Si en algún lugar se aplicó la aberrante tesis "deconstruccionista" de Jaques Derrida es, para desgracia , en la Argentina gobernada por los Kirchner.
Es la misma madera destructiva que el "estructuralismo" de Michel Foulcault y consiste en negar que el lenguaje exprese la realidad, no existe nada fuera del confuso lenguaje "cristinista" que subvierte nuestra confianza en la correlación entre lo que vemos y sentimos y lo que sus dichos expresan.
Para esta social-burocracia que nos "desconstruye" el realismo no existe ni existió jamás, haciendo su realidad a partir de una maraña
de discursos y consignas vacuas de contenidos y negadora de la realidad. Así solo lo que valen son las arengas de la Presidente y con ello se conculca la libertad y la justicia social , se confunden con la obediencia ciega y el asistencialismo clientelista.
Del mismo modo se traba la evolución histórica siendo esta falseada y acomodada a los sectores que han aterrorizado al país en los años setenta y que hoy gobiernan.
Ello no es mas que una demostración de uso irresponsable, inexacto y , a menudo, cínicamente fraudulento del poder .
Todo dirigido, con abstruso estilo, para ocultar la insignificancia de sus propias afirmaciones y manifiesta ignorancia.
Por esto sera que el televidente abriga una sensación de que cada vez que habla la presidente de perder miserablemente el tiempo al parecerse demasiado los monólogos presidenciales a un vacío animado.
Frente a este implacable deconstruccionismo se observa un incomprensible conformismo de la ciudadanía que todavía duda en salir masivamente a las calles y sumarse a los justificados "cacerolazos".
Ese conformismo no kirchnerista se parece a lo que muchos franceses decían ante la ocupación nazi: "Ahora anda todo bien,pero hay que saber arreglárselas".(Tout va bien, maintenant, mais il faut se debroiller).