miércoles, 2 de noviembre de 2011

LA CALESITA...SIEMPRE LA CALESITA.


de Adrian Freijo, el miércoles, 02 de noviembre de 2011, 9:17
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“Llora la calesita de la esquinita sombría”…decía la letra de aquel inolvidable tango de Mores y Castillo que inmortalizara la voz de Hugo del Carril pero integrara el repertorio de tantos cantores argentinos.











Y como una calesita la Argentina parece pasar siempre por el mismo lugar, en un círculo que poco tiene de virtuoso y con escasas posibilidades de manotear la sortija. Veamos si no es así:



1974: José Ber Gelbard, Ministro de Economía de Cámpora, Perón y luego por corto tiempo de Isabel, descubre que el país puede lograr el paraíso de la “Inflación Cero” y así bautiza su plan que consistía en…decidir que no había inflación. Los argentinos se lanzaron a “la felicidad y el consumo”, el dólar se ancló en el precio que el gobierno decidió y la Argentina Potencia apareció en el horizonte.



A poco de andar la inflación seguía ausente; tan ausente como el aceite, la nafta, el papel higiénico, el pollo, la carne, los autos y cualquier bien o servicio que se quisiese consumir o adquirir. Entre tantos ausentes el dólar marcaba la tendencia, siempre y cuando usted no quisiese comprarlo en el mercado negro; allí si lo encontraba…como al aceite, el papel higiénico y todos los demás faltantes del blanco u oficial.



Corolario, el gobierno “se inventó” una realidad inexistente. El “rodrigazo” nos dio un manto de realismo de la manera más dolorosa posible.. 320% de devaluación.



1976: José Alfredo Martínez de Hoz descubre que manteniendo el dólar a un precio artificial y muy bajo el país podría frenar la inflación, dar un salto tecnológico y modernizar su estructura productiva. Sus amigos-socios en tanto concluyeron que manteniendo tasas de interés altísimas podrían hacerse de todos los dólares que había en el mercado y que ya nadie quería por inservibles.



Y los argentinos descubren, una vez más, que “la felicidad y el consumo” marchan de la mano y que bien vale vender la fábrica, el negocio y hasta la casa para poner la plata en plazo fijo y vivir como reyes, viajando por el mundo y dándosela de bacanes mientras los estúpidos de otras latitudes trabajaban todo el día para juntar unos mangos.



Corolario, los amigos de poder –de la mano de Lorenzo Sigaut y Domingo Cavallo y su recordado “el que juega al dólar pierde”- nos regalaron una devaluación cercana al 200%, ganaron millones con los verdes que habían amarrocado, quebraron cuatro decenas de bancos y nos dejaron los bolsillos llenos de papeles sin valor alguno con las caras de nuestros héroes tan atónitas como marchitas. Ahh..y millones de argentinos en la calle, la industria quebrada y el país destrozado económica y culturalmente.



Amo 1985: Juan Vital Surruhil vuelve a descubrir que el dólar vale menos que el peso nacional al que además retira con orgullo y el homenaje territorial que supone el nombre de la nueva moneda llamada Austral.



Y los argentinos, por tercera vez en apenas 12 años, concluyen que por fin llegó el tiempo de “la felicidad y el consumo” y se dedican a pasear por los cinco continentes convirtiendo a Miami y Río de Janeiro en sucursales de paso obligado de Orense y La Salada. Los precios internos, atados siempre a la moneda norteamericana, comienzan a generar presión sobre los externos y las exportaciones caen a sus niveles más bajos de la historia. Para neutralizar este efecto Alfonsín y su ministro –que creían que todo se solucionaba por el sólo efecto de no reiterar los “errores” de Martínez de Hoz- resuelven recurrir al crédito externo y llevan nuestra deuda de 43.000 millones dejados por el Proceso a 86.000 al final de su mandato.



Y hace debutar en esta historia a ese asistencialismo que hoy tanto criticamos y que por entonces se dio en llamar “cajas PAN”. Que eran , como todo en esta tierra, tan sólo por un tiempo.



Corolario, el país estalla en una hiperinflación que llega al aterrador índice de 1800% mensual y un 37% de la población económicamente activa cae por debajo del índice de pobreza.



1991: tras padecer otros dos brotes desbocados de inflación Carlos Menem convoca a Domingo Cavallo y entre ambos resuelven que a pesar de tantos revolcones…el peso argentino tiene el mismo valor del dólar. Por supuesto que con ellos los argentinos se reencuentran con “la felicidad y el consumo” y quien no lleva a sus hijos a Disneyworld o no almuerza en el Maxim’s de París pasa a ser un perverso o un imbécil. Nadie quier el dólar y nadie quiere trabajar. Aunque lo más grave es que los que quieren..no pueden; lo único que se fabrica en la Argentina son desocupados.



Y a pesar de las señales evidentes de descomposición social los argentinos plebiscitan en apoteosis al riojano para un segundo mandato que se inicia bajo los peores auspicios.



Corolario, a pesar de lo evidente del quiebre De la Rúa (escuchando el “clamor” popular) mantiene la convertibilidad hasta que le estalla en su impávida nariz en 2001 y una vez más empuja a la sociedad a una megadevaluación del 300% a la que jocosamente se bautiza “pesificación asimétrica”, no sin antes apropiarse de los ahorros de todos los argentinos.



En todos los casos, sin excepción, la negación de la realidad y el voluntarismo aparecen como responsables principales del desastre. Dos elementos que hoy campean entre nosotros y que no podrán corregir el Indec ni las medidas desesperadas como apropiarse de las AFJP, los fondos de la ANSSES, las reservas del BCRA o…las trabas para comprar dólares.



¿Cómo seguía la letra de aquél tema de Mores?..¿no se acuerda?...yo voy a ayudarlo a refrescar ese punto débil que tenemos por estos lares y que se llama memoria…”y hace sangrar las cosas que fueron rosas un día”.



Rosas…como la fiesta de la “felicidad y el consumo”











PARIENTES Y AMIGOS







Celestino Rodrigo, José Alfredo Martinez de Hoz, Lorenzo Sigaut, Domingo Cavallo, Juan Vital Surruhil, Roberto Alemann, Amado Boudou…todos surgidos de la misma escuela económica. De ese liberalismo que en la Argentina siempre se disfrazó de intervencionismo para esconder la especulación criminal que se agazapa tras las leyes del mercado.



“Inflación Cero”, “Tablita”, “Convertibilidad” o ahora “Modelo” han sido históricamente caminos al suicidio de pretender una realidad que no existe y la puerta evidente por la que más tarde o más temprano el dólar (que sigue siendo el fiel de la balanza) emerge con todo el peso del viejo axioma “la única verdad es la realidad”: busca su precio real, lo encuentra y arrastra tras de él la ficción y sus autores y actores.



A las trabas para comprar dólares le seguirá i-n-e-v-i-t-a-b-l-e-m-e-n-t-e la aparición en escena del dólar negro y los “arbolitos”; al amesetamiento artificial de los precios, el desabastecimiento de algunos productos y la especulación para conseguir otros; a la suplantación de reservas y activos financieros con bonos de los más dudosos cuños la continuará una nueva crisis de pagos que sobrevendrá de la saturación del mercado y de la desconfianza de los inversores.



Nada que no sea evidente para el que no quiere engañarse o tiene posibilidad de ver la realidad, apabullada como está por la intolerable propaganda oficial y el mensaje del “está todo bien”.



Pero esto va a ser así; y lo será por una única y exclusiva razón: no hay posibilidad de que sea de otra forma. Como en 1974, 1979, 1987, 1999 y cuántas veces hayamos pretendido que las reglas de la economía pueden suplantarse con ficciones.











CRÉAME, ES CIERTO







Gobierno de Isabel: cola en almacén; el señor delante mío consigue “en negro” medio litro de aceite de oliva; lo paga “X” pesos. A mi me lo cobran..”X + 10”; me quejo. La respuesta es “ya pasaron más de cinco minutos”.



Gobierno de Alfonsín: en los supermercados era grotesco ver las carreras entre las góndolas entre los remarcadotes de precios y los clientes. Si los pasabas…te salvabas.



Gobierno de De la Rúa: nos juntábamos con amigos, ibamos juntos al banco a las 10 hs; salíamos a las 18hs., almorzábamos adentro. Afuera nos esperaban…los Patacones.



No quiero más…le juro que no quiero más. ¿Y usted?.

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