domingo, 2 de septiembre de 2018

JUSTICIA LENTA Y CORRUPTA. ESCRIBE JOSE LUIS JACOBO

k

El caso que involucra al exjuez César Melazo y al juez de la Casación
 Martín Ordoqui no puede ser visto como un caso excluyente de
 corrupción en el seno del Poder Judicial. Años que este medio
 señala que en reiteradas liberaciones de criminales reincidentes,
 hay cuestiones de peso a observar y corregir.
En Mar del Plata, los caminos de la corrupción en el ámbito judicial
 son, en muchos casos, sofisticados. O quizá burdos, pero bajo la
 pátina de los denominados “tiempos judiciales”, denunciados por
 el presidente del Colegio de Abogados Fabián Portillo el día en que
 la colegiatura festejaba su jornada. Portillo denunció la falta de
 contracción al trabajo, y ejemplificó señalando que entre las 13.50
 y las14.10, los tribunales quedan vacíos y las causas se alargan
 indefinidamente, dejando al letrado de a pie sin explicación
 plausible ante su cliente salvo la remanida y falaz expresión de
 “son los tiempos judiciales”.
En esta semana, el abogado Martín Ferrá, cual Quijote buscando
 derribar los molinos de viento, amplió la denuncia en referencia
 a los procederes y conductas del fiscal general Fabián Uriel
 Fernández Garello. Garello está en una situación harto compleja
, pero a diferencia de los actores de la trama platense, ni siquiera
 se ha considerado su suspensión. Se afirma que depende de la
 resolución judicial en la causa que por violación de los derechos
 humanos se le sigue en los tribunales de Morón. El pedido de jury
 está más que justificado en términos de competencia para ocupar
 el cargo, pero la resolución se alarga sin justificativo alguno.
En tanto, los fiscales designados por Garello siguen destrozando
 la vida de la gente sin consecuencia alguna para ellos. Lucía Sosa
 y Hectór Picart estuvieron dos años y meses privados de su libertad
 por una causa que instruyó la fiscal María Isabel Sánchez. Decretada
 su inocencia, están en la calle sin asistencia alguna, Sánchez percibe
 su salario del Estado regularmente, y hoy ni siquiera cumple función
 alguna.
La Fiscalía 10 de Delitos Económicos es otra pieza notable en este
 esquema de una justicia alejada de su rol y de su accionar correctivo
 de los malos procederes que son de carácter delictual. El fiscal David
 Bruna, integrante de esa fiscalía, produjo el juicio oral por el
 apoderamiento ilegal de los terrenos ubicados en la intersección de
 las calles Avellaneda y Alem; le tomó casi una década elevar el tema
 a esa instancia. El juez interviniente determinó culpabilidades en un
 solo individuo, un personero de la Liga de Remates, Gustavo Enrique
 Apud, quien recibió una condena menor a tres años, con lo que anda
 suelto a su aire. La fiscalía, en la persona de Bruna, no halló motivos
 para imputar a Alejandro Rossi, beneficiario último de la maniobra.
Otro caso manejado por Bruna que es de extraordinaria factura irreal
 es el caso que enfrenta a la familia Barillari. Luego de una década d
e no tramitar la causa, pese a la abundante prueba sobre el accionar
 malicioso de Franco Barillari en perjuicio de su familia, Bruna envi
ó la causa a archivo, determinando que, en su convicción, los términos
 de la denuncia deben resolverse en la justicia civil.
¿”Tiempos judiciales”? Of course.

No hay comentarios: