martes, 20 de julio de 2010

LOS SALARIOS SE "INDEXAN" EN DOLARES A TASAS CHINAS Y YA SE ACERCAN A LOS NIVELES DEL 1 A 1


* Fernando Gutierrez


Cobrar más no siempre significa comprar más. Todo depende de cuánto aumentaron los sueldos y de cuál es el incremento del nivel general de precios.
Lo cierto es que los salarios medidos en dólares vienen escalando a tasas chinas producto de:
Los fuertes incrementos pactados entre empresas y sindicatos.
El consecuente corrimiento del piso también para empleados fuera de convenio (jefes, gerentes y directores).
Una divisa que, al estar “anclada” frente a estos aumentos, da lugar a un traslado de los mismos desde la moneda local hacia el billete verde.
Un ejemplo:
Juan es un supervisor de planta que ganaba $4.000 -u$s1.047- en julio de 2009 (con el dólar de aquél entonces a 3,82 pesos).
Ahora percibe $4.800 -u$s1.233- tras haber recibido en el último año un incremento del 20% en su haber (al valor actual de 3,89 pesos).
Es decir, gana u$s186 más, aunque esto no significa que su poder de compra haya aumentado.
Para peor, la empresa en la que trabaja se encuentra más complicada: tuvo que resignar márgenes de ganancias, al no poder trasladar todos los incrementos de costos a precios. Le resulta más difícil colocar sus productos en el exterior (en definitiva las cosas no aumentaron tanto afuera) y además siente una mayor competencia de productos importados.
Ésta es, ni más ni menos, la situación que enfrenta el “made in Argentina” por estos días: el país se ha encarecido y mucho en dólares.¿Qué debería haber ocurrido para que Juan y su empresa se encontraran en mejor situación? Sencillamente, la compañía tendría que haber fabricado más productos para prorratear esta suba de costos en más unidades. En buen romance, su productividad tendría que haber ido acompañando este incremento salarial. ¿Ocurrió eso en la Argentina? No. Por el contrario, la mejora en este índice apenas alcanza a ser un tercio del reajuste salarial pactado. “Una mala noticia para el país es que los salarios, medidos en dólares, no pueden continuar creciendo más rápido que la productividad”, afirma el analista Miguel Kiguel. Y destaca el contraste entre el 5% que crecerá la productividad este año contra un aumento salarial que, como mínimo, será casi el triple de esa cifra.Kiguel grafica el escenario actual de la siguiente manera: si un país “A” tiene menor productividad que otro país “B”, pero los salarios en dólares suben más rápido en “A” que en “B”, esa situación, tarde o temprano, va a requerir de un ajuste en el tipo de cambio real para el país “A”.“De otra manera, 'A' tendrá dificultades crecientes para exportar al mercado global a precios competitivos y, además, enfrentará la amenaza de las importaciones. Eventualmente, algunas empresas deberán cerrar y sectores enteros serán inviables”, advierte Kiguel.El analista hace hincapié en que la situación argentina de hoy se acerca a la zona de riesgo, porque no tiene espacio para mantener su competitividad. ¿Qué tan cerca se está de volver al 1 a 1? Los salarios (incluyendo cargas sociales) seguirán subiendo -en términos de dólares- entre un 15 y un 20% promedio más respecto de su valor actual, un nivel que los analistas consideran sumamente riesgoso.No sólo por los factores ya expuestos sino porque, además, dificulta la creación de empleo genuino.Así las cosas, y tal como destacan desde las consultoras privadas, los salarios ya sobrepasaron a los de los países vecinos. Y se aproximan a pasos acelerados al nivel de los años ’90, cuando regía el “uno a uno”.El siguiente gráfico es más que elocuente a la hora de analizar el fuerte incremento del costo laboral argentino en términos de dólares:
Esta cuestión se ha transformado en uno de los principales temas que ocupan a los analistas, ya que lo ven como un síntoma de problemas para la economía local.“No deberíamos llegar al nivel de costo salarial que teníamos en 2001. Corremos el riesgo de perder la competencia global por generar empleo, que incluso ahora es mucho más dura que en los años ‘90”, sostiene Jorge Vasconcelos, director de Ieral, de la Fundación Mediterránea.El encarecimiento de las retribuciones, medido en moneda dura, es una consecuencia natural del atraso cambiario, dado que en el sector privado los convenios no sólo que no se ajustan a la tasa de devaluación. Ni siquiera se pactan de acuerdo con la inflación pasada, sino más bien con la expectativa de suba de precios futura.En este sentido, Diego Giacomini, economista jefe de la consultora Economía & Regiones, afirma que la proyección -para lo que resta de este año y el próximo- es de una inflación acumulada de casi un 50% contra una devaluación de 15 por ciento. “Con esos numeritos, ya tenemos un nivel de costos dolarizados equivalentes a un dólar de $1,15, muy cerca del de la convertibilidad”, señala.En la misma línea, el investigador jefe del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA), Jorge Colina, plantea que, en dólares “nominales”, ya se alcanzó el nivel de 2001.“Hoy el salario promedio en el sector privado ronda los $3.500, prácticamente un valor similar al del fin de la convertibilidad, cuando éste era de u$s871”, agrega.Claro que a lo largo de una década los dólares han perdido valor, por la inflación internacional ocurrida desde entonces, que se ubica en un 23 por ciento. Colina cree que, dado el panorama económico en el que la brecha entre la divisa estadounidense y precios locales no tiene perspectivas de cerrarse, será relativamente fácil que se alcance el nivel salarial "real" de los ’90.Esta cuestión es abordada también por Orlando Ferreres, ex viceministro de Economía, quien destaca que mientras el salario argentino en dólares ha ido en aumento en las últimas décadas, el costo de la maquinaria ha permanecido con escasas variaciones.En los últimos años, por ejemplo, el salario argentino se triplicó, medido en la divisa estadounidense, mientras que el precio de los bienes de capital tuvo una variación mínima, según la estimación del economista.
“La Argentina lo que tendría que hacer es llamar a los sectores a los que les resulta difícil competir, por tener un tipo de cambio bajo, y ayudarlos a reciclarse, tal como se hizo en España y en Chile”, afirma Orlando Ferreres, economista y titular de la consultira que lleva su nombre.Perdiendo la competencia globalEl aumento del costo laboral para las empresas no sólo se hace evidente cuando se lo analiza en términos históricos, sino también en la comparación con otros países. “Cuando se computa el salario más los aportes patronales, hoy la Argentina pasó levemente a Brasil y a Chile, y es mucho más cara que México y Perú”, indica Vasconcelos, que no oculta su preocupación por las consecuencias que esta situación puede aparejar para la industria nacional.“Creo que no se ha tomado conciencia de lo que implica esto. Hoy el nivel de desempleo en el mundo está creciendo, hay capacidad ociosa y hay una fuerte competencia por generar empleo. Es una situación que va a durar dos años como mínimo. En este terreno, la Argentina está perdiendo posibilidades de competir”, señala el director de Ieral.Reconoce que, si bien históricamente el país tuvo un salario en dólares más alto que el de sus vecinos, hoy esa situación ya no se justifica: “Aquella brecha tenía que ver con una mayor productividad, pero eso se perdió. Y ahora, además de salarios más altos, tenemos un costo de capital que es el doble de Brasil y Chile, dada la tasa de interés que hay que pagar a la hora de tomar un crédito”.Primeros síntomasPor lo pronto, algunos síntomas del alto nivel salarial con dólar anclado ya están apareciendo en la economía:
Necesidad de una fuerte protección contra los productos importados. Las industrias intensivas en mano de obra son las que primero sienten el deterioro competitivo. “Hoy ya hay sectores que no podrían funcionar sin la ayuda gubernamental para frenar el ingreso de productos del exterior. Aunque es algo que tiene un límite y no se puede sostener indefinidamente”, señala Colina, de Idesa. ¿Qué áreas son las más afectadas? Fabricantes de indumentaria, productores de caucho y plástico, de metales, de equipamiento eléctrico, LCD, televisores y equipos de audio, motos, bicicletas y muebles.
Creció el costo de crear un nuevo puesto de trabajo. Los economistas tienen varias formas de medir la competitividad de un país. Una de ellas es la relación entre la inversión y la generación de puestos de trabajo. El cálculo surge de dividir lo invertido en la economía sobre cada empleo creado. “En este momento, cada nuevo puesto implica unos u$s300.000, muy por encima de la media histórica del país, que se ubicaba en u$s200.000”, indica Vasconcelos, del Ieral.
Menor rentabilidad y menos inversión. La diferencia de velocidad entre devaluación e inflación ha significado una caída en las tasas de retorno de muchos sectores, especialmente aquellos con ingresos dolarizados y sin posibilidad de trasladar a los precios los aumentos de los costos. En algunos casos, la reducción ha caído a la mitad de las rentabilidades históricas (ver nota: Ahora se vende más pero rinde menos: ¿cuánta plata se gana en la economía "K"?).
Menos trabajo formal y más dependencia del Estado. Los analistas creen que será difícil que la tasa de desempleo caiga por debajo de su nivel actual de 8%. Es por esto que el crecimiento en la economía local no se ve reflejado en una baja más significativa en la cantidad de desocupados. Más bien, la sensación es la de un estancamiento en la creación de puestos de trabajo en el sector privado. En este escenario, tiende a crecer la informalidad y se refuerza la dependencia del empleo estatal.
Dependiendo de los sojadólares“Para recuperar la competitividad perdida, el dólar tendría que cotizar hoy a 4,40 pesos. Pero se generaría una suba de precios tan alta que antes de fin de año volveríamos al tipo de cambio real que tenemos hoy. Con el actual nivel de inflación, cualquier intento de devaluar se licúa rápidamente”, sostiene Giacomini, desde Economía & Regiones.Para este economista, un motivo por el que esto ocurre es que se perdió el superávit fiscal, “un pilar que le permitía al Estado mantener el tipo de cambio depreciado en forma genuina, es decir, sin generar inflación”.¿Hay algo que puede agravar esta situación? Sí, la fuga de capitales. Se mantiene relativamente alta, con un piso promedio de u$s650 millones mensuales, si bien no llega a los niveles que se registraban en momentos de alta inestabilidad política, cuando salían del sistema unos u$s2.000 millones por mes.Según Vasconcelos, el actual nivel requiere que exista una balanza comercial con un superávit mínimo de u$s12.000 millones. Por debajo de esa cifra, advierte, los problemas comenzarán a hacerse sentir en el nivel de actividad y en el empleo.“El flujo de capitales que ingresa al país se está deteriorando, pero todavía se encuentra en un nivel manejable”, afirma.

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