Como cada seis años (más o menos, saque cuentas), la Argentina enfrenta una crisis que no es asimilada como corresponde. Están los que ven un presente como el del ’73, así como hay quienes dicen que “está todo más que bien”. Ambos están equivocados, aunque eso no haga que dejen de insistir en que tienen razón.
Primera aclaración: no hay riesgo de hiperinflación, golpes de estado o guerra civil. Estamos en crisis. Punto. Estados Unidos, la primera superpotencia mundial lo está, aunque nadie cree seriamente que su poderío corra riesgo de desaparecer este año. La Argentina enfrenta una crisis en el sentido más estricto de una palabra cuyo origen etimológico es cambio. Recuerde cuando pasó de la primaria a la secundaria, del colegio a la Universidad, cuando empezó en un nuevo trabajo, cuando empezaba una relación con el sexo opuesto. Son cambios, situaciones reconocidas como traumáticas en una ciencia que respeto muchísimo como la psicología. Cambiar no es malo o bueno, por el contrario. Las consecuencias de las modificaciones de hábitos, costumbres, relaciones, objetivos hacen a la vida misma. Dependerá de las consecuencias. Lo que es malo es no evolucionar, aferrarse a algo obstinadamente se traduce siempre en crisis en el sentido popular del término. Ejemplos a nivel país sobran. ¿O qué pasó con la convertibilidad, por citar un caso?Mientras preparaba / recopilaba / ordenaba esta nota, advierto un título que ya no sorprende a nadie: “La Presidenta volvió a criticar a los medios”. Cristina Fernández de Kirchner, al igual que su marido, mantiene un discurso muy crítico para con la prensa. Paradójicamente, como pocas veces en nuestra historia, el periodismo se ha mostrado muy poco opositor a la administración actual. La ausencia de programas políticos en los canales de aire es un claro ejemplo. Las críticas más férreas se dan en las señales de cable, alternadas con envíos relativamente oficialistas que, al depender de publicidad oficial, permiten una duda sobre su independencia a la hora de exhibir notas negativas. Por favor, recordemos que dentro de todo lo criticable de la década del ’90, la libertad de prensa nunca estuvo en peligro. El entonces presidente, Carlos Menem, si no aceptaba las invitaciones a los programas más duros, no prohibía a sus funcionarios dar entrevistas. El mismo Eduardo Menem tuvo un encuentro con Jorge Lanata, en el programa Día D, que fue memorable. Mariano Grondona es uno de los periodistas que se cansa de indicar que sólo invita a la oposición porque el oficialismo ni se molesta en responder sus llamados.
¿Isabelita Kirchner?Debo reconocer que en lo que hace a la cobertura de noticias relacionadas con la política, siento una atracción morbosa a las acusaciones cruzadas, comparaciones despectivas y discusiones entre los políticos. Antes que verlos hablar de propuestas de campaña, que luego no cumplirán o negarán en un futuro cercano, me entretiene enormemente cuando se disparan analogías que buscan minar la imagen del otro.El último dardo que llamó poderosamente mi atención fue lanzado hacia la Presidenta. Como no puede ser de otra manera, quien ocupe el cargo ejecutivo más importante de la Argentina será blanco de las principales diatribas. La más reciente la encontró en una comparación María Estela Martínez de Perón, Isabelita. En términos intelectuales y decisorios, Cristina Fernández le saca varios cuerpos a la viuda del General. Eso nadie lo puede discutir. Lo que ocurre es que hay un personaje que mina su autoridad, cuyas apariciones le significan sumar puntos en unos sectores y restarlos en otros. Cuando Néstor era Presidente, las principales decisiones pasaban por el matrimonio. La diferencia es que la que en ese entonces era Primera Dama mantenía un perfil bajo que nunca eclipsó a su esposo. El patagónico parece que no puede con su estilo y, mediante actos, intervenciones y declaraciones, hace que el espectador desprevenido piense que él es quien lleva las riendas del poder. Es injusto comparar a Cristina Kirchner, con una formación intelectual superior a la de varios funcionarios y legisladores actuales, con “Isabelita”, quien siempre se manejó a la sombra de otro (Perón, López Rega). No obstante, quien genera que se den estas comparaciones es su propio marido. Si Néstor Kirchner no puede aplacarse a sí mismo, él y sólo él seguirá promoviendo estas comparaciones.
Doble error"Sólo se publican las cosas que están mal: lo bueno no merece ser publicado", afirmó la Presidenta en una ceremonia en Casa de Gobierno. Es más, aseguró que "hay una manipulación de la información para desinformar y preocupar a la gente". Las denuncias ante las organizaciones que promueven y defienden la libertad de prensa también se suceden, pero sobre eso no observamos comentarios. Teniendo en cuenta opiniones vertidas desde los más diversos sectores, incluso de quienes aprueban esta gestión, se está observando un cúmulo cada vez mayor de ciudadanos que observan gestos, palabras y acciones sumidas en una actitud que roza la soberbia, donde se escuchan críticas, consejos y directivas hacia la sociedad, con indicaciones constantes de qué hacer. Hasta se intenta definir el accionar de la oposición… No obstante, esa autocrítica tan declamada y reclamada, parecería que les toca a otros. Se habla de crisis a la hora de aumentar impuestos, o retenciones, pero se habla de crecimiento y evolución en lo que refiere a la acción gubernamental. ¿Acaso hay un discurso según la medida?Sigue siendo indescifrableSería injusto tirar por tierra lo hecho por el matrimonio Kirchner. Han tenido momentos muy altos en su gestión, pero para difundir las acciones positivas del Ejecutivo está la publicidad oficial. No tiene sentido escribir loas, por más merecidas que sean, y dejar de dar a conocer los puntos flacos de un Gobierno. Eso se asemejaría, y mucho, a un país totalitario, no a un Estado que se proclama democrático. Es un grave error aferrarse a la idea de que está todo bien. El INDEC no arroja estadísticas que reflejen lo que ocurre en las góndolas. Era hora de actualizar las formas de medición, elevarlas. Nunca es momento para los manejes perpetrados por Guillermo Moreno. Por más que diera datos precisos, ya no es utilizado, por ejemplo, para las discusiones salariales gremiales como un termómetro en las paritarias. Y esa es sólo una muestra. Hay datos positivos ultrapublicitados (recaudación, gobernabilidad, continuidad). Hay elementos preocupantes no tan comentados, como que las inversiones extranjeras realizadas en la Argentina el año pasado equivalieron al 33% de las que recibió Chile o al 20% de Brasil. En la campaña presidencial estaba subyacente la promesa de, sin modificar los lineamientos principales, introducir cambios. Se dio a entender, o al menos no se negó, que funcionarios polémicos como Jaime, Moreno o D’Elía iban a ser reemplazados; que se iba a intelectualizar la gestión y se iba a acentuar el trabajo sobre la política exterior. El irresuelto conflicto con el agro, denuncias que están empezando a calar en la Justicia, reformas anunciadas pero no concretadas. Sería mucho más fácil hablar de las cuestiones positivas. “Si se enoja alguien, mejor” me dijeron a la hora de hacer En Blanco & Negro. En ocasiones, detesto tener razón.
Escribe Federico Strileski (Publicado en Semanario Noticias y Protagonistas de MDP)
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