión logró
que presentara testimonio, y la jueza se encoge de hombros en un gesto de
“hago lo que quiero”.
Dijo ante las cámaras: “Para mí es un caso muy claro y lo resolví de esa
manera. Por ahí mi manera de resolver no beneficia a todas las partes.
Pero siempre priorizo el interés del niño. Se la ha escuchado, es muy
inteligente y ella confía mucho en el juzgado. Es una relación directa con
los chicos”.La jueza es un adulto, que explicó que la pequeña de 5 años
confía en el tribunal. Sí, debe de ser la única.
Una mujer con escasas palabras para defender su indefendible conducta
dice que todo queda en manos de la Cámara, y que ella no puede conformar
a todo el mundo. Pero su aspecto, su lenguaje no verbal, su desempeño
general despiertan más sospechas que seguridades a la hora de evaluar que
es ella quien tiene en sus manos la vida de los menores de edad. Una mujer
que le da visitas privadas a un novio de la madre que había sido denunciado
por violencia, y encima cree que tiene razón. No pide disculpas. No dice que se equivocó. Dice que no puede conformar a todas las partes.
Su prosapia
No sabemos si este espanto se debe a falta de criterio, de conocimientos, de
sentido común o lo que fuere, pero nadie en el departamento judicial se
puede dar por sorprendido. Ya en 2016, este semanario publicó la nota
anterior de esta saga bajo el título “Incompetentes”, y advertíamos que la
jueza García Marcote tomaba decisiones insostenibles, que no cabían
en ninguna cabeza y, lo que es peor, que iban en contra de la seguridad de
los pequeños. Precisamente el espíritu de la ley, el “Interés superior del niño”,
es lo que se le escapa.
En esa investigación contábamos que en 2015, el papá de Sabrina la había
retirado del colegio en Santa Clara del Mar, y desde entonces no se sabían
nada de ella. El hombre no tenía vínculo con su hija desde hacía dos años, y
ni siquiera vivía en Mar del Plata. La abogada denunciaba que el tribunal de
García Marcote se había demorado tanto en tomar medidas que había
permitido la fuga.
Decía: “Creemos y suponemos que está en José C. Paz, pero los
allanamientos que se ordenaron fueron 3 meses después de su
desaparición y no dieron resultado positivo. El papá se presentó en un
momento con letrados y denunciaron un domicilio donde supuestamente
estaba Sabrina; fueron al domicilio y no se pudo encontrar a la menor”.
La justicia demoró demasiado en pedir pasos sencillos que podrían haber
ayudado a dar con el paradero de la nena. Recién el 18 de diciembre de 2015
se solicitó el reintegro de la menor: tres meses después.
Es decir que, ante la desaparición, la jueza no tomó medidas inmediatas,
sino que le dio al padre todo el tiempo del mundo para arbitrar los medios
necesarios para no ser encontrado. Desde ese momento, la madre la busca
desesperadamente y recurre a quien pueda ayudarla: “la búsqueda de
Sabrina está también en Missing Children y llega en las facturas a los
domicilios. Se tardó demasiado tiempo y hasta hemos tenido audiencias
para que Sabrina pueda ser escuchada y saber lo que estaba sucediendo.
Su progenitor nunca la trajo y no se la podía ubicar en los allanamientos,
pero no se ordenaron medidas mayores”.
Ahora Razona se dirige al fiscal con todas las pruebas del incumplimiento
de los deberes de funcionario público. La jueza y su mala praxis son responsables de que una niña de cinco años haya sufrido más aun de lo que ya había sufrido cuando ella tuvo acceso a dictar la medida cautelar sobre su abrigo.
Pero esta misma jueza aún continúa haciendo su voluntad. Continúa
levantando los hombros ante la cámara que hace foco en sus gestos extraños.
Sigue diciendo que ella no puede conformar a todas las partes. No muestra
remordimiento ni culpa. Sigue dejando afuera a la familia del corazón, que
son quienes, ya encariñados con la nena, advertían su temor de que esto
sucediera. Si antes no los oía, no los atendía, y los consideraba intrusos
en la vida de la pequeña A, ahora dice que aquí no hay padres adoptivos:
“Se dictó la declaración de adoptabilidad, que es una resolución por medio
de la cual se define la situación del niño. Es decir, si tiene que volver con la
familia de origen o de adopción. Ahora la cámara de Apelaciones va a rever
si mi resolución es correcta o no y, si no, resolverá en consecuencia”.
La jueza habla como si A fuera un expediente. Tremendos incompetentes.
Fuente Noticiasyprotagonistas.com
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