Escribe Fernando Laborda para
el Diario La Nacion
EL 20 de junio de 1973, cuando Juan Domingo Perón retornó definitivamente al país tras su largo exilio, en la recordada masacre de Ezeiza, dos bandos disputaron a los tiros su protagonismo. Cada uno de esos dos sectores, la derecha peronista y la tendencia revolucionaria, pretendían demostrar con cuál de ellos estaba Perón.
Hoy, casi 38 años después, no hay lucha armada ni tampoco las duras discusiones ideológicas de los años 70. Pero sí una creciente disputa por espacios de poder en el oficialismo.
La ofensiva lanzada por el titular de la CGT, Hugo Moyano, es un indicador de esa pugna. El gremialista camionero expresó que "los primeros que abrazaron la causa peronista fueron los trabajadores", pero que hoy son "convidados de piedra". Denunció también que en el oficialismo sólo se acuerdan de los trabajadores "cuando llega el momento de que los negritos vayamos a votar", mas "cuando llega el momento de armar las listas" les dicen "esperen afuera que ya les vamos a decir quiénes son los candidatos".
Moyano ratificó su deseo de que un representante del sindicalismo fuera el compañero de fórmula de Cristina Kirchner (se mencionó al abogado cegetista y diputado Héctor Recalde). Salvando las distancias, tras el regreso de Perón a la Argentina en 1973, una de las grandes discusiones previas al acto eleccionario que consagró al fundador del justicialismo pasó por quién acompañaría al líder en la fórmula. Para zanjar el conflicto, Perón optó por su esposa, Isabel. De qué manera zanjará en los próximos meses Cristina Kirchner este asunto será una señal relevante para el oficialismo y para el país.
Cuando inauguró las sesiones ordinarias del Congreso, el 1° de marzo, la Presidenta pareció ponerse en el medio de las dos alas que dirimen espacios de poder en el kirchnerismo. Por un lado, retó a la diputada Diana Conti, sin mencionarla, por haber hablado de la reelección indefinida; por otro, cuestionó al sindicalismo por las medidas de fuerza y la continua ocupación del espacio público. Está visto que la primera mandataria busca por momentos hacer un equilibrio entre los sectores en pugna, aunque su corazón esté hoy mucho más cerca de los jóvenes de La Cámpora.
Cerca de la Presidenta no faltan funcionarios que parecen animarla a distanciarse del jefe de la CGT, a quien consideran una figura desprestigiada en la opinión pública. Frente a esas chicanas, Moyano se cuida de no ofender a la jefa del Estado y deriva sus críticas hacia la prensa, como si ésta tuviera la culpa de que en el Gobierno moleste su presencia. Claro que cuando puede, lanza alguna estocada contra el poder político.
La ventaja que hoy exhibe Cristina Kirchner en las encuestas, aunque relativa por los siete meses que restan hasta octubre, acelera la disputa. Todos van por todo en el oficialismo. Pero como señala el analista de opinión pública Jorge Giacobbe, la clave tal vez no sea cuánto miden en intención de voto la Presidenta y los demás candidatos hoy, sino en qué condiciones llegaremos a las elecciones y cómo se dirimirá la batalla en el partido gobernante.
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