* Diego Carbone
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El 29 de mayo de 1969, hace 41 años, Córdoba fue el escenario de una movilización popular que sacudiría a la dictadura de entonces. Tres jornadas de violentos enfrentamientos callejeros se generaron por la cruel represión de la policía y el ejército contra el pueblo. El dictador Onganía había colocado como interventor en Córdoba a Carlos Caballero, un hombre de su confianza, caracterizado por su gorilismo y su ineptitud. En Córdoba, la resistencia a la mal llamada "Revolución Argentina" fue muy importante desde su misma instalación, el 28 de junio de 1966, debido a la comunión entre obreros y estudiantes, siendo uno de los hechos más trágicos la muerte de Santiago Papillon el 7 de septiembre de 1966. La Delegación de la CGT de los Argentinos encabezaba la lucha contra la entrega del capital nacional a los monopolios extranjeros y la opresión al pueblo, la supresión de las conquistas laborales y las garantías y libertades individuales y públicas. Se destacaban los combativos Agustín J. Tosco, Secretario General del Sindicato de Luz y Fuerza y Atilio H. López, un veterano luchador peronista, miembro de la Unión Tranviarios Automotor. A ellos se sumaba la fuerza de los obreros mecánicos. El 14 de mayo de 1969 se reprime una asamblea de obreros de la industria automotriz contra la eliminación del sábado inglés. El 16 la UTA paraliza la ciudad, acompañada por Luz y Fuerza. Mientras tanto en Corrientes matan al estudiante Juan José Cabral y en Rosario a Adolfo Mario Bello.
El 26 las dos centrales obreras cordobesas adheridas a la CGT de los Argentinos y a la conducción de Azopardo proclaman un paro activo para el 29. El acatamiento fue muy impotante y la concentración fue reprimida violentamente, muriendo un obrero de Ika Renault. Luego matan a otro trabajador, lo que produce indignación. El pueblo comienza a formar barricadas y avanza sobre la policía, que se repliega. Ochenta y cinco mil obreros, treinta y cinco mil estudiantes universitarios y quince mil secundarios, junto con amas de casa, comerciantes y profesionales, escribían la historia, dando treinta mártires a la jornada.
Comenzaba el final de un dictador, pero faltaba mucho para derrocar a la dictadura. Las detenciones y persecuciones que se produjeron no sirvieron para aplacar el ansía de justicia y libertad del pueblo. Estos hechos se reproducirían luego en Catamarca, Rosario, Cipolletti, etc., ahogando el deseo de los dictadores de mantenerse en el poder.
El General Ongania, es reemplazado por el General Alejandro Agustín Lanusse, más politico que su antecesor al que saca del poder. Lanusse gobernaria con una visión más cercana a la politica civil que ha la cerrada politica militar. Lo cual no quita que siga ejerciendo el poder con el mismo autoritarismo que su antecesor. Pero la lucha de "la Patria sublevada", como decia Scalabrini Ortiz, no cejaria de alli en más hasta conseguir el llamado elecciones. Lanusse queria quedarse en el poder, esta vez como politico, y conseguir el apoyo del Peronismo. Fracaso en sus gestiones y ganadas las elecciones por Hector J. Campora, al que entrego la banda y el bastón de mano, el Peronismo regreso a la casa Rosada. El retorno de Perón al país y a su tercer gobierno constitucional estaba asegurado.
COMPAÑEROS MUERTOS EN DEFENSA DE LA LIBERTAD DURANTE "EL CORDOBAZO"... PRESENTE...!!!
LA REPRESION
COMO COMPLEMENTO UNA HERMOSA NOTA DE MI AMIGO Y COMPAÑERO ROGELIO ALARIZ:
EL CORDOBAZO:
Fue una rebelión popular, una gran rebelión popular. Los historiadores estiman que su antecedente más inmediato fueron las jornadas de lucha de la Semana Trágica ocurrida en 1919. Podrá discutirse si la rebelión fue revolucionaria o reformista. Los izquierdistas de entonces, y algunos de ahora, llegaron a considerar al “ Cordobazo” como un ensayo revolucionario o la antesala de la toma del poder. Hoy, esas apreciaciones parecen un tanto exageradas, no obstante lo cual a nadie se le escapa que el “Cordobazo” fue posible, entre otras cosas, por la presencia de una izquierda -peronista y no peronista- que además de influir en el estudiantado y los intelectuales influía en el movimiento obrero y, en más de un caso, era su conducción.
El Cordobazo tuvo tres protagonistas sociales: los estudiantes, los obreros y las clases medias. Una dirección política expresada por tres importantes líderes obreros: Atilio López, Agustín Tosco y Elpidio Torres. López y Torres eran peronistas; Tosco de izquierda. Para todos, el enemigo siempre estuvo en claro. Se llamaba Juan Carlos Onganía, titular de la dictadura que había derrocado al presidente constitucional Arturo Illia.
El golpe de Estado del 28 de junio de 1966 había tenido el descaro de autodenominarse “Revolución argentina”, dos palabras innecesarias y equívocas porque a decir verdad no fueron revolucionarios -en tanto que expresaron las ideas, los prejuicios y los intereses que hasta el sociólogo más moderado calificaría de derecha autoritaria- ni fue argentina, porque expresó desde la perspectiva económica el más desenfadado proceso de desnacionalización de la economía.
El Cordobazo no derrocó a la dictadura pero la hirió de muerte. El delirio de Onganía sobre las virtudes de un régimen militar que se extendería por dos décadas, inició su cuenta regresiva a los tres años de haber llegado al poder. La paz social promovida por la dictadura, su afán castrense de orden y disciplina llegó a su fin en esas jornadas de mayo de 1969. Ni la ley anticomunista, ni la declaración del Estado de Sitio, ni los tribunales militares que juzgaron y condenaron a prisión a Tosco y Torres lograron impedir lo inevitable. A partir de esa fecha, las movilizaciones populares se incrementaron y la crisis de autoridad fue tan evidente que los primeros que la registraron fueron -precisamente- los generales “liberales” que empezaron a preparar salidas alternativas al mesianismo corporativo de Onganía.
Es más, testimonios posteriores permiten suponer que el Cordobazo de alguna manera fue “permitido” por un sector de las Fuerzas Armadas. Como se sabe, los militares ingresaron a la ciudad de Córdoba para poner orden después de las cinco de la tarde. ¿Por qué no lo hicieron antes? Porque estaban interesados en que el conflicto se extendiera para poner en evidencia la incapacidad de Caballero, gobernador de Córdoba, y del propio Onganía para asegurar el orden.
El Cordobazo, ocurrido el jueves 29 de mayo de 1969, fue la culminación de una suma de estallidos populares iniciados ese mes. Todo empezó con la movilización de los estudiantes de Corrientes en contra del aumento del ticket del comedor universitario. En esa jornada fue asesinado el estudiante Juan José Cabral.
Una digresión personal puedo permitirme. Por entonces, yo tenía 18 años y vivía en una casa de estudiantes de 4 de Enero y Mariano Comas. Esa madrugada -lloviznaba y hacía frío- llegaron cuatro o cinco muchachos para avisarnos que estaba convocada una asamblea general en el Sindicato de Artes Gráficas, sede de la “CGT de los argentinos”. Desde ese momento nunca más dejé de militar. Actos callejeros, pintadas en las paredes reclamando el fin de la dictadura, asambleas universitarias y manifestaciones por calle San Martín se transformaron en una constante, casi en una rutina.
Anécdotas más, anécdotas menos, lo que me sucedió a mí no fue muy diferente de la experiencia vivida por toda una generación. Para bien o para mal, descubrimos la política en la resistencia a la dictadura de Onganía que se inició en ese ya lejano mes de mayo. Fue un gesto generoso, limpio, pero como en la vida nada es gratuito, iniciarse en la política a través del desacato y la rebelión, a la larga o a la corta cobra su precio. Para algunos el precio fue la vida; para otros, la cárcel durante algunos años. Y para todos, una experiencia generacional intransferible que luego los rigores de los años, los desencantos de la política y las ideologías atemperarían, moderarían, pero no borrarían de la memoria.
Lo que sucedía en Santa Fe se expresaba de manera más o menos parecida en todas las universidades de la Argentina. El 18 de mayo estallaba el Rosariazo. Los estudiantes y los trabajadores ganaron la calle y, como consecuencia de la represión, murieron Bello y Blanco. Para esa altura del mes, el país ardía. En Tucumán, La Plata y Buenos Aires las movilizaciones estudiantiles y populares estaban a la orden del día.
En Córdoba, el miércoles 14 de mayo hubo una histórica asamblea obrera en el Córdoba Sport Club. Allí se declaró un paro general para el viernes 16 de mayo. Las reivindicaciones obreras eran precisas: defensa del sábado inglés y contra las quitas zonales. El 19 de mayo el gobierno nacional cerraba la universidad, calificada como “nido de comunistas”.
Ni la represión, ni las amenazas de intervenciones militares detuvieron lo que ya para muchos era considerado inevitable. El martes 27 de mayo se declaró el paro activo con movilización obrera de 36 horas. Hasta el “Lobo” Vandor estaba de acuerdo con la movilización. Un mes más tarde sería asesinado en su búnker de la UOM. Pero eso ya es otra historia. O la misma, pero escrita en otro capítulo.
La suerte estaba echada. El jueves, a partir de las diez de la mañana las columnas de obreros provenientes de las empresas automotrices marcharon hacia el centro de la ciudad. El ministro Krieger Vasena, nieto del Vasena de los talleres metalúrgicos que dieron origen a la “Semana Trágica” de 1919, estaba desconsolado. “Esto no me lo pueden hacer los obreros mejor pagos de la Argentina” decía. Algo parecido había expresado el ministro del Interior, Borda, respecto de la movilización estudiantil en Corrientes: “No entiendo por qué tanto desorden si el aumento del ticket del comedor es de apenas unas monedas”.
El problema de Borda, de Krieger Vasena y de Onganía era precisamente ése: habían dejado de entender lo que sucedía. Por ignorancia, por estrechez ideológica, por economicismo ramplón, no terminaban de hacerse cargo de la historia argentina de los últimos años.
¿Fue tan así? Por supuesto. Si en 1955 el peronismo quedó fuera de la ley, en 1966 la “Noche de los bastones largos” demostraría que también quedaban fuera del sistema los estudiantes y las capas medias de la sociedad.
¿Alguien planificó la rebelión popular de Córdoba? No hay noticias acerca de un comité revolucionario o algo parecido ¿Fue entonces una movilización espontánea? Hasta cierto punto sí, pero sólo hasta cierto punto. Toda rebelión popular tiene componentes de espontaneidad. Córdoba no fue la excepción. La movilización obrera de las once de la mañana se transformó en jornada de lucha al mediodía y en rebelión popular a las 3 de la tarde. Esa dinámica no obedecía a ninguna planificación, nacía de la naturaleza misma de la crisis.
¿Tuvo objetivos revolucionarios? Si por revolución se entiende un cambio radical del sistema, el Cordobazo no fue revolucionario más allá de la subjetividad de algunos de sus protagonistas. Hoy, a la distancia, podría decirse que su objetivo fue el derrocamiento de la dictadura y el retorno a la democracia con la presencia de Perón en la Argentina. No era poca cosa.
El Cordobazo no fue una réplica de San Petersburgo ni un ensayo de la Comuna de París. En el lenguaje marxista podría decirse que aquellas condiciones objetivas y subjetivas que dan cuenta de una crisis revolucionaria no existían, por más que en la superficie de los hechos el aire estuviera poblado de imágenes y mitos revolucionarios.
En aquellos meses de 1969 la dictadura militar fue derrotada, y todo el sistema de dominación impuesto por los militares desde 1955 debía ser revisado. El error de muchos fue creer que la crisis de dominación de la dictadura incluía la crisis final del capitalismo. Ese error de diagnóstico se pagaría muy caro años después. Pero en 1969 nadie tenía la bola de cristal y todos, todos sin excepción, nos sentíamos acogidos por el generoso viento de la historia en un tiempo donde no parecía descabellado cambiar el mundo y cambiar la vida.
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