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domingo, 27 de noviembre de 2011
LA DEMONIZACION JUVENIL.
Pensemos en Cafiero ministro de Perón a los 25 años y de Hacienda nada menos, o en Juan Manuel Abal Medina a esa edad Secretario General del Movimiento Nacional Justicialista en el 73
Por Jorge Rachid
“Son el futuro” es la frase mas frecuente para postergar sus anhelos. “No están capacitados” dicen quienes no quieren perder su posibilidad. “Tiene que caminar mucho para aspirar a los cargos” proclaman aquellos que creen que la historia es solo de ellos. “No nos respetan en nuestras luchas” exclaman quienes piensan en que la única lucha es la dada contra las dictaduras.
Estos jóvenes de hoy que viven esta realidad, por aquellas luchas, por nuestros sueños y dolores, son hijos de la democracia y el enfrentamiento que debieron dar fue contra una cultura dominante neoliberal, que intentó hacerlos individualistas, egoístas y codiciosos y que les vino dado desde la cuna conjuntamente con las nuevas tecnologías que ellos mismos lograron dominar para fines solidarios y convocantes, se expresan en los pueblos y las plazas haciéndose oir y protagonizando la historia reciente de la Argentina.
La recuperación del Estado como ordenador social con presencia y regulaciones, tomando decisiones estructurales que revirtieron políticas de entrega y sumisión en especial en sus propias empresas, en un duro camino todavía iniciático, permitió la irrupción de jóvenes capacitados y comprometidos en la función pública es un hecho repetido en la historia del peronismo. Pensemos en Cafiero ministro de Perón a los 25 años y de Hacienda nada menos, o en Juan Manuel Abal Medina a esa edad Secretario General del Movimiento Nacional Justicialista en el 73, por no seguir con ejemplos que en una larga lista demuestra que los jóvenes militantes no sólo sirven para movilizar, agitar, pintar, encuadrar sino que siempre fueron capaces de conducirse y asumir responsabilidades cuando se ejerce la militancia desde una política estratégica que recupera los valores y entierra el posibilismo del carguismo. Ser funcionario no es el desvelo de los jóvenes sino participar activamente en cambiar precisamente esos ejes neoliberales, que durante décadas marcó al pueblo argentino.
La recuperación de la política como herramienta de construcción social, después de años de sistemática destrucción por parte del poder que no vaciló en denigrar la aptitud de los argentinos de conducir nuestros destinos con conceptos como “los trabajadores argentinos son todos vagos”, “los políticos unos corruptos” y así con los maestros, los empresarios nacionales y científicos a quienes “mandamos a lavar los platos” en una de las humillaciones emblemáticas del período neoliberal.
A partir de la recuperación política la irrupción de la juventud como eje movilizador y nuevo actor social, hasta entonces aplacado por la prédica de la contra cultura, modificó el escenario político nacional creando una situación nueva de protagonismo y responsabilidades, donde se juntan las historias desde aquellas guerreras antidictatotiales hasta las nuevas estudiantiles en algunos casos, de movilizaciones sociales en otros donde desde su infancia fueron puntales de familia ante la exclusión y el dolor humano producto de la marginación de la década del 90 con desempleo y migración interna.
Los jóvenes como todos los estamentos etarios de la sociedad contienen en si las contradicciones de la comunidad, pero sin dudas son mas permeables a la comprensión y el aprendizaje en la acción, que muchos viejos militantes atados a preceptos “políticamente correctos” que no modifican la realidad sino que la acompañan en la gestión , con todos los visos de consolidar los ejes de poder que encuentran, en vez de luchar por una situación al servicio del pueblo y no de determinados intereses. Nada es así al cien por ciento porque existen ejemplos en varios sentidos como excepciones a la regla, pero es indudable que la juventud está mas predispuesta a romper los límites del stablishmen, a construir nuevos espacios, imaginar nuevos escenarios y elaborar proyectos a largo plazo.
De ahí que demonizar la juventud es como clausurar el futuro, como negarnos nosotros mismo la continuidad histórica de esta larga marcha en pos de la reconstrucción del país en un marco de justicia social y plena soberanía política y económica. Estigmatizar a los jóvenes sólo puede ser producto del rencor y la soberbia de quienes se creen ser los únicos dueños de la verdad. Y no importan donde militen, si son o no oficialistas, si son sindicales o universitarios, secundarios o emprendedores empresarios, sin dudas son los jóvenes que vienen a escribir la historia de los próximos 30 años, a escribir junto al pueblo lo nuevos paradigmas y lo hacen desde una concepción de país diferente a la que tenían hace 8 años apenas, un país hoy que podrán discutir en profundidad y en lo estratégico asumiendo la responsabilidad de llevarlo adelante, en un proceso democrático de libertad como impera hoy y en una Latinoamérica ávida de integración y nuevas propuestas ante los desafíos del mundo. En todo ello los jóvenes son el motor de hoy, no de mañana, actual si somos capaces de reconocernos en ellos como nuestra propia memoria de lucha y compromiso que hizo posible esta realidad.
El correo del autor : jorgerachid2003@yahoo.com.ar
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