Un pelotón de verdugos persigue a los jazmines que danzan con la brisa. Libaneses, palestinos. Humanos. Se les mueren los soles en los párpados Tienen horizontes cortados con tijeras Se alimentan de llantos succionados Y en el alma acunan una paloma muerta. La savia los repele y la muerte los saquea Tienen vedados todos los firmamentos La plegaria a un dios ensordecido surca sus jirones Y Tánatos vence en cada batalla a Eros. Las campanas no tañen ángelus de pétalos Los campanarios despavoridos silban esqueletos. Como fuegos artificiales el Poder juega misiles Que estallan los fragores de bombardeos y de huesos. Y ellos mueren abortando, tal flor antes de ser nacida Pero qué, qué hago yo con mi sola voz que brama. Millones de estrellas suicidan mis mejillas Mientras mi alma cruza las galaxias de cedros Para que el universo abreve nidos en cálices Por ramos de piececitos de bebés bien nutridos Por un cielo que dirija la orquesta del coro de ángeles Y una cama que por el mar navegue jazmines, a la paz.
Cristina Castello
Poeta y Periodista
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