Por Jorge Oscar
Sulé
Ante las
referencias vertidas por Felipe Pigna en un artículo de la Revista “Viva”
del domingo 29 de julio de 2012, se nos hace imperioso señalar sus errores,
omisiones y tendenciosidad ideológica cuando emite juicios y comentarios sobre
uno de los mayores próceres de la historia argentina.
En el subtítulo “Tiempos
de cambio” afirma que “con la instalación de los saladeros la necesidad
de sal y tierras para las pasturas fueron apartando a la burguesía del recuerdo
de los ideales de hermandad expresados por los hombres de Mayo”,
desconociendo, o aparentando desconocer que antes de la Revolución de Mayo ya
se habían instalados saladeros. Entre 1792 y 1796 se exportaron desde Buenos
Aires, según Azara, más de cuarenta mil quintales de tasajo. Este florecimiento
económico, justamente, fue uno de los factores que incrementó los ideales
independentistas y contribuyó a solventar las guerras de la independencia.
Sería aconsejable
que Pigna investigue las publicaciones de “El Telégrafo Mercantil” del 3
de septiembre de 1802 que dan cuenta del negocio del tasajo que ya venía
desarrollándose desde finales del siglo XVIII (1). No hay cambio sino
desarrollo de una actividad que procuró mucha mano de obra a los sectores más
desprotegidos de la población además de estimular y originar otras actividades
como la carpintería, talleres de cerrajería y tafiletes necesarios para
construcción de barriles etc, etc.
Por otra parte el
concepto de “burguesía”, taxonomía liberal o marxista a la que Pigna recurre, es inválida para designar al
segmento dirigencial que se pronunció contra la autoridad española en mayo de
1810. Pero entrando en su territorio liberal-marxista, la burguesía sería el
sector que vive en la ciudad (el burgo). Se dedica a comprar y vender sin
incorporar valor agregado al circuito económico. El pulpero, el tendero, el de
la casa de Ramos Generales, los que se desempeñan en la profesiones liberales,
etc, pueden incluirse dentro de esa simplificación sociológica. Rosas por el
contrario, vive en la frontera muchos años, es fronterizo y no burgués. Hay que
saber el tiempo del destete de un ternero, de “marcar”, saber el porcentaje de
caballos enteros que debe haber en una manada y por lo tanto saber capar los
restantes, convertir un novillo en buey etc, etc. Cosa bien diferente es saber
criar hacienda, “hacerla” adaptando a ella la vida que limitarse a vender en
las tiendas los géneros importados comprados en Europa.
Pero además, al
transformar la materia prima, la carne, en tasajo, incorporando valor agregado
a dicha materia prima y exportándola con flete propio, estamos en presencia de
un emprendimiento industrial. Rosas, por lo tanto, como hacendado, es productor
y como saladerista es un empresario, expresión temprana del capitalismo naciente
del siglo XIX.
Cuando Pigna se
refiere a Martín Rodríguez como gobernador estanciero, ignora que los ingresos
económicos de este gobernador proceden en su mayoría del almacén de Ramos
Generales y pulpería de la que es dueño y no de su estancia.
Con el subtítulo “Rosas
y sus aliados” Pigna recuerda que el saldo de esa campaña al desierto fue
de 3.200 indios muertos, 1.200 prisioneros y 1.000 cautivos liberados. Omite puntualizar las bajas sufridas en el
ejército expedicionario: salieron de Buenos Aires más de 2.000 efectivos y sólo
regresaron 1.000. Al parecer los muertos indios son más importantes que los
muertos cristianos. Además omite otros saldos: los geopolíticos, económicos,
sociales, políticos, etc, etc.
Estos escamoteos
abundan en los trabajos de Pigna, distorsionando la realidad histórica. Afirma que Rosas “pactó” con los pampas y se
enfrentó con los ranqueles y la Confederación liderada por Calfucurá.
Acá no solamente
hay escamoteos, sino exactitudes de bulto. Rosas no “pactó” sino que informó
con antelación a los distintos grupos indígenas de la realización de una
expedición invitándolos a que se sumaran a la columna y no solamente a los
pampas sino a los vorogas de Guaminí y Carhué. Ya estando en Médano Redondo los
tehuelches con sus caciques Niquiñile y Quellecó, aceptaron las sugerencias de
Rosas; el reconocimiento a las autoridades nacionales recomendándoles que se
constituyesen en defensores del fortín Carmen de Patagones (2) autorizando su
ubicación en las zonas aledañas al fortín exhortanado al intercambio comercial
con esta guarnición. Casi todas las comunidades aceptaron las indicaciones de
Rosas, menos los ranqueles que se negaban a entregar los soldados de los
ejércitos unitarios que derrotados por Quiroga se fueron a proteger en los
aduares ranquelinos de Yanquetruz. Hacia estos, Rosas mandó una columna pero no
enfrentó a “la confederación liderada por Calfucurá” porque sencillamente en
esa época no existía. Usted confunde los tiempos. La confederación de Calfucurá
aparece tiempo después de la campaña al desierto.
La expedición no se
proponía el exterminio indígena como Pigna lo afirma, ni sería una correría de
carácter filibustero. Otra cosa era Chocorí, asentado transitoriamente en
Choele Choel. Allí recibía la hacienda sustraída por ranqueles y vorogas
rebeldes de las estancias del sur de Córdoba, San Luis y Buenos Aires llevándo
las haciendas a los intermediarios y hacendados chilenos.
Chocorí no
comandaba un pueblo, no era un “Gulmen” sino que conducía, a grupos indios
soldados y suboficiales alzados. En Choele-Choel trataba con Rondeau, Cañiuquir
y Yanquetruz la compra de vacas arreadas del sur de las provincias citadas para
negociarlas en Chile. Por eso era considerado un simple bandolero que se servía
de renegados, mantenía cautivas blancas que pagaba con alcohol a sus opresores
ranquelinos y vorogas rebeldes, para servicio y serallo de los suyos. Hacia ese
punto, dirigió Rosas sus mejores efectivos hasta desarticular ese centro de
intermediación comercial.
Desbaratadas esas
bandas y fracasadas las columnas del Centro y de la Derecha para seguir al
Neuquén Rosas dio por finalizada la expedición. Chocorí no murió en la refriega
de Choele Choel y hacia 1840 pidió las paces y someterse al gobierno de Rosas
quién las aceptará sin rendición de cuentras pasadas siendo racionados él y sus
hijos Cheuqueta, Antiglif y Sayhueque en Bahía Blanca y Tandil.
El juzgar que
unitarios y federales coincidían en exterminar al habitante “originario” y
quedarse con sus tierras, es una falsa e ideologizada simplificación judicial
de un juez que sentado en un estrado impoluto y atemporal arroja condenas
salomónicas en abstracto. Preguntado un indio si era el dueño de esa tierra que
pisaba contestó que no, que él era el hijo de la tierra y no su dueño. El indio
fue nómade por necesidad. En el toldo cuadrado o triangular vivían 20 o 25
personas: tres o cuatro parejas con sus hijos y agregados. Alrededor del toldo,
el espacio donde la hacienda pastaba. A cincuenta metros o más distanciado se
levantaba otro toldo con su hacienda, cuando el talaje de la hacienda agotaba
las pasturas aledañas del toldo buscaban otro paraje con pasturas vírgenes.
Pero antes de
recordar las relaciones de Rosas con los indios aclaremos lo que Pigna llama
“habitante originario”. No existe habitante originario en América. El indio
procede de Asia en sus desplazamientos a través del Estrecho de Bering o del
corredor de Beringia después de la última glaciación o por arribadas desde el
Océano Pacífico, procedente del sudeste asiático. El “habitante originario” lo
encontramos en las zonas de Kenia y Etiopía con el homo habilis datado en 1
millón ochocientos mil años, el homo erectus datado en 1 millón 540 mil años
datado por el potaso argón, el homo 1470 también descubierto por la familia
Leakey con más antigüedad que los anteriores. El homo Sapiens Sapiens entre los
200.000 y 140.000 otro homo llamado Neadertal entre 100.000 y 30.000 años.
Hacia el 80.000
(circa) comienzan las emigraciones a otros continentes. Los registros fósiles
en América del Norte no superan los 24.000 años de antigüedad. En Argentina las
dataciones con el carbono 14 no superan
hasta ahora los 11.000 años. Los indios son los
más antiguos inmigrantes, pero no originarios.
En cuanto al trato y
las relaciones que tuvo Rosas con los indios le recordaré algunas:
1.- Rosas no supo
de actitudes discriminatorias o de rechazo hacia los indios por su condición de
tales.
2.- Desaconsejó la
guerra como método de sometimiento al indio y rechazó su exterminio como sistema.-
3.- La conducta y
luego la política tuvo como método la negociación y la integración como
objetivo ya sea reconociéndoles asentamientos y espacios propios con frecuencia
cercanos a los fortines incorporándolos como mano de obra para las tareas
agropecuarias, como soldados de milicias rurales o exhortando a las prácticas
de la actividad comercial (4).
4.- El
racionamiento de alimentos y suministro de haciendas para la formación de sus
propias majadas (El llamado Negocio Pacífico) fue una práctica sistemática y
puntualmente efectivizada. (5).
5.- El estimularlos
o iniciarlos en las prácticas de la agricultura suministrándoles arados, bueyes,
semillas y otros implementos, colocándolos en un escalón superior al que tenían
en el nivel civilizatorio, constituye la demostración más fehaciente que Rosas
apostó a la integración del indio en el mundo cristiano. (6).
6.- Introdujo por
primera vez la vacuna antivariólica en las distintas comunidades indígenas que
lo frecuentaban, gesto que le valió a Rosas ser considerado un benefactor de la
humanidad y ser incorporado como Miembro Honorario al Instituto Jenneriano en
Londres. (7) (8).
7.- Prohibió el
arresto de indios por deudas de dinero (9).
8.- Los hizo votar
a los que estaban bajo bandera “de sargento para arriba” (10).
La integración
estaba en marcha. Caseros la interrumpió. No hubo más “Negocio Pacífico” como
política sistemática, no hubo más arados, no hubo más vacuna antivariólica.
Llegó el progreso,
el remington, una constitución, el ferrocarril, la alfabetización, el habeas
corpus, que escribieron su propia historia.
Pigna debería
recorrer los archivos oficiales o privados para documentarse. “Sin oro no se
hace oro, sin documento no se hace historia”. Repite la tradición liberal que
por razones políticas aborreció a Rosas y repite la tradición marxista que
analiza a Rosas a través del corset ideológico que acollara el pensamiento a
través de sus mecanismos deterministas. El discurso que ofrece es el mismo
postre liberal pero recubierto con la crema de la fraseología marxista que
legitima o moderniza todo. A este engendro, Arturo Jauretche lo llamó
“mitromarxismo”. Sr. Pigna: recorra los archivos para documentarse, no
“recorte”, no “cartonee” la historia. ¡Investigue Sr. Pigna!
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