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lunes, 18 de agosto de 2008
UNA MIRADA CURIOSA DE LA POLITICA ARGENTINA. QUIEN TIENE HOY EN SUS MANOS EL AUTENTICO "PERONOMETRO"?
En sus memorables clases de conducción política y parafraseando a Napoleón, el general Perón aconsejó --para indignación de la oligarquía-- que cada peronista llevara en la mochila el bastón de mariscal. Pero con el paso de los años y Perón muerto, muchos han ido agregando otros objetos a esa mochila. Entre ellos, el peronómetro. Como su nombre lo indica, no es otra cosa que la escala de valores y condiciones que mide quién es peronista y quién no, y cuándo un peronista es más peronista que otro. Desde 1945 hasta ahora, este instrumento imaginario pero de utilidad efectiva ha servido para aceptar a quienes querían sumarse al movimiento y también para depurar sus filas alejando o expulsando a los indeseables. Claro que cada vez que eso sucedió, nadie pudo asegurar que sería para siempre. Ejemplos hay a montones. Con Perón en vida, bastaba una frase, una sonrisa, una pícara guiñada de ojo o hasta un corto silencio del viejo general para que todos supieran que les había levantado o bajado simbólicamente el pulgar a unos y otros. El peronómetro determinaba además las preferencias del líder con un dirigente, con un gremio, con un sector de militantes. Perón lo aplicó claramente en el exilio cuando recibió en Puerta de Hierro a las "formaciones especiales", se fotografió con Galimberti y algunos otros muchachos y avaló la lucha armada. El mensaje fue claro para la burocracia política y sindical de entonces, recostada sobre la derecha: "Los jóvenes son peronistas". Volvió Perón a aplicar el peronómetro en la Plaza de Mayo cuando echó a los "imberbes" y ahí el mensaje fue para los sectores de izquierda que soñaban con la patria socialista: "Sacaron los pies del plato, son infiltrados, váyanse".Muerto el General, el implacable peronómetro comenzó a pasar de mano en mano y fue usado en forma peligrosamente discrecional. Lo accionó por ejemplo José López Rega para "limpiar" con distintos métodos al movimiento, y también se lo apropiaron los militares de la dictadura para elegir aquellas víctimas que lo fueron por el solo hecho de ser peronistas. También fueron muchos los que antes decían "Perón o muerte" y prefirieron entonces "desensillar hasta que aclare" y dejar de lado por distintas conveniencias su condición de peronistas. En esos años oscuros, al peronómetro también le salió un competidor, el más abarcativo argentinómetro, que detectaba a los "apátridas" que no querían vivir bajo una dictadura. Con el retorno de la democracia reaparecieron todos. Los de "la primera hora", los advenedizos, los que invernaron políticamente y los oportunistas de siempre. El peronómetro en esa época quedó guardado por un tiempo porque había que sumar para volver al poder y nadie exigía la famosa "pureza doctrinaria", ni el recitado de "las veinte verdades peronistas". Con Menem presidente el peronómetro funcionó, pero algo alterado. Hubo que modificar su sistema de medición para agregarle más amplitud en la escala de liberalismo y eso permitió la llegada de gente extraña que jamás imaginó, por ejemplo, entrar a una unidad básica. Fue el momento de María Julia Alsogaray y su padre, la amistad con el almirante Rojas, Dalesio de Viola y varios más. Por supuesto que los que se decían entonces "muy peronistas" se mantuvieron cerca y hasta elogiando el aparente éxito de la gestión menemista, hasta que empezaron a ver los resultados negativos y la posibilidad del recambio. Qué extraño, hoy parecen haber perdido la memoria.Con la Alianza en el gobierno volvió la generosidad del peronómetro, pero ya no tenía en su escala al menemismo. Como todos aportaban para un rápido retorno al poder, se los podía ver juntos y sonrientes a Kirchner con De la Sota, Duhalde con Saadi, Rodríguez Sáa con Reutemann, los "gordos" de la CGT con los muchachos del MTA y hasta las inolvidables "62". Se volvió a cantar con sentimiento "todos unidos triunfaremos" porque "para un peronista no puede haber nada mejor que otro peronista". Después vinieron la crisis, los reacomodamientos, el gobierno de Duhalde. Y luego, desde el Sur, llegaron los Kirchner. En sus mochilas traían las batutas de mariscales, pero a las veinte verdades y al peronómetro los guardaron estratégicamente en algún lugar oculto. En los primeros años de gobierno, los nombres de Perón, Evita o la letra de la histórica marchita casi no se escucharon. Eso porque para hacer "un país en serio" se requería ser más amplios e incorporar transversalidad, concertación, nueva política. Los viejos peronistas lo aceptaron con el ceño fruncido, pero como había que "salir del infierno" y aggiornarse un poco, le concedieron con más o menos desconfianzas cuatro años de respaldo. El problema se planteó después, cuando al calorcito del poder surgieron aquellos que comenzaron a cambiar las consignas. Por ejemplo, eso de reemplazar los apellidos y hacerles sentir a los demás que "para un kirchnerista no hay nada mejor que otro kirchnerista" no cayó bien. Para colmo, con el auge de los productos truchos, aparecieron no el viejo peronómetro sino varios, y saber cuál es el auténtico resulta ahora muy complicado. Sobre todo porque quien lo utilice tiene que resistir con cierta dignidad el archivo, acreditar al menos algún mérito, o reunir condiciones que le den chapa de legítimo peronista y no solamente haber sido un "perejil" en los 70.Por eso las preguntas que se hacen hoy muchos desorientados: ¿quién tiene el verdadero y auténtico peronómetro? ¿Alberto Fernández, con su trayectoria en el PJ? ¿Luis D'Elía y su equipo piquetero? ¿Miguel Pichetto señalando con el dedo en el Senado? ¿Duhalde en su "exilio encubierto"? ¿De la Sota, despechado y sobreactuando oposición? ¿Busti, Romero, Solá? ¿Antonio Cafiero y su inagotable memoria de los mejores momentos peronistas? ¿Los esclarecidos intelectuales de los "climas destituyentes"?¿O el peronómetro que vale es nomás el de Néstor Kirchner que lo comparte como bien ganancial con su esposa pero a veces se lo hace manejar a Kunkel, a Parrilli o a De Vido según sea necesario?Sí, hay mucha confusión y así cualquiera se siente más peronista que otros. ¡Si hasta un venezolano viene a veces a darnos clases con un peronómetro bajo el brazo!
Autor/Fuente: Carlos Sacchetto (Diario Clarin)
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