En el tiempo que resta hasta su asunción como intendente de Mar del Plata, 
Guillermo Montenegro avanza en conformar su gabinete y dar sentido a sus
 objetivos para la ciudad.
Se trata de un esquema que suma interrogantes. Parodiando su campaña
 electoral, hay que preguntarse: ¿qué tendrá el petiso? En obvia referencia
 a Santiago Bonifatti, presentado como el próximo secretario de Gobierno, 
un anuncio que impactó negativamente, no ya en el universo que pulula en
 la manzana de las sombras, sino en el vecino de a pie y de manera trasversal 
más allá de los gustos políticos de cada sector.
El disgusto es mayor aún cuando se dio a conocer que Montenegro le otorgó 
pleno poder para designar funcionarios en un área estratégica, que involucra
 inspección general y las delegaciones municipales, entre otras. Un interrogante
 crucial es cómo se dio esta relación, qué, por qué y, para qué se lo designó, por
 fuera de lo obvio en la formalidad del cargo.
Con todo, no es lo central. Lo central es el Concejo Deliberante. Es allí en
 donde se juega la centralidad de los logros a los que pueda aspirar la nueva 
gestión. Es un dato que, amén de los errores propios, el Concejo fue una piedra
 en el zapato para Carlos Fernando Arroyo, y da para pensar que lo será también 
para Montenegro.
En la superficie hay una batalla por la presidencia del cuerpo deliberativo entre
 Alejandro Carrancio y Ariel Martínez Bordaisco. Los dos se presentan con
 padrinos con sobrados fierros para esta pelea, a la que se quiere sumar el ex
 intendente de San Miguel y mariscal de la derrota electoral en la provincia 
de Buenos Aires, Joaquín de la Torre.
Este personaje llegó a Mar del Plata como ministro de Gobierno de María
 Eugenia Vidal. Se declaró “el primer a arroyista”, provocó el cambio de
 bandera de Lucas Fiorini y Alejandro Carrancio —que motivó la expulsión
 de estos por traidores del Frente Renovador—, y tendió la mesa de la cual 
pretenden servirse hoy para ocupar la codiciada presidencia del Concejo 
Deliberante.
En su pretensión de ser árbitro de la disputa con el radical Maxi Abad 
—jefe político de Martínez Bordaisco—, De la Torre hace confesiones:
 “Mar del Plata está mejor que en 2015 por el trabajo que hizo Arroyo,
 que dejó en orden las finanzas municipales”. No se quedó allí, fue más lejos:
 “Montenegro me dijo a mí que Carrancio sería el presidente del Concejo,
 no entiendo porque debe haber disputa al respecto”. No se quedó en 
chiquitas, y le atribuyó al grupo que lidera Fiorini la clave del triunfo de 
Montenegro ante Vilma Baragiola: la fiscalización.
Todos estos actores son personas que, más allá de su posicionamiento político,
 no son confiables. Unos, porque portan siempre bandera de oportunidad.
 Los otros (UCR), porque entienden que les corresponde co gobernar. Lo
 enloquecieron a Arroyo, y ahora van por Montenegro.